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ilustracion editorial

Editorial Nº3 Octubre 2014 – Mimosos buscadores de mariposas

En la ancestral cultura de los vascos, el carácter sagrado del sol, herencia de ritos y símbolos indoeuropeos, tiene una de sus representaciones más populares en la flor del cardo, el eguzkilore, que aún vemos en dinteles y puertas de algunas casas. Curiosamente, en Durangaldea, paisaje que extiende sus colores y crestas también en estas páginas invitándonos a visitarlo, al sol se le saludaba antes de que regresara al seno de la madre, que es la tierra o Mari la de Anboto. Porque si no, lloraba amargamente. Y no es buena la lluvia desatada en estas fechas con las viñas riojanas henchidas de dulzor.

Ni es casualidad que, en este cuarto número, BAO haya elegido colgar en su fachada el eguzkilore que, hoy como antaño, ahuyente a los malos espíritus, a la tempestad y al rayo. Pues no son favorables en estas fechas de vendimia.

El otoño es la época de los atardeceres vistos ya sea desde Bagán, en Birmania, o desde el Balcón de la Rioja Alavesa sobre la cuenca del Ebro, viendo esconderse al sol tras el Toloño. Es tiempo de sosiego y esparcimiento con la comida al hombro, lista para llevar. Y de rutas urbanas por entre libros, músicas o danzas.

No es pues, casualidad, que en estas páginas nos hablen de Igor Yebra, de Ramón Barea, de Elton John o de Leiva, y de lugares de libro como la Biblioteca de Bidebarrieta, y de un hotel en medio de Bilbao, como el Indautxu, o entre prados en los que pastan betizus y latxas, como el Boroa.

Como una evaluación trimestral, vuelve nuestra revista a rendir cuenta de gentes y lugares reseñables. Mimosos buscadores de mariposas, BAO y sus redactores y fotógrafos acuden puntuales al encuentro acordado y tienden pasarelas, si no tan glamurosas como las de Londres o Milán, ni tan soberbias y emblemáticas como el Puente Colgante, sí con el mismo empeño de sugerir rincones y propiciar encuentros.

Con otoños de oro, decía Borges, se inventó la alegría del vino. Pues venga, ya que estamos en tiempo de vendimia, “¡Al Alba, que está el racimo a punto de derramar su sangre…”, cantemos desde las páginas de BAO con Agustín Foxá.

 

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