Suri últimos guerreros de Etiopía

Suri. Los últimos guerreros de Etiopía

Texto: Pedro Ajuriaguerra • Fotos: Danny Yen Sin Wong

África es el segundo continente del mundo por extensión territorial y fue cuna de la humanidad hace cerca de 2,5 millones de años. Contiene una inapreciable riqueza cultural procedente de más de 3000 grupos étnicos distintos. Esta tribu, originalmente conocida como Surma, es denominada Suri por el gobierno etíope.

Se trata de una etnia seminómada de África Oriental, con una población de 180 000 habitantes. La mayoría reside en las selvas del Suroeste de Etiopía, en la provincia de Kafa, cerca de la fontera con Sudán, —a unos 800 metros de altitud—, y una pequeña parte en la llanura de Sudán del Sur, llamada Boma, cerca de la fontera etíope. Su lengua oficial es el idioma Suri, que proviene de las lenguas sudánicas orientales.

Su remota tierra natal está ubicada en montañas desoladas, y las rivalidades tradicionales con sus vecinos tribales, como el Nyangatom, se tornan bastante sangrientas, debido a que las partes de la Guerra Civil Sudanesa han puesto a su disposición armas de fuego automáticas. A consecuencia de esto, la policía solo permite que los extranjeros viajen allí si han contratado a un guardia armado con anterioridad.

Tienen una cultura feroz, llamada Donga, que consiste en luchas de los jóvenes Suri con bastones que utilizan como armas. Estos combates son extremadamente violentos, y llegan, en muchas ocasiones, a provocarles graves lesiones e incluso la muerte. El objetivo de estas contiendas es demostrar la masculinidad, ganarse una buena esposa y, en ocasiones, el motivo no es otro que una simple venganza personal. Los participantes luchan de dos en dos, representando a diferentes pueblos, alrededor de un circulo formado por el resto de participantes y espectadores de los diferentes poblados, hasta que solo queda el vencedor del torneo. A lo largo del día, van llegando luchadores de diferentes poblados que han venido a pie, caminando algunas veces distancias de hasta 40 km. Su llegada se hace notoria, ya que entran en la explanada cantando y bailando, desafiantes. Muchos luchadores abandonan la lucha tras ver que su rival es más fuerte y no pueden ganarlo, haciendo el gesto de arrodillarse frente al otro en señal de sumisión. Es entonces cuando el jefe del poblado del vencedor pega un tiro al aire con su Kalashnikov para celebrar la victoria, de modo que cuantos más luchadores hay en el terreno de lucha, más disparos se oyen, ya que son las señales de las victorias de distintos luchadores.

En cuanto a las costumbres alimenticias, su tradición dicta que el hombre coma primero; y después, respetando la jerarquía, lo hagan las mujeres y los niños.

Las mujeres Suri acostumbran a dilatarse los labios y las orejas, introduciéndose platos que pueden llegar a medir hasta 40 cm de diámetro, aunque hoy en día son cada vez más las mujeres jóvenes que se niegan a realizar esta práctica de belleza tan dolorosa, a pesar de que estos platos les permitan obtener una mayor dote matrimonial.

La cabeza del hombre ha de ir completamente afeitada y, en el caso de los niños, se les pinta la cara o, incluso, todo el cuerpo con pintura de arcilla blanca.

Son altamente sensibles al arte, que muestran grabándose dibujos en su propio cuerpo con cicatrices en la piel y adornándose con cinturones y brazaletes. La vida de esta tribu es en gran parte comunitaria, comparten los productos de la leche y la sangre del ganado, que obtienen perforando levemente el cuello de la vaca con una flecha por la mañana para consumir la sangre inmediatamente.

Todas las mañanas, los Suri tienen la costumbre de aplicarse ceniza y estiércol por todo el cuerpo, realizando decoraciones increíblemente bellas con espectaculares tocados, creyendo que esta práctica puede ahuyentar a las moscas y evitar las picaduras de los insectos. Sus pinturas corporales representan desde diseños abstractos hasta patrones florales con una deslumbrante variedad. Para ellos, es una expresión cultural más elemental que la propia música o la danza. De esta manera expresan su estado de ánimo o su orgullo.

Las vacas son tremendamente importantes para los Suri, en algunas ocasiones incluso llegando a poner en riesgo su vida para protegerlas, ya que los hombres Suri son juzgados por la cantidad de ganado que poseen, que suele ser alrededor de 30 vacas. El número de reses que componen la vacada también es muy importante para conseguir buenas esposas. El padre, propietario del rebaño, regala 30 vacas a cada hijo como dote cuando se casan. En las familias numerosas es fácil que los más jóvenes se queden fuera del reparto. Por ello, muchos se ven obligados a recurrir a actuaciones poco ortodoxas para conseguir su dote.

Sin lugar a dudas, resulta fascinante adentrarse en estas culturas, donde radica el origen del hombre y donde las tradiciones se siguen manteniendo como hace cientos de años.

DANNY YEN SIN WONG:
Fotógrafo profesional de Malasia y embajador de Nikon en su país, organiza viajes internacionales de fotografía y lleva a los fotógrafos a explorar lugares exóticos como Kenia, Tanzania, Etiopía, Vietnam, China, Nepal, Camboya, Malasia y muchos más en todo el mundo. Su talento para la fotografía lo ha hecho destacar y ganar los más importantes concursos fotográficos del mundo, no dejando indiferente a la comunidad fotográfica internacional.
Su gran pasión por la fotografía siempre lo ha convertido en “Never Stop, Explore the World”.
http://www.facebook.com/dannyimageworld

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