Llamo a su puerta y me abre una de sus obras más personales: él, vestido en un cuadro con mangas, donde pasea sus colores. Vive en su celda-estudio en el museo personal de todo su mundo, recogido en pinceladas y brochazos de luz. Fiel a sí mismo, fiel a sus colores, consciente de la vida que le ha tocado vivir.
Un ejemplo de pasión por el trabajo y la búsqueda incansable dentro de un viaje interior con estaciones para respirar y volver la mirada. Historia del arte vivo. Un grande con toda la humanidad de los grandes.
Iñaki García Ergüin. De profesión, pintor. Natural de Bilbao e “Ilustre bilbaíno”. Nacido en 1934. Premio nacional de pintura en 1958 y de otros muchos más. Comenzamos en una conversación tan fluida, tan cargada de anécdotas y nombres propios, que es muy complicada de resumir.
Y hablamos: “Es difícil definirse a sí mismo. Si algo me ha caracterizado en la vida es la constancia; si se me ocurre algo lo persigo hasta conseguirlo. Cuando salía a concursar, mi madre me decía como un buen entrenador de fútbol: “¡Hala hijo, a ganar, tú eres el primero!”. Ella era una aldeana de Mondragón con coraje, fe y mucha positividad. Artista puede ser todo el mundo, cada uno en su profesión. ¡Ése es el arte! A la pintura no la considero arte, como persona soy pintor, que ya es bastante y luego artista, veremos…
Cuando gané el premio ese en Madrid, alguien me dijo: “Mira chaval, tú eres pintor, si tuviera dinero, te concedería una beca”. Esa frase la recordaré siempre. Esto es un oficio. Yo enseguida veo si eres pintor o no, si tienes el toque, es como si en la música tienes oído, yo no lo tengo, pero lo tengo para el color, lo he tenido desde niño.
Fui al seminario con un amigo con el que iba mucho a la catequesis, entonces era corriente, no sé como mi padre no me mató, me lo pagaba la parroquia. Yo tenía la idea, que se decía, “que los curas desayunan con chocolate”, entonces había algo en esto, como que ibas a ser un ser superior dentro de la vida. En el seminario empecé a hacer copias de cuadros religiosos, y allí tuve mi primer contacto con el óleo, en un estudio para los seminaristas.
Cuando salí, yo ya tenía como una base sólida, pero tuve que entrar a trabajar, porque en casa no había dinero. Después iba a sindicatos a pintar. Así me hice pintor serio. En el seminario, del cual me echaron, pero, en el que me hicieron un favor.
Me han dado la patada dos veces en esta vida, una fue ésa, gracias a la cual entré a trabajar en Iberduero. Y la segunda fue al de nueve años, cuando tuve la suerte de que el presidente me llamara y me dijera: “Mira chaval, tú eres pintor y te tienes que ir de aquí. Tú tienes que ser pintor”. Y me echó con una beca. Pasé de ser un pintor dominguero, oficinista con ficha, a ser un hombre libre, por fin. Aquello marcó mi vida. Viajé por Europa y los museos. En Munich, me apunté a clases para aprender técnicas. Soy un pintor mal aprovechado, de grandes espacios, de brochazo, de brocha gorda como se dice. Por mi forma de hacer, tenía que haber sido de la escuela de Velázquez, Rivera… Yo soy un clásico, no puedo ser otra cosa y siempre haré pintura. Desde que empecé tengo los mismos colores en la paleta. Se pinta con las piernas primero, como en el esgrima, el brazo no es más que el conductor de la mente, si no tienes las piernas fijas no vas a tener el pulso, luego el cerebro es el que manda, yo no puedo trabajar sentado, por eso te duelen los riñones, y no los brazos. En todo esto hay un momento de borrachera, darle la vuelta a un cuadro es fundamental para verlo con otros ojos.
Ahora estoy trabajando con papel de arroz, preparo el lienzo por el día, y por la noche se van secando las aguadas. Estoy durmiendo y estoy pintando, eso es muy bueno y estás deseando levantarte de la cama para ver que reacción han tenido.
Con lo que estoy haciendo, tengo ideas y divertimento para años. En el planning que me he hecho para mí, me sale que tengo que vivir por lo menos 100 años. Hay que estar sano y fuerte, si estás triste no puedes trabajar. Ser feliz es no tener deseos de nada, conformarte con lo que hay.
Los niños son arte puro al principio, luego, en el colegio, se desvirtúan. Conservo dibujos de mi nieto de cuando tenía cuatro años que son una maravilla, los voy a pasar a telas, voy a intentarlo, va a ser muy bonito.
En este mundo hay muchas cosas que se pueden cambiar, esto está montado sobre la avaricia. Y… ¿la abstención por qué no sale a la calle?, hay mucha desilusión en la gente. No va a haber revolución. Que haya menos pobreza, menos paro y que no haya guerras, aunque vendan muchas balas.
He podido vivir porque había coleccionistas que compraban obra, pero ya están desapareciendo. He conocido casas en las que ya no entraban los cuadros en las paredes. Estoy preocupado porque no sé como voy a sobrevivir, ya no hay ventas ni para gastos. Una tienda se cierra y yo no puedo cerrar, tengo que pintar.
He pasado más hambre que el perro de Mocazos, pero volvería a nacer… volvería a confiar en el arte.
Texto: Pedro Rojo • Fotos: Hibai Agorria