Cuando Paco García llegó, con apenas 18 años a Bilbao, no imaginaba que su trabajo iba a hacer felices a lo largo de varias décadas a miles de bilbaínos, que su nombre iba estar ligado a uno de los bocados más representativos de la Villa, que iba a ser el depositario del mágico secreto con el que se hacen las ‘Felipadas’.
A Paco, que rige el Bar Alameda, ubicado en Alameda Urquijo 40, a unos pasos del Azkuna Zentroa, suele encontrársele al fondo del estrecho pasillo del local, detrás de la barra, en un rincón conocido por sus amigos como ‘el confesionario’. Ligeramente inclinado, con la vista puesta en una rebanada de pan de molde, que embadurna con mahonesa cuidadosamente, con el mismo cariño que pondría un artista al dar unas pinceladas sobre un lienzo de pintura, recuerda que nació el 17 de noviembre de 1956 en San Medel, un minúsculo pueblo de Salamanca, que se encuentra en la Ruta de la Plata, entre Guijuelo y Bejar. Estudió, en régimen de internado, ya que se quedó huérfano de padre y madre de muy jovencito, en un colegio de los Padres Reparadores, primero en Venta de Baños y posteriormente en Alba de Tormes, donde hizo el Bachillerato.
Con 16 años recién cumplidos la vida le cambió para siempre. Pasó de ser un estudiante aplicado, que de vez en cuando escribía poesía y hacía teatro en el colegio, a convertirse en un joven que buscaba trabajo. A esa edad llegó a la estación de Atocha de Madrid, acompañado exclusivamente de una maleta de madera, para ingresar en la universidad de la vida. Un par de años más tarde, ya cumplidos los 18, se acercó a Bilbao a visitar a un primo suyo y pasar con él unos días de vacaciones. Unas semanas más tarde, en febrero de 1975, casi por casualidad, comenzó a trabajar como camarero, el oficio que le ha unido para siempre a Bilbao, en el bar Alameda, que regentaba desde su fundación, 28 de diciembre de 1954, Teo Gómez, ‘Teo’ para los amigos, y a quien Paco recuerda como si hubiese sido un padre: “Teo siempre me ayudó mucho, como si yo hubiera sido un hijo suyo”. En esa misma época, con apenas 18 años, conoció a María Alunda, con la que se casó el 28 de febrero de 1981, cinco días después del intento de golpe de Estado de Tejero, y con la que ha compartido todos sus sueños y proyectos.
En 1986 Paco y María decidieron volar solos. En esa fecha abrieron, en Alameda San Mamés, la marisquería Oncalada y poco tiempo después el restaurante Jonemar. En 1995 el destino de Paco y María, que parecía escrito derecho con renglones torcidos, les volvió a unir, y esta vez de manera definitiva, al bar Alameda. Ese año ‘Teo’, que se jubilaba, llamó a Paco, su antiguo empleado, para que se hiciera cargo del Alameda, para hacerle depositario del secreto de las ‘Felipadas’. Un bocado, icono gastronómico de Bilbao desde 1955, cuya fórmula mágica sólo conoce Paco.
Al fondo del local, detrás de la barra, inclinado sobre el minúsculo lienzo que es una rebanada de pan de molde, dando pinceladas de mahonesa, cuenta que las ‘Felipadas’ las inventó, pocos meses después de ser inaugurado el bar, Felipe Gallo, representante de peluquería, vecino de la zona y cliente habitual, que una tarde se acercó al bar, como hacía habitualmente, con sus amigos de la cuadrilla. “Ese día –dice Paco mientras prosigue concienzudamente con su labor– Felipe le pidió a Teo que le dejara hacer unos pintxos para sus amigos. Al día siguiente sus amigos, tanto les había gustado el sándwich que les hizo, le pidieron a Teo que les hiciera el mismo pintxo. Las ‘Felipadas’, así es como lo bautizaron, que el día anterior había hecho Felipe”.
Paco explica, mientras se aplica con el cuchillo y la mahonesa sobre el pan de molde, que en el año 1977 en el Alameda comenzaron a utilizar en la elaboración de las ‘Felipadas’ pan Bimbo, ligeramente más grueso que el que anteriormente les servía Harino Panadera. Por ello decidieron, algo que es una de las señas de identidad del pintxo, cortar por la mitad una de las rebanadas del pan. La ‘Felipada’ es un bocado muy sencillo, asegura Paco García, “se unta mahonesa casera sobre una rebanada de pan de molde. Sobre ese pan se ponen unas anchoas del Cantábrico, que tienen menos sal que las demás anchoas en salazón del mercado, unas hojas de lechuga fresca y un poco de picante, traído de Louisiana. Todo se cubre con otra media tapa de pan de molde, también embadurnada con mahonesa”.
En el Alameda, como no solo de ‘Felipadas’ vive el hombre, también se puede disfrutar de pintxos, elaborados por María Alunda, que es una excelente cocinera, como ensaladilla rusa, anchoas rellenas de calabacín y cebolla, tortillas o cazuelas, que el personal suele llevarse a su casa, de chipirones, albóndigas, bacalao al pil-pil, chipirones encebollados y en su tinta o pimientos rellenos. En la barra y en la pequeña terraza exterior, cuando el tiempo lo permite, ofrecen ensaladas y diferentes platos de cuchara, que están para chuparse los dedos.
Paco, que cada día abre el local a las ocho de la mañana y cierra a las once de la noche, lleva 45 años en el oficio, la mayor parte de ellos en el bar Alameda. En este tiempo ha hecho, ese es su principal patrimonio, cientos de amigos. Sabe que su nombre estará cosido para siempre a Bilbao por ser el depositario del secreto de las ‘Felipadas’.
Tel.: 944 435 008 Alameda de Urquijo, 40 – 48011 Bilbao
www.baralameda.es