cetreria

Tan cerca del cielo. Cetrería

Al Ain (Emiratos Árabes) “Todos los cielos son iguales mientras un halcón vuele sobre ellos. Ambos nos dan la luz y la vida. Ya sea el cielo de Bizkaia, el cielo de Emiratos Árabes, el cielo de cualquier parte del mundo…He volado halcones a cientos de metros sobre mí, y percibo cómo vuela el pájaro. Te encuentras tan cerca del cielo…”. Urko Torre es vizcaíno, pero él se define como universal. Eso es, un cetrero universal. Las imágenes que documentan este reportaje de BAO están sacadas en el Festival Internacional de Cetrería (International Festival of Falconry) que se celebra cada dos años. Al que acudió Urko Torre en el desierto de Al Ain, conocido como la Ciudad Jardín de los Emiratos Árabes Unidos y situado junto Abu Dabi -en la frontera con Omán-, supuso un encuentro especial entre cetreros de todas las nacionalidades del mundo. Los emiratíes invitan a comitivas de todos los países. “Fui a encontrarme con diferentes cetreros de todo el mundo para compartir una pasión: volar aves rapaces. Este es un idioma universal que lo habla cualquier persona de la tierra a la que le puedan gustar las rapaces. Da igual la clase social, el nivel económico, el sexo, la altura… se comparte un vuelo. Es la cercanía del mundo salvaje compenetrado con uno mismo. Podemos compartir ese lado salvaje. Y uno llega a ser capaz, no a dominarlo, sino a formar parte de él. Lo que consigues es una compenetración mágica entre el vuelo de la rapaz y la persona”. En Al Ain se montaron stands y acudió la élite mundial de la cetrería. Y entonces se puso de manifiesto el objetivo que define a la cetrería: el pacto de caballeros. “El ave se mata para cazar por ti, vuela a velocidades vertiginosas, se deja la vida en busca de la presa. Su entrega es total. Y por parte del cetrero, la respuesta debe estar a la altura, nunca mejor dicho. La satisfacción y asombro disfrutando de sus vuelos es como construir una autopista hacia el cielo” explica Torre.

En Al Ain, cada uno muestra sus diferentes maneras de volar, sus artesanías -en guantes, caperuzas…- o sus artes cetreras. Se pone en común, entre personas de distintas nacionalidades, la pasión de volar aves con diferentes técnicas, especies, maneras de manejo de las rapaces. Se palpan tradiciones que tienen mucho arraigo, como las de los mongoles, las de los árabes… y se puede compartir entre la arena y el cielo las raíces de la cetrería (un cetrero, un ave, una presa). “La única manera de comer carne en el desierto era antiguamente mediante el manejo de las aves rapaces. Hace miles de años, unos pastores vieron cazar una presa a un ave rapaz. Cuando se aproximaron a ésta última, abandonó su presa y los hombres pensaron: ¿por qué no nos aliamos con la rapaz, compartimos su caza y somos compañeros eternamente? Fue entonces cuando el hombre empezó a conseguir la carne. Ofrecía al ave la primera cortesía, la parte más rica de la presa, premiando la fidelidad otorgada hacia el cetrero” documenta Torre, dejando claro así ese pacto de caballeros.

Además de enriquecerse con la visión de los vuelos y las formas de actuar de otras culturas, los episodios personales también forman parte destacada de un viaje. “Allí mismo, en el desierto de Al Ain y tras uno de los días trabajando con halcones, conocí a unos emiratíes. Después de volar las aves volvimos al campamento, y allí pudimos disfrutar de su grata hospitalidad degustando los manjares locales (cabeza de cordero con cuscús y deliciosos dátiles). Tras estas viandas, cuando llegó la noche y al lado de hogueras, ellos empezaron a cantar y a bailar sus danzas tradicionales. Junto al fuego relucían las ‘kandoras’ (túnicas) de aquellos que bailaban. Todos eran hombres. Uno de ellos, el más viejo se acercó a mí. Vio mi cara de satisfacción, agarró mi brazo, y bailó conmigo ayudándose de su bastón. Estuve varios minutos bailando. Entre fuego, arena y hospitalidad. Tras el vuelo de los halcones disfruté de esos tres elementos”. Urko Torre tiene un pacto sellado a fuego con sus aves. Vuela con ellas. Y toca el cielo.

Texto: J. A. Pérez Capetillo • Fotos: Urko Torre

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