Los hayedos de trasmocho están en peligro de extinción. Los antiguos bosques de carboneros, que fueron fuente de energía durante siglos, son ecosistemas húmedos que dependen de la madera muerta para su correcto funcionamiento. Los árboles gigantes que criaron árboles en las alturas, gracias a la sabiduría de los hombres que los trabajaron, se han convertido en bosques con mucha alma. Los hayedos de Otzarreta y Belaustegui son paisajes de admiración para las personas que los visitan.
Texto: BAO • Fotos: Pedro Ajuriaguerra, Hibai Agorria y Juanma Gavira
Hayedo de trasmocho
En el hayedo, además de disfrutar de la vista y de la magia que genera este lugar, debemos de saber que en esa zona hubo actividad ferrona. Las ramas de estas peculiares hayas servían de materia prima para la elaboración del carbón vegetal que antiguamente nutría las ferrerías de nuestros valles. Las hayas no se cortaban desde el tronco, sino que solo se podaban sus ramas a una altura de unos 2-3 metros con el fin de ser utilizadas como materia prima.
Tras la extracción de las ramas, se hacían carboneras en pleno monte, donde se quemaba la madera para fabricar el carbón. Al no tirar el árbol, se podían seguir aprovechando las nuevas ramas en un período de unos 10-15 años, sin necesidad de que el hayedo desapareciera. Por esta acción, la peculiaridad de las ramas de sus árboles es que crecen en horizontal en vez de en vertical, proporcionando al haya un aspecto de candelabro y generando, en su conjunto, un paisaje majestuoso y diferente. Además, si prestas atención, seguramente te encuentres plataformas de piedra en algunos hayedos, donde se construían las carboneras, y caminos carretiles por donde se transportaba el carbón. Las hayas se trasmochaban cuando tenían unos 50 años, cortando la guía principal. Las ramas se usaban fundamentalmente para la fabricación de carbón en las carboneras.
Ecosistema único
Los últimos mohicanos del bosque necesitan ayuda. Un efecto interesante del trasmocheo es que, a través de cortas regulares, los árboles trasmochados pueden alcanzar edades mucho mayores que los árboles no trasmochados. Mientras que la esperanza de vida en un haya natural puede rondar los 200-250 años, el de las hayas trasmochadas puede llegar hasta los 500 años (Helen Read, 2008). Este efecto tiene una vital importancia para la conservación de la biodiversidad y variedad de nichos ecológicos, como agujeros, pequeñas cavidades donde se acumula el agua, partes de la madera del árbol en diferente estado de descomposición, exudaciones de savia y desprendimientos de corteza, etc; lo que significa que estos árboles albergan un excepcional valor para la conservación de la biodiversidad. Aves y otros mamíferos de costumbres arborícolas encuentran en ellos refugios y posaderos apropiados, mientras que una multitud de invertebrados, algunos con requerimientos muy específicos y excepcionalmente raros, habitan en árboles trasmochados.
Numerosas especies de hongos y líquenes se encuentran también asociados a dichos árboles. Por estas razones, los lugares con concentraciones de viejos árboles trasmochos pueden representar algunas de las más importantes áreas para la conservación de la biodiversidad en Europa.