¿Quién de pequeño no ha disfrutado en la estación cuando le llevaban a ver los trenes? Las chocolateras vaporosas “Tunecinas” de La Robla o las grandiosas “Cocodrilos” de Renfe, las “Brown Boveri” del Pullman de Atxuri, el “Rápido” de Oviedo en la Concordia o a coger los “Navales” para Plentzia o Bermeo. ¿Quién no recuerda esos viajes con olor a tortilla de patata, bocata de jamón y bota de vino, asomado por la ventanilla, con carbonilla incluida? Los bancos de madera que se clavaban en lo más hondo, en la mítica línea de La Robla: Balmaseda, Espinosa, Mataporquera, Guardo, Cistierna, Boñar… ¡Billetes, por favor!
Otros nombres como el “Iberia” a Salamanca, “Costa Vasca” a Madrid, “Sol de Levante” a Alicante, “Picasso” a Málaga, “Talgo”, “Ter”, “Electrotren”. No son solo nombres de trenes, sino sobre todo sabores a vacaciones, trabajo, negocios, amor…
Cuando uno entra en la sede de la Asociación de Amigos del Ferrocarril en Bilbao, se da cuenta de que es un lugar de esos en los que se respira ferrocarril por los cuatro costados. Todas esas sensaciones se le vienen de repente a la imaginación y no puede menos que recordar su infancia cuando jugaba con los trenes eléctricos o evocar un viaje en “Wagons Lits” rumbo a Estambul o en el mítico “Transiberiano” a Vladivostok.
Y es que la afición al ferrocarril es tan amplia como el mismo horizonte. Desde los modelistas rigurosos que fabrican sus trenes a exacta escala 1:87, a los conversadores de viajes, documentalistas bibliotecarios, coleccionistas de billetes (“Forondotelia” les gusta que se diga), fotógrafos apasionados que pasan horas hasta que “cazan“ su locomotora preferida en el mejor sitio. Seguidores de la vía estrecha (la más extendida aquí), líneas mineras, tranvías de uno u otro tipo, cinco pulgadas (como sentirse niño sin dejar de ser mayor). Y por qué no, también de la vía ancha y la alta velocidad. O aventureros audaces que en sus vacaciones se cuelgan la mochila, cámara de fotos y el Interrail en la mano y atraviesan Europa de punta a punta. En tren, siempre en tren: París, Amsterdam, Londres, Berlín, Oslo, Helsinki, Munich, Venecia, Viena, Budapest, Moscú, Estambul… No hay kilómetros que echen atrás a un buen aficionado al ferrocarril.
Asociación de Amigos del Ferrocarril de Bilbao
Aquí no hay nostalgia, hay recuerdos vivos que se encajan en el presente y el futuro. Y hablando de recuerdos, atrás quedan los años en que en 1958 un grupo de entusiastas fundó la Asociación en unos locales de la Plaza Zabálburu (Ferretería Boado), pasando después por un coche Salón de viajeros de madera en la Concordia, hasta instaurar la que sería su sede durante décadas en la calle Bailén nº1 (a la que la Asociación volverá en breve plazo de tiempo). Ese grupo de entusiastas fue en aumento y no cejó en su empeño de recopilar material ferroviario tanto en miniatura, como complementos ferroviarios y trenes de verdad, auténticos, para un futuro museo en Bilbao. Ciudad en la que se daban tres pasos y se encontraban carriles de todos los tipos y colores en cualquier lugar. En la década de los 70 se consiguió preservar numeroso material ferroviario de viajeros del siglo XIX en funcionamiento (locomotora de vapor Guipúzcoa y coches del anterior ferrocarril Vasco Navarro, coches Salones de viajeros de distintas compañías, auténticas joyas sobre raíles) y también locomotoras estáticas expuestas (“Izarra” en Bilbao Abando y “Artola” en La Concordia).
Esa época dorada en la que se llegó a organizar un Congreso Internacional de modelistas ferroviarios en Bilbao (MOROP), no cayó en el olvido. Hubo socios que filmaron kilómetros y kilómetros de películas y fotografías, casi tantos como tiene la línea de La Robla, de todos los trenes de la época. Cuanta admiración y respeto por estas personas y su generación. Personas emblemáticas, inigualables por su calidad humana, dedicación, generosidad y altruismo. Esta época dorada no vino a menos y al pasar de los años, ya en la década de los 90, se consiguieron automotores diesel de vía estrecha y de vía ancha (Automotor Billard, tren TER), así como unidades de tren eléctricas (439 006) con las que se surcaron todos los rincones posibles de la red ferroviaria (Lisboa, Madrid, Barcelona, Santiago, Canfranc Sevilla, Santander), sin faltar a la obligada cita anual de San Fermín en Pamplona.
El empeño por conseguir un museo del ferrocarril siguió adelante pero a mediados de los 90 el proyecto se vio truncado. La colección de material preservado fue en aumento con diversos trenes más de viajeros en vía estrecha, a la que se le añadieron además un microbús “azulito” en estado de marcha y un autobús urbano.
Casi 150 socios se afanan de una forma altruista y generosa, por mantener e impulsar todo lo relacionado con el mundo del tren. A pesar de la mala suerte corrida con los trenes de vía ancha (uno malogrado bajo las llamas y otro cedido a Galicia), la afición al ferrocarril no se desanima e intenta renacer, no tiramos la toalla. El próximo traslado a un nuevo local y una gran tormenta de ideas sobre proyectos futuros sólidos, hacen que no decaiga la ilusión por el “olor a tren”.
Al fin y al cabo, no todos los días una Asociación puede presumir de llevar más de medio siglo defendiendo al universo del ferrocarril.