Jesús Mari Lazkano (Bergara 1960). De aspecto renacentista. De luces inquietantes en realidades de fantasía simbólica, realista filosófico en paisajes propios que nos permite visitar indicándonos cómo salir de la caverna de Platón, para descubrir la maravilla del mundo real.
“La lámpara del cuerpo es el ojo. Si pues tu ojo estuviere sano, todo tu cuerpo estará luminoso” Mateo, 6:22
La pintura es un arte para el sentido de la vista (evidente), pero cuando ante un cuadro los sentidos se mezclan, el grado de percepción se magnifica. Solo entonces somos capaces de habitar la visión; de ver el silencio representado en una quietud que no molesta, de oír el color de los amaneceres. Su pintura es un vehículo para transformar el mundo físico y normal en algo superior, albergando todos los sinónimos de la serenidad: tranquilidad, sosiego, quietud, calma, reposo, placidez, paz. Son escenarios con atmósferas de serenidad contenida en naturalezas puras, sin seres vivos, salvo lo vegetal; enriquecidas por construcciones heredadas de una civilización anterior y extinta. Imágenes para meditar.
En una reunión agradable, Jesús Mari Lazcano, me hizo las siguientes reflexiones.
El arte es un medio a través del cual nos posicionamos ante la realidad, para llegar a otro plano y construir un hombre nuevo. Convertir lo habitual, trascendiéndolo y darle una nueva lectura. El espectador determina el cambio, el arte por sí mismo no puede hacerlo. Es un terreno desconocido de arenas movedizas que pretende que uno mismo mantenga una actitud crítica hacia la realidad, lo importante no son los objetos artísticos, es a lo que podemos llegar a través de ellos.
El arte se nutre del arte, somos herederos de nuestra cultura, estamos en cierta medida predeterminados por lo ya construido. El gusto va evolucionando y transformándose con el tiempo, las nuevas tecnologías están incorporando elementos que sin darnos cuenta están transformando nuestro concepto de la belleza, transformamos las imágenes dándoles más brillo, saturando el color. Ahora con la tecnología, vemos más de lo que nuestros ojos pueden ver y cuando volvemos a la realidad, nos encontramos con que todo es bastante más gris de lo que parecía en las fotos.
Nunca aceptar lo preestablecido sobre lo que es bello, o no, ¿dónde están los márgenes? Hay que relativizar el determinismo cultural en el que estamos envueltos.
El arte y la religión intentan responder a las mismas preguntas, pero por caminos totalmente diferentes. Es importante revisitar el pasado para conocer qué es lo que han hecho los que nos han precedido. La pintura es una forma de conocimiento.
No hay necesidad de explicar las obras, una cosa es comprender el arte y otra identificarte emocionalmente con él. Me siento muy libre trabajando en función de mis propias preguntas. Lo importante son las ideas, se pinta más pensando que pintando.
Hay un tiempo de creación y otro de manipulación. La idea del proceso es fundamental en mi caso. Se trata de una actividad transformadora que te hace pensar de otra manera, pero siempre hay que tener algo que decir y debemos ser capaces de emocionar. Que la pintura te golpee y te espabile. Pinto la luz, pero quiero pintar el tiempo.
La pintura no pasa, siempre ha habido nuevas tecnologías. No es cierto que en mis cuadros no haya personas, siempre hay una persona como mínimo, el que mira.
Ellos son los actores aunque no aparezcan en lo que estamos viendo. Están presentes en la transformación derivada de la actividad humana en una construcción intelectual y cultural del paisaje, no existe nada virgen, es cuestionable pensar en la pureza natural o ecológica.
Tengo una conexión muy íntima con el arte paisajístico chino. La tradición decía que para ser un buen pintor de paisajes, previamente tenías que conocerlo de memoria, tener un trabajo de campo que te comunique y te identifique con él. Conocer su sonido, mojarse, pasar calor, recorrerlo a oscuras, para poder enfrentarse al siguiente paso… el de crear. Me identifico con la leyenda del artista que desapareció en las nieblas que estaba pintando.
El resumen de mi proyecto artístico es la imposibilidad objetiva de llegar al horizonte, porque al desplazarte va transcurriendo el tiempo y el espacio en un viaje apasionante donde van ocurriendo cosas. El arte tiene que estar más próximo a la gente; el arte tiene que rodearnos continuamente. Me encanta hablar de pintura.
Texto: Pedro Rojo• Foto: Hibai Agorria