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Guggenheim

Guggenheim Bilbao XX 1997-2017

20 años de inspiración. Recuerdo la entrada en la veintena. La garra, la magia… las ganas de luchar por cumplir tus sueños, por cambiar el mundo… la motivación…

Mentiría si dijese que recuerdo Bilbao sin el brillo que produce el sol en el titanio, sin las flores que adornan el perro más famoso del mundo, sin la araña más grande y menos temida del planeta… Mentiría si dijese que recuerdo el Bilbao gris, industrial de las fotografías, documentales y libros de Historia. Mentiría si dijese que no es importante conocer el pasado, para poder hablar del presente, de los cambios, de lo que es Bilbao a día de hoy… del icono más reconocible de la ciudad…

Creo que no hacen falta presentaciones…

En octubre de 1997 se inauguró el Museo Guggenheim. Yo tenía exactamente siete años. Mi escéptica madre repetía una y otra vez: “¡Qué pinta esto en Bilbao!”. Mi padre, mucho más echado para adelante, se atrevía a compararlo con una lata de sardinas. Y yo… yo la verdad es que muero por saber lo que habrían dicho mis abuelos si hubieran levantado la cabeza…

Llega el 2017. Han pasado 20 años desde que esta gran escultura de titanio, piedra y cristal, diseñada por el arquitecto norteamericano Frank Gehry, abriera sus puertas. Mis padres ahora están encantados. “¡Qué gran acierto!”. “¡Cómo ha cambiado Bilbao!”. Ya no existen las latas de sardinas, todo son elogios (seguro que más de uno se siente identificado con mi familia).

Tanto es así que sólo le han faltado dos décadas para convertirse en el orgullo de todos los bilbaínos. En nuestro niño mimado; en el encuadre más fotografiado de la localidad; en el motor que ha conseguido que muchos otros lugares turísticos nos traten de tú a tú… En conseguir que sea calificado, por muchos, como el avance de la arquitectura del tercer milenio.

El Museo Guggenheim está situado en una parcela de 32.500 m2 y bajo una característica particular: se integra en la estructura urbana de la ciudad salvando dos contratiempos. La primera es que se encuentra a nivel de la ría del Nervión (a 16 metros por debajo de la cota de la ciudad) y la segunda que está atravesado en uno de sus extremos por el colosal Puente de la Salve.

¡Y vaya si los salvó! Encajó mejor de lo que lo hacen las piezas de un puzle y se convirtió en un edificio compuesto por volúmenes interconectados. Algunos de ellos tienen forma ortogonal y están recubiertos de piedra caliza. Otros son curvados y retorcidos, cubiertos por una piel metálica de titanio. Todos ellos se combinan con muros de cortina de vidrio que le dotan de transparencia. Tanto las sinuosas curvas como las paredes de cristal están confeccionadas gracias a los avances tecnológicos.

Una vez dentro, 11.000 m2 de espacio expositivo se distribuyen en 20 galerías. 10 de ellas tienen forma ortogonal, son de aspecto clásico y tienen un recubrimiento de piedra. Las otras 10 tienen una irregularidad singular y se identifican desde el exterior por su recubrimiento de titanio. Y todas ellas han acogido a artistas como Bacon, Warhol, Oteiza, Kiefer, Chillida, Katz…

Y por si fuera poco, Jeff Kons, Louise Bourgeois, Daniel Buren, Yves Klein, Fujiko Nakaya y Anish Kapoor embellecen y llenan de carisma el entorno del Guggenheim día tras día. Un perro, unos tulipanes, una araña, un arco rojo, una fuente de fuego y la niebla se han convertido en los elementos imprescindibles de los aledaños del Museo.

Puppy es el guardián del Museo. Se trata de un terrier gigante cubierto de 38.000 plantas en flor, una obra de Jeff Kons que se ha convertido en tan nuestra, en tan bilbaína, que muchos dicen que el Guggenheim es su caseta. Kons está presente también en Tulipanes, un ramo de flores concebido a modo de globos de colores de más de 2 metros de alto y 5 metros de ancho. Louise Bourgeois sorprende a los viandantes con una araña de casi 9 metros de altura, Mamá. Mientras que Daniel Buren llena de color el Puente de la Salve con Arcos Rojos. Anish Kapoor, por su parte, capta los objetivos de cientos de personas con El gran árbol y el ojo. Una obra ilusionista en la que 73 esferas reflectantes se asientan sobre tres ejes. Esta obra, junto a las de Yves Klein y Fujiko Nakaya, Fuente de Fuego y Escultura de niebla, consiguen ser el foco de atención de todos los que cruzan el puente del Guggenheim.

El espacio en el que se encuentran todas ellas fue, tal y como dice la leyenda, elegido por Gehry desde Artxanda. Aseguran que conocedor de la perspectiva que ofrecía este monte, se subió a él e indicó el lugar exacto en el que quería colocar el Museo. Un Museo que en sus inicios costaba por persona 700 pesetas. El primero en pagarlas fue Antonio Ligero: un profesor del Conservatorio de Bilbao que se levantó con los primeros acordes y llegó tres horas antes de que abrieran sus puertas. Tras él, 4.501 personas pisaron por primera vez el Museo y lo calificaron de sorprendente, magnífico e impactante.

A partir de ese momento, han pasado por el Guggenheim actores, directores, escritores, cantantes… que al igual que el Museo, tampoco necesitan ser presentados: Brad Pitt, John Malkovich, Almodovar, Samuel L. Jackson, James Bond, las hermanas Wachowski… hasta los protagonistas de la serie de moda Juego de Tronos han sucumbido a sus encantos y han decidido conquistarlo.

Celebrities, películas, videoclips… quién iba a decir, allá por los noventa, que aquella lata de sardinas se acabaría convirtiendo en parte de nuestra alma… en nuestra casa… en aquello que nos representa… en una apuesta por la renovación… por la cultura… por el embellecimiento y por dotar de vida a una ciudad. Una ciudad que, y como nadie puede negar, hoy brilla más que nunca… Y todo ello se lo debemos… muy en parte… a todos aquellos que sí creyeron en el futuro y apostaron por él. Así que no me queda más que darles las gracias y felicitarles desde aquí. Zorionak!

Texto: Garazi Ramos • Fotos: Aritz Atela Ayo y archivo de Guggenheim Bilbao

Museo Guggenheim Bilbao • Av. Abandoibarra, 2 – 48009 Bilbao

Tel.: +34 944 359 000 • www.guggenheim-bilbao.es


20 years of inspiration

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