Dispersos por nuestra tierra en parajes solitarios o en el centro de algunos pueblos, un puñado de templos románicos nos muestran en sus erosionadas piedras imágenes eróticas que despiertan nuestra curiosidad.
El senderista desciende hacia el Valle y se acerca a una aislada ermita cercana a Zalduondo (Araba). Curiosea por su perímetro y de pronto se muestra perplejo aunque pronto comienza a sonreír. Allí, cincelado en un canecillo, un hombre muestra abiertamente sus genitales. ¿Es posible semejante figura en una iglesia católica de hace diez siglos?
Obviamente, la respuesta es sí. El románico se desarrolló entre los siglos X y XII e incorporó a su variada iconografía representaciones eróticas y reproductivas que en la Península Ibérica encuentran su mayor expresión allí donde confluyen las tierras de Burgos, Cantabria y Palencia. En Euskal Herria su impronta fue menor, pero aún así, quedan algunos bonitos ejemplos del mismo, como luego se verá.
Parece extraño poder ver en iglesias, ermitas o monasterios representaciones explícitas de los genitales humanos, de coitos o de comportamientos “lascivos” según la mentalidad de aquel tiempo. Y la pregunta que se hacen los estudiosos es: ¿Por qué?
Pues resulta que no hay unanimidad en la respuesta aunque entre ellas sobresalen dos. La primera es que servían de advertencia contra el pecado, la lujuria, el adulterio, etc. La segunda, aceptada por la mayoría de los especialistas, propone que los maestros canteros se limitaban a esculpir, además de escenas moralizantes (el pecado o el infierno, por ejemplo), otras cotidianas (oficios, fiestas, animales, plantas…) incluídas el sexo y la reproducción (mujeres embarazadas o pariendo), motivos que eran vistos como parte del ciclo de la vida y con una naturalidad envidiable incluso en nuestra época.
En este reportaje visitaremos diez templos románicos de nuestra geografía para descubrir su vertiente erótica, que aunque en tiempos pretéritos ha causado turbación (motivo por el cual algunas imágenes han sido mutiladas), hoy nos provocan una saludable sonrisa.
Comenzamos en Bizkaia, con la Ermita de San Pedro de Abrisqueta(Arrigorriaga) como protagonista. Es una construcción de origen prerrománico formada por una sola nave en cuyo ábside se abre una estrecha ventana con motivos visigodos. En su muro meridional hay un medallón en el que se aprecia claramente a dos personas desnudas, posiblemente haciendo el amor.
En Álava el románico erótico tiene más representantes. Uno de ellos es la Basílica de San Prudencio de Armentia(Vitoria-Gasteiz), que solo por la riqueza iconográfica de sus capiteles ya merece una visita. En uno de ellos, ubicado en el lado norte, se aprecian varias mujeres, una enseñando el trasero con gesto burlesco, otra situada tras una enorme vulva y a su lado, otras vulvas adornadas con lo que parecen dientes. Frente a ellas, en otro capitel, un hombre se coloca entre dos mujeres, una de las cuales está embarazada. Tal vez una advertencia frente al adulterio.
A los pies de la sierra de Aizkorri, en el despoblado de Aistra (Zalduondo), se ubica la Ermita deSan Julián y Santa Basilisa formada por una sola nave con ábside cúbico. En sus canecillos, además de personas y animales, nos sorprenderá ver a un hombre con las piernas abiertas mostrando sus genitales.
Dejamos la Llanada Alavesa y nos dirigimos a Valdegovía-Gaubea para disfrutar de dos templos. El primero es la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción(Tuesta), considerada como uno de los mejores exponentes del románico vasco. En su famosa portada podemos ver fieras, seres mitológicos o representaciones de la vida cotidiana como la de una pareja besándose a la par que el hombre posa su mano en la entrepierna de la mujer.
El segundo es la Iglesia de San Cornelio y de San Cipriano (Bellojín). Situada en un paraje precioso, uno de sus canecillos muestra posiblemente a un hombre onanista. Junto a él, una cabeza monstruosa y de enormes dientes nos observa con mirada severa.
Terminamos la ruta por tierras alavesas visitando la Ermita de Santa María de Tobera (Berantevilla), un magnífico exponente del románico rural ubicado en el pueblo de Tobera, hoy abandonado. En uno de los canecillos una pareja con las cabezas mutiladas hace el amor y en otro un hombre exhibe sin reparo su pene.
Nos adentramos ahora en Navarra y viajamos hasta Tudela, donde se alza la magníficaCatedral de Santa María, de estilo gótico pero con muchos elementos románicos. La portada del Juicio Final es espectacular, con el lado izquierdo dedicado a los piadosos y el derecho a los condenados al infierno. Una imagen estremecedora muestra a un demonio con cara felina que lleva a dos hombres colgados por sus genitales; en otra, el diablo se lleva al averno a una pareja desnuda condenada por adulterio.
Viajamos hacia el norte hasta Sangüesa para visitar la Iglesia de Santa María la Real, que posee una de las portadas más importantes del románico. En su Juicio Final podemos ver algunas imágenes inquietantes, como la de un reptil que muerde el pecho de una mujer desnuda o la de la mujer que está siendo devorada por un dragón, una culebra y un sapo, ambas condenadas al fuego eterno por su presumible lujuria.
Continuamos pocos kilómetros hasta el pueblecito de Vadoluengo y su Ermita de San Adrián, exponente también del románico rural. A los canecillos que representan figuras humanas, animales y hasta una trucha se le suma uno en el que una mujer enseña con todo detalle escultórico su zona genital.
Seguimos hacia el norte hasta el pirenaico Valle de Arce, junto al embalse de Itoiz, donde se eleva solitaria la Iglesia de Santa María de Arce, de aspecto recio. En sus capiteles y canecillos se esculpieron con mucho detalle apóstoles, músicos y, cómo no, escenas eróticas como la de una mujer exhibicionista, un onanista con el pene mutilado y un hombre que levanta la falda de una mujer sentada sobre él. Una divertida y culta manera de finalizar este recorrido por el sorprendente románico erótico de nuestra tierra.
Jon Benito