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El director Paul Urkijo en pleno rodaje de Irati.

Paul Urkijo. “Cuando estoy dirigiendo, ni siento ni padezco”

Texto: Jesús Casañas • Fotos: Filmax

Paul Urkijo (Vitoria-Gasteiz, 1984) se sigue labrando una carrera con la que convertirse en uno de nuestros grandes directores de cine de género. Mientras estudiaba Bellas artes en la Universidad de Leioa (donde se licenció en 2008), empezó a hacer cortos tan interesantes y premiados como Clavos (2006), El pez plomo (2007), El bosque negro (2013) o Naara (2014).

En 2018 debutó en el largo con Errementari (El herrero y el diablo), inspirada en el cuento tradicional de Patxi Errementaria. Este año sigue explorando la mitología vasca con Irati, película en la que ha llevado a la gran pantalla a seres como Mari, el Basajaun o las Lamias.

Hiciste un montón de cortometrajes, con los que llegaste a acumular 85 premios nacionales e internacionales, así como más de 400 selecciones. ¿Sentías que era el momento de dar el salto al largo?
Antes de hacer esos cortos, había hecho con colegas otros mucho más amateurs. Clavo, por ejemplo, lo hice en 3D para presentarlo en un concurso; y con aquel premio en metálico pude hacer el siguiente, El pez plomo. Fui haciendo cortos cada vez más complejos, más ambiciosos y enfocados hacia lo fantástico. Vas viendo que los festivales van funcionando, que tienes buena acogida y, cuando llevas quince años haciendo cortos, dices: “es el momento de saltar al largo”. Tenía ahí la idea de Errementari (El herrero y el diablo), basada en el cuento de Patxi Errementaria, y fueron ocho añitos para levantarla.

Su rodaje fue bastante duro: siete semanas invernales, con mucho exterior, escenas de acción, efectos especiales… ¿Cómo lo recuerdas?
Era mi primera película. Tienes cierta presión encima, intentas hacerlo lo mejor posible, tener toda la película dibujada, el storyboard cerradísimo… Ocho años en total para levantarla, buscar financiación, convencer a la gente de que era posible hacer una película así, porque al final es una película con efectos, con monstruos, de género fantástico, que aquí se hace poco. Eso supone siempre andar con limitaciones de tiempo, de recursos, muy pocas tomas por plano, corriendo, y con mucho frío. Fue duro, pero lo recuerdo con cariño. Estaba muy concentrado y muy metido. Yo, cuando estoy dirigiendo, ni siento ni padezco.

Llegaste a contar con el apoyo de Álex de la Iglesia, con quien habías trabajado en 2008 en Plutón BRB Nero. ¿Qué supuso para ti?
Ya teníamos la financiación para poder rodar, pero no teníamos para la postproducción y la distribución. Cuando quedaba un mes, Álex se enteró. Habían pasado ya muchos años desde que había trabajado con él, y no habíamos tenido más relación. Vio los diseños de los demonios de Pedro Rodríguez, el artista de efectos protésicos con el que suele trabajar, y contactó conmigo. Me dijo que quería producir la película, yo le dije que ya íbamos a rodar, y me dijo que, cuando tuviera el primer montaje se lo enseñase. Le gustó mucho, y gracias a él pudimos tener una buena distribución. Para mí, personalmente fue una gozada porque es una persona a la que admiro mucho.

Se llevó el premio del público en la Semana del cine fantástico y de terror de San Sebastián, y recaudó 150 millones de euros. ¿Esperabas este éxito?
Nunca sabes si va a funcionar bien o no una película. Como director, trabajas como público también, haces lo que te gustaría ver, y esperas que a la gente le vaya a gustar, pero siempre está esa duda porque al final es un género que se ve poco, no sabes si la gente lo va a apoyar o no, pero al final resultó que tuvo muy buena acogida.

El segundo largometraje es Irati, una nueva aventura fantástica, con personajes inspirados en la novela gráfica El ciclo de Irati de J. L. Landa y J. Muñoz, además de otras leyendas vascas y sucesos históricos, como la batalla de Roncesvalles. ¿Cómo se inicia?
Irati para mí era una película basada en un tipo de mitología mucho más antigua, más telúrica, arraigada en la propia naturaleza, en ese compendio de cuentos que hay en la mitología vasca. Siempre había tenido la obsesión de hacer una película como homenaje. Pensando en cómo adaptarla, me acordé del cómic que tenía en los noventa, El ciclo de Irati, ambientado en la época del siglo VIII, donde estaban estos personajes de Eneko, que era el primer rey de este protorreino de Pamplona, y la joven pagana, llamada Irati. Era un cómic bastante juvenil, con un dibujo tipo Astérix y Obélix. Yo veía la posibilidad de poder aterrizarlo más, ponerlo en un contexto histórico real. Cogí el cómic como un vehículo para poder acceder a esa fuente original. Luego cambié absolutamente todo lo que salía para hacer una historia totalmente original. Es el amor hacia esa época legendaria y esos mitos, como el de Mari, que es una reflexión casi antropológica sobre lo que representa la diosa en el panteón. Esa diosa paleolítica, una diosa madre que se ha protegido en los propios cuentos.

El dosier de prensa asegura que Irati es la “primera película fantástica de espada y brujería medieval que se ha hecho nunca en el país”. ¿Te has inspirado en los grandes clásicos del género? Jasón y los argonautas, Conan el bárbaro, Excalibur…
Más que inspirarme, están ahí. Es un género y una época que siempre me han gustado. Y, aunque he intentado no apoyarme en esas películas, inconscientemente salen. Es inevitable, los creadores intentamos ser originales, pero al final no dejamos de apoyarnos en todo ese bagaje imaginario que hemos devorado desde niños. Es muy bonito encontrarse cosas que pueden asemejarse.

Se ha rodado entre Araba, Gipuzkoa, Bizkaia, Navarra y Huesca, con emblemáticas localizaciones históricas como el Castillo de Loarre o las cuevas de Arrikrutz, la Leze o Pozalagua. Estaba claro que la naturaleza tenía que ser un personaje más…
Sí, al final, como la película trata de esas deidades mitológicas tan vinculadas a la propia naturaleza, era muy importante que fuera protagonista. Ir a esos lugares tan bellos, a los que era muy complicado acceder para rodar, era importantísimo porque le iban a dar a la película esa “epicidad” en la imagen. Fuimos a bosques y cuevas profundísimas, a montañas altas, nos adentramos en la naturaleza para poder captar a esas deidades mitológicas.

¿Ha vuelto a ser el rodaje tan duro como el anterior?
Bueno, los técnicos te dirán que sí [risas], pero la verdad es que lo hemos disfrutado mucho. Hemos tenido muy buena suerte con el tiempo y es una gozada poder rodar en parajes naturales tan bonitos, captando imágenes tan bellas.

Errementari e Irati se suman a la buena racha que vive el cine vasco en los últimos años, junto a otros títulos que también han dado mucho que hablar como Handia, Ane, Akelarre… ¿Crees que vive una nueva época dorada?
Lo que ha habido es gente muy trabajadora, que no ha parado de currar, y año tras año se van sumando películas a la industria del cine vasco. Cada año está más fuerte, hay más técnicos y una calidad altísima. No sé si es una nueva época dorada, pero mantenemos la línea.

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