En un mundo globalizado, las fronteras y diferencias entre las diferentes culturas se diseminan y se vuelven borrosas, sobre todo en lo que a moda se refiere. La cultura occidental cada vez se homogeneiza más, así que en este número de BAO, nos alejamos de esta universalidad para mirar a Oriente, en concreto, a la Tokyo Fashion Week.
La colección que presenta la capital nipona para la temporada Primavera / Verano 2020 está caracterizada, sobre todo, por la superposición de capas de diferentes tejidos y colores, apostando por colores vivos y neones combinados con colores tierra, extravagancia en los cortes y estructuras y una reinterpretación de clásicos como la gabardina. ¿Veremos estas tendencias próximamente en las pasarelas occidentales? No lo podemos decir con certeza, pero lo que sí afirmamos es que los siguientes cinco diseñadores fueron los más destacados de esta edición.
La marca, creada en 2013 por Ichige Ayano, nos presenta una colección bajo el título de Soldier of Lovey cuyo mensaje principal es el contraste. Esta característica se encuentra presente tanto en el estilo, mezclando abrigos y gabardinas clásicas con faldas de tul, en los colores, creando una gama desde los tonos tierra hasta los flúor, y en los tejidos. La superposición de prendas también supone un rasgo importante, al igual que la presencia de patrones florales o los curiosos tirantes que recuerdan a asas de mochila.
La geometría y el equilibrio son palabras que sin duda alguna describen la colección del diseñador nipón. Con colores neutros y acentos en rojos, turquesas y azules, el corte y estructura de la pieza cobran protagonismo centrando la atención en cinturas estrechas y hombros amplios. Los volúmenes armonizan la figura femenina dotándola de pureza y ligereza para representar un estilo único.
Sus coloridos y artísticos estampados fueron la guinda del pastel en la pasarela japonesa. Las ilustraciones inundan camisetas y camisas, como si de obras de arte andantes se tratara. Las prendas se vuelven ligeras gracias a los pliegues y ondulaciones. Los tejidos se entremezclan, desde el clásico algodón hasta el polyester, el tul o la seda. El punto de contraste viene dado por los accesorios, que combinan colores complementarios como el negro y blanco o el amarillo y el morado.
La diseñadora por excelencia nipona presentó su colección en el Museo Contemporáneo de Tokyo, aprovechando la ocasión para mostrar una línea basada en los instrumentos musicales. Esta alusión, sobre todo reflejando el piano, se puede ver tanto en formas más representativas como en otras más abstractas, como patrones. Los estampados, que quieren reflejar la simbiosis entre música y arte, están pintados con acuarela por la diseñadora que, además, lleva la música también a las siluetas, alternando líneas rectas con curvas como en los ritmos de las partituras. Por último, la colección juega con la dualidad plano-volumen, admirando la capacidad de dos superficies de formar volúmenes y figuras tridimensionales.
Su punto de partida es la exposición de la piel, que consigue por medio de bermudas y cortes en prendas clásicas, como chaquetas sin mangas, chalecos, o pantalones cortos. La gabardina se desestructura y se convierte en bomber, añadiendo mangas elásticas y toques de organza. Los patrones cobran gran importancia, sobre too en total look, mostrando figuras de estilo mármol, desteñidos y colores neón.
Paloma Canseco