La cloaca venenosa y muerta de los años setenta ha dado paso a un eje fluvial que transforma el centro de Bilbao en un cauce rebosante de vida con cerca de 60 especies de peces, además de numerosas aves, moluscos, crustáceos, e incluso, ocasionalmente, mamíferos.
Quisquilla, cangrejo, anguila, lubina, mojarra, aguja, platija, lenguado y raspallón. No es la descripción del escaparate de una pescadería del Mercado de la Ribera. Se trata de la enumeración de parte de los habitantes habituales de la Ría de Bilbao en el tramo que comprende entre Olabeaga y el Palacio Euskalduna, casi el corazón de la ciudad.
Muy ocasionalmente, los delfines embocan la barra de Portugalete y se dan una vuelta por el estuario. En 2014, una joven foca gris se convirtió en la artista que convocaba a un público incrédulo que admiraba sus maniobras de pesca junto al Ayuntamiento de Bilbao. La foca se alimentó en el mismo punto en el que, a mediados de los años setenta del pasado siglo, la chavalería apostaba si sería posible salir vivo de un chapuzón.
La transformación ha corrido a cargo del Consorcio de Aguas Bilbao Bizkaia, que impulsó en 1979 un ambicioso programa de saneamiento y depuración que se está mostrando eficaz. Hace 35 años la Ría que cualquier paseante puede disfrutar hoy, era tan utópica como una colonia humana en Marte.
Décadas de vertidos tóxicos
Alrededor de 1975 la calidad del agua que corría por el centro de la ciudad era lamentable. Durante décadas, los vertidos urbanos e industriales fluían al cauce sin tratamiento. El Gran Bilbao se enorgullecía de ser el área más densamente industrializada y habitada de la cornisa Cantábrica. Desde el siglo XIX experimentó una explosión demográfica y económica debido a la riqueza de las minas. Los sectores de la siderurgia, la química y el puerto atrajeron a cientos de miles de trabajadores y generaron mucha riqueza. El tributo lo pagó la Ría del Nervión.
Según Javier Franco, Coordinador del Área de Gestión Ambiental de Mares y Costas de AZTI, el sistema se deterioró de tal forma que “en los setenta la calidad de las aguas era pésima, con muy bajos niveles de oxigenación, elevada concentración bacteriana y los sedimentos muy contaminados. En la zona interior del estuario los fondos quedaron desprovistos de vida animal. En el resto de la Ría sólo permanecieron las especies más resistentes a la contaminación. Esto afectó tanto a los organismos que viven en el agua como en los fondos. La flora presentaba un alto grado de deterioro. Apenas se desarrollaban algas en los muelles y muros, y las poblaciones en la zona exterior, en el Abra, que podrían albergar comunidades de interés, eran escasas y muy pobres. Ello se debía tanto a la presencia de sustancias contaminantes como a la gran turbidez del agua, que impedía la penetración de la luz, necesaria para el crecimiento de organismos vegetales, como las algas”.
Una situación desoladora que podía comprobar cualquiera. La Ría, marrón con irisaciones provocadas por hidrocarburos o aceites, corría maloliente y prácticamente sin oxígeno en disolución. Ni los más entusiastas soñaban con practicar deportes acuáticos. “La calificación de las aguas para el baño se basa, sobre todo, en los niveles de bacterias fecales, ya que pueden producir importantes problemas gastrointestinales, infecciones y enfermedades. Incluso las playas situadas en la zona exterior de la Ría (Las Arenas, Ereaga o Arrigunaga) estaban cerradas al baño por estas causas”, detalla el experto.
El Plan de Saneamiento y la recuperación
Para evaluar la eficacia del sistema de depuración y saneamiento, desde 1989 el Consorcio de Aguas Bilbao Bizkaia realiza un seguimiento del estado de la Ría desde las perspectivas físico-química, biológica y ecológica. Tal estudio lo realizan AZTI, -Centro Tecnológico Especializado en Investigación Marina y Alimentaria- y la Universidad del País Vasco.
Los trabajos de campo se llevan a cabo mediante el empleo de diferentes tipos de embarcaciones, sondas y botellas oceanográficas. Los sedimentos y los organismos que viven en ellos se recogen con dragas específicas que se posicionan en los puntos deseados y recogen el material que se lleva a la superficie. “Para el estudio de los peces nos valemos de una embarcación con una red de fondo. Una vez izada la red, las capturas se identifican, se cuentan y se miden. Algunos especímenes se usan para el análisis de los contaminantes en sus tejidos”, explica el doctor en biología.
Durante décadas, las zonas media e interior del Nervión-Ibaizabal presentaban condiciones de poca o nula oxigenación en buena parte del año, que se agravaba en primavera y verano. A ello había que sumar contaminación por distintos agentes, incluidos metales pesados, tanto en las aguas como en los sedimentos. La fauna brillaba por su ausencia en demasiados tramos.
“La calidad físico-química del agua ha experimentado una gran mejoría. El estándar de calidad de las aguas, 60% de saturación de oxígeno, hoy en día se cumple en casi todas las muestras. Hace 20 años más de la mitad de ellas quedaba lejos. El avance se debe al procesado de las aguas en la depuradora de Galindo, que comenzó en 1990. En 2001 entró en funcionamiento el tratamiento biológico, que supone una importante mejora cualitativa en el proceso de depuración”, matiza Franco.
Caracolillos, berberechos y estrellas de mar
Como consecuencia se está produciendo un esperanzador proceso de colonización en las aguas, cada vez más verdes y transparentes. “Cientos de especies de invertebrados viven actualmente en los sedimentos de la Ría. Los grupos más importantes son los anélidos, es decir, los gusanos. Pero también abundan los moluscos, como los caracolillos y los berberechos, los crustáceos, como cangrejos y quisquillas, y hasta los equinodermos: erizos y estrellas de mar”.
Aunque no sólo se detecta la presencia de ‘ocupas’ en los fondos, las rocas y los muelles, también la lámina de agua presenta cada vez más inquilinos. “Hasta el momento se han registrado casi 60 especies diferentes a lo largo del estuario. Entre las más frecuentes se pueden citar el cabuxino, que es un pez pequeño que vive cerca del fondo, el lenguado, la muxarra, la platija, la lubina, la anguila y el salmonete. Abundan varias especies de quisquillas y cangrejos”, enumera Javier Franco.
Por eso, al paseante no debe extrañarle que los pescadores de caña frecuenten las riberas, ni que los anguleros vuelvan a pasear por las calles con sus cedazos al hombro camino de los puestos en Atxuri, el Arenal o la Avenida de las Universidades. Ese paseante también podría tropezar con la cámara de fotos de algún ornitólogo aficionado, posicionada, por ejemplo, en Zorrozaurre.
En los últimos años, se viene constatando un claro incremento en el número de aves que utilizan el estuario como zona de invernada. “Además de las habituales gaviota reidora y gaviota patiamarilla, es fácil ver nutridos grupos de cormorán grande, diversas especies de colimbos, como el colimbo grande y el colimbo chico, grupos de negrón común, ejemplares de zampullín cuellinegro, charrán patinegro, alca común, martín pescador, y aves limícolas, como el ostrero euroasiático, el correlimos oscuro, el andarríos chico y el vuelvepiedras común, entre otros. La calidad del agua ofrece condiciones adecuadas para estas especies, algunas de ellas nadadoras y buceadoras, que disponen de alimento por la presencia de peces e invertebrados en toda la Ría”, relata el especialista de AZTI.
Una Ría para las personas
Se constata también la presencia de un mamífero que, con cada vez mayor frecuencia, toma las aguas de la Ría: el ser humano. Los grupos de practicantes de paddle-surf o canoa se han multiplicado. Ya no se trata únicamente de las tripulaciones de bateles o traineras de Deusto. A mediados de agosto, tras el txupinazo que da inicio a la Aste Nagusia, empieza a ser habitual que algunos jóvenes se lancen a las aguas junto a la plaza del Arriaga. Eso por no contar a los saltadores del Red Bull Cliff Diving que brincan desde la plancha situada en el puente de La Salve al lado del Guggenheim (27 metros sobre la lámina fluvial), proporcionando unas imágenes de los clavadistas que han dado la vuelta al mundo. O los cientos de atletas que nadaron el 30 de mayo los 1.900 metros que separan el puente del Padre Arrupe del Puente del Ayuntamiento en el ya imprescindible Triathlon de Bilbao. O la Travesía a Nado del Club Deportivo Bilbao que también reúne a cientos de deportistas.
Es evidente que la Ría de Bilbao ha salido a flote. Y vive su verano.
Texto: Javier Gamboa • Fotos: Domi e Hibai Agorria
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