“Olentzero es muy nuestro, en el fondo es un aldeano” reflexiona Fito Cabrales sobre el entrañable carbonero panzón que fuma en pipa, bebe más vino de lo razonable y cada Navidad nos visita para dejarnos unos presentes bajados del monte. Aprovechando su llegada, músicos de diferente pelaje rock nos cuentan lo que este dadivoso ser mitológico representa en sus vidas.
“Cuando era pequeño -recuerda Fito- en Bilbao no había Olentzero, era muy gris. Íbamos a la Gran Vía a ver el paseo de los Reyes Magos. En el colegio no se podía hablar euskera, incluso si alguien hablaba euskera era mal visto, cosa de aldeanos, y lo mismo pasaba con las tradiciones que tuvieran un carácter plenamente vasco. Yo iba al colegio San Francisco y nos cantaban alguna canción en euskera, pero como de tapadillo. Olentzero no supe lo que era. No existía”.
Y, sin embargo, el Olentzero lleva existiendo desde que las comunidades precristianas vasco-navarras lo incluyeran en los rituales del culto solar del solsticio de invierno. Después, el tiznado barrigudo asumió la cristiandad y pasó a anunciar la llegada del Niño Mesías. Y con cierto aire proscrito, casi ninguneado, pasó el Olentzero ‘la larga noche’ de los 40 años. Xabier Silveira, bertsolari con alma de roquero, recuerda aquella época: “En mi pueblo, Lesaka, es la tradición que más viva se mantiene y más propia sentimos. No se perdió nunca. Al principio no traía regalos. El día de Olentzero era de por sí un regalo. Grupos de jóvenes paseaban sus Olentzeros entre ‘bertsos’ que hablan de su forma de vida o de que él fue quien dio parte de la llegada del Mesías”. Desde finales de los ochenta, Olentzero se ha ido consolidando como una realidad que bandea entre el mito antológico y el consumismo voraz contemporáneo.
Lino Prieto, guitarrista de Parabellum y Macarrada, rememora aquel tiempo en que el Olentzero no era más que un susurro del tiempo: “Mis padres son de origen cántabro-castellano, de crío poníamos el Belén y a esperar a los Reyes. Y a pasar envidia con Papá Noel, porque los niños a los que visitaba podían jugar antes. No supe del Olentzero hasta que la palmó ‘Patxi’, y la cultura vasca pudo recuperar posiciones. Pero para entonces ya había descubierto la gran mentira…”. Podri, cantante de los espídicos punkers Rat-Zinger, reivindica al carbonero frente al trío real: “En mi familia, a pesar de ser nacionalistas y no demasiado católicos, no había tradición. Eran los cristianos Reyes Magos. Esto se daba en la mayoría de la gente de mi generación en Bilbo. La misma generación que sí hacemos Olentzero con nuestros hijos. Pero no me compares, es pagano”.
Regalos musicales
Kutxi Romero, prócer de Marea, unos años más joven que los músicos que hasta ahora han intervenido, sí vivió en su infancia la llegada del marido de Mari Domingi. “Mi familia son emigrantes jienenses y republicanos -explica-, cuando llegaron a Euskadi lo del Olentzero les vino de puta madre para seguir renegando de la monarquía. Además, les hacía gracia que el que traía los regalos era un carbonero borracho con más mierda que una obra en la cocina. De pequeños nos llevaban de Berriozar a un centro social y el Olentzero repartía los regalos aleatoriamente, lo mismo te tocaba una Barbie que unos palotes enrollados con una goma. Una vez, me tocó un saxofón de plástico, pero lo cambié por un tirachinas, algo mucho más práctico y entretenido”. Con Enriko Rubiños, batería de Vendetta, el Olentzero acertó desde el principio: “Pues sí, mi primera batería real, aparte de las de juguete, me la trajo él. Me llevaron como de paseo hasta la tienda de instrumentos de mi pueblo, paramos en el escaparate y me dijeron mis padres, ‘¿qué, te gusta?’. Cuando me dijeron, ‘el lunes venimos a por ella’ casi me caigo de espaldas”. También con Sara Iñiguez ‘Rubia’ anduvo enfilado: “Me regaló una guitarra española que aún conservo, con la que fui a aprender canciones de acampada bastante deprimentes. No duré mucho. En mi casa había mucho regalo tipo calcetines, pijama, cosas necesarias en papel de regalo. Mi hermana fue el mejor regalo. Éramos poco de juguetes y más de jugar a cosas tipo festival de Eurovisión: luz apagada, linterna y encima de la cama inventado canciones en inglés”.
Después de todo, de lo que se trata es de compartir la ilusión con la chavalería. Lino: “A mí me ha servido para salir a cantar con los críos del club de tiempo libre, villancicos y así. Flipo con los críos y lo bien que se lo pasan, es una figura menos solemne que los Reyes o Papá Noel, los chavales empatizan más. Al fin y al cabo, no deja de ser un txikitero barrigón, y de esos vemos unos cuantos todos los días”. Brigi Duke, proteico baterista de la banda de El Drogas, asevera: “Mis sobrinillos estudian en ikastola, así que tenemos mucho más presentes las tradiciones euskaldunes. Aquí, en Burlada, cada vez tiene más tirón, gracias a todos está creciendo cada vez más nuestra cultura”.
Fito pone el acento en las dificultades para que el mito perdure: “Ahora tiene que competir con Papá Noel, lo tiene difícil en un mundo tan estético. A casa siempre viene, aunque también vienen los Reyes. Tengo amigos que hacen de Olentzero todos los años y les parece algo acojonante, además, como son gordos y con barba, lo tienen tirado”. Kutxi Romero se centra en la dificultad de sostener la propia existencia del ser mágico: “Cada año me tengo que inventar algo estrambótico para explicarles cómo coño ha entrado en casa y se ha bebido el vino y el ron si no tenemos chimenea”. A Sara Iñiguez la propia afirmación de su existencia le produce reparo: “De momento no tengo niños, pero me daría cosa estar todo el día mintiéndoles. Seguro que les chivaría a mis hijos que el Olentzero son los padres y, al día siguiente, se armaría fina en el colegio”. En tanto que Enriko, de Vendetta, destaca su ambivalente relación con el personaje: “Pues una relación amor-odio. Amor, porque siempre cae algo, y odio, por la factura que deja a su paso”. Por su parte, Xabier Silveira, que le cogió con las manos en la masa, se hace cargo de la hercúlea tarea del repartidor: “Una noche lo pillé in-fraganti en casa de la ama. El hombre se vio tan vendido que se giró y me hizo ese típico gesto que hacemos con la mano (ese no, el otro). Desde aquella se pasa el 24-D estresado el pobre con su saco de regalos a cuestas. Yo le pongo una bien gorda, palmadita en la espalda y ala, que te sea leve campeón”.
Peticiones al Olentzero
Despedimos este acercamiento roquero al Olentzero con una ronda de peticiones a los intervinientes. Brigi Duque: “No soy de pedir, sino de hacer. Si en vez de tanto pedir y decir moviéramos un poco más los cojones del sofá para que vayan mejor las cosas…”. El Podri: “Yo no le pido nada. Que traiga para los críos, y que ponga piedras de carbón en el camino de los Reyes Magos en todo Euskal Herria”. Kutxi Romero: “He visto a una prima mía, que siempre ha estado entrada en carnes, con una nueva figura mucho más estilizada y atractiva, y me confesó que se debía a una braga-faja de última generación. Si existen, me voy a pedir un gayumbo-faja que realce y estilice mis flácidas y maduras carnes”. Lino Prieto: “Salud, curro y rock and roll, que siempre nos hace falta. Y que se lleve al monte a hacer carbón a todos los políticos corruptos y demás sanguijuelas que les acompañan. Bueno, lo del carbón mejor no, que nos deforestan todo”.
En este sentido, la petición más explícita al carbonero la hicieron los históricos Zarama, que versionaron su archiconocido tema. Su cantante Roberto Moso nos explica: “Euskal Telebista nos pidió una canción para el especial navideño del 86. Hicimos un ‘Olentzero’ con la letra cambiada. En ese año salió el proyecto de construir una variante que cortara la ladera del monte Serantes (Santurtzi) para que los camiones pudieran llegar hasta el mismo superpuerto. Una barbaridad que, como tantas, lograron culminar. En nuestra letra alternativa pe- díamos al Olentzero que parara esa catástrofe y él, concienciado, nos hacía ese regalo de Navidad. Visto lo visto, con los Reyes ya ni hablamos”.
Texto: Kike Babas & Kike Turrón • Fotos: Maldito Records • Ilustración: Tomás Ondarra
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