Texto: Andrea Ulloa • Fotos: Hibai Agorria y cortesía de David de Jorge
Cocinero por pasión, hondarribitar de corazón y gamberro de nacimiento, David de Jorge recibe a BAO en el Martín Berasategui. La cocina rebosa un ritmo interpretado a la perfección por cada uno de sus bailarines, que no dejan de buscar la receta perfecta, el sabor supremo. El olor advierte que será una mañana fructífera y David lo sabe.
Dices que tu afición por la gastronomía te viene de casa…
Me he criado en una casa muy disfrutona. Mis padres trabajaban como cabrones, pero comíamos y bebíamos muy bien. Yo aprendí a ser cocinero porque mis padres me enseñaron a ser anfitrión de sus propios amigos. Ellos tampoco cocinaban mucho, pero les gustaba juntarse con los amigos y beberse un vino, comerse cualquier chorrada…
Tampoco eran muy juerguistas, pero me acuerdo de que los fines de semana había cenas en casa que terminaban de noche y esas historias. A mí me gustaba estar cerca del olor de los Ducados y oler el Marlboro de los que estaban allí fumando, llevar las cervezas, echar un cable…
¿En qué momento te das cuenta de que puedes vivir de ello?
Yo creo que fue una especie de evolución que empezó con comentarios como “Mira este niño qué gracioso y tal, que quiere ser cocinero”, hasta que de repente recuerdo que mi viejo me dijo: “Si quieres ser cocinero, tienes que estudiar; y después, cuando acabes los estudios, si quieres ser cocinero, serás cocinero”. Entonces llegué a la escuela de cocina y dije: “¡Hostia, esto es lo mío!”.
Me acuerdo de que el primer año me nombraron delegado de clase. Yo estaba flipando porque no había sido delegado de clase en mi vida.
¿Has sido editor verdad?
He sido editor, efectivamente. He sido muchas cosas y editor es una de ellas. Hubo un momento en el que decidimos editar nuestros propios libros y lo hicimos durante un tiempo. Fue una época muy divertida porque la relación con el libro, el papel, la tinta, con todo lo que gira alrededor del libro, era algo que me interesaba mucho, dado que toda la vida he sido muy lector y sigo siendo lector, y el papel siempre me ha puesto muy cachondo.
¿Qué prefieres: una buena txistorra o un buen libro?
Eso es como, ¿a quién quieres más, a tu madre o a tu padre? ¿Hay que elegir? O sea, a mí me gusta todo. De hecho, soy un defensor, no de la exclusión, sino de la inclusión. Me gusta comerme una txistorra agarrando un libro de puta madre con la mano derecha. Y si el libro se queda pringado de grasa de txistorra, ¡mejor! Así, la próxima vez que vuelva al libro diré: “¡Hostia, menuda txistorra me comí el día que leí este libro! ¡La hostia!”.
O sea que eres un amante acérrimo de la literatura… ¿Qué te gusta leer?
Hombre, me gusta leer cosas buenas, pero leo de todo. Leo mucho ensayo y me gusta la novela. Por ejemplo, de crío estuve obsesionado con Miguel Delibes, que me leí todo…
Y luego sí que es verdad que vuelvo a lecturas que me han apasionado toda la vida, como Moby Dick, que he leído mogollón de veces a lo largo de mi vida, un montón de libros de Dickens, David Copperfield o Historia de dos ciudades; o sea, libros que toda la vida me han obsesionado y me han gustado mucho, y a los que vuelvo de vez en cuando para leerlos de nuevo.
Y la música, ¿qué importancia tiene en tú vida?
Las personas, yo creo que hacemos lo que vemos; entonces, como yo en mi casa toda la vida he escuchado mucha música porque lo hacían mis padres, pues yo lo he hecho también. O sea, yo es que escucho de todo, bueno, de todo no, pero de casi todo. Me gusta el jazz, me gusta la música clásica, me gusta Frank Sinatra; que dices: “Hostia, ¡qué puto hortera!”. Es que es compatible que te guste Frank Sinatra, que te guste Vivaldi, que te guste Mark Knopfler, los Travellin’ Brothers… o sea, es que es como todo. Hay momento para comer tortilla de patata o para leer a Chejov. Con la música igual.
¿Quién es David de Jorge y quién Robin Food? ¿Hay alguna diferencia entre la persona y el personaje?
Soy cocinero, pero he sido mal estudiante, se me queman las cebollas como a todo dios. He hecho cosas acojonantes a las que todo dios les ha dado un mérito de la hostia y yo también, pero que tampoco he descubierto la penicilina. Por supuesto que los dos somos la misma persona.
Yo me muestro en la radio, en la tele o escribiendo como soy en ese momento. Es cierto que físicamente he cambiado, como cambiamos todos. Yo quizás he cambiado bastante más que cualquier otra persona que pueda sufrir un envejecimiento, que se le pone el pelo cano o le salen patas de gallo, o engorda un poquito…
Aunque me muera pesando 40 kilos por el efecto de una enfermedad espantosa que me convierta en un saco de huesos, dentro de esos huesos y ese pellejo seguirá habiendo un puto gordo que quiere salir a la superficie.
Tienes alrededor de 1300 programas emitidos en ETB, Telecinco y Antena 3. ¿Qué te llama tanto del mundo de la comunicación?
Cuando yo entré en ETB a hacer el programa diario, llevaban ya bastantes años sin programa de cocina. Sé pocas cosas, pero una es que sé que cocino medianamente bien y, otra, que conecto. Es que veo una cámara y me pongo cachondo, y creo que transmito.
Todo eso, en su momento gustó y a la gente le enganchó. Seguramente les haría mucha gracia, mientras que a algunos les daría mucha pena ver a un gordo ahí cocinando, haciendo guarrindongadas, echando a la cazuela de repente no sé cuantos kilos de tal, y dirían: “¿Qué es esto? ¿De dónde ha salido este cabrón?”.
¿De ahí es de dónde salieron las guarrindongadas?
Las guarrindongadas empezaron en la merienda cuando yo tenía 6 años. He hecho bocatas horribles toda la puta vida. Entonces llegó un día cuando dije: “¡Hostia, esto también hay que pasarlo al blog!”. Entonces empecé a preguntarle a la gente y la gente contestaba, y cuando entramos en la tele se convirtió en una sección del programa.
¿Crees que eso es el éxito?
Si el éxito es lo que te he dicho antes, a saber, tener cincuenta años, seguir dedicándote a lo que te gusta y llevar toda la vida con ello, pues, si eso es el éxito, igual sí que soy un tío de éxito. Si el éxito es estar rodeado de una familia que es la polla, pues soy un tío exitoso. Si lo es también tener unos colegas que son unos borrachos, unos hijos de puta y unos farras de la hostia, pues sí. Si éxito es haber comido lo que en casa les ha apetecido en Navidades y les he cocinado, y se lo han comido todo con una ilusión de la hostia, pues soy un tío de éxito. Lo que sé es que no sé lo que es el éxito.