Cementerios

Cementerios mirando al mar

En nuestra tierra, encontramos preciosos cementerios, bañados además, por los vientos del Cantábrico; obras intensas que rebosan maestría. Atraídos por estas circunstancias, ponemos la mirada en el fascinante arte funerario y comenzamos una ruta sugerente.Paisajes de sueño eterno. Equilibrio entre pasión y razón, son raramente alegres, a menudo románticos, siempre pacíficos, evocadores, pero nunca, nunca indiferentes. Luces de fuego fatuo, espacios llenos de simbolismos, de nombres y de recuerdos, donde el verbo sentir es el más conjugado, donde el ciclo entre la vida y la muerte nos recuerda nuestro deseo de continuar. Libros que encierran páginas de nuestra vida que acompañarán siempre a los escribieron con nosotros y que ahora allí “duermen”.

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Desde las catacumbas romanas a los atrios de las iglesias católicas, los muertos “convivieron” con los vivos hasta que esa coexistencia comenzó a ser incómoda. Surgieron todo tipo de rumores: enfermedades que se contraían tras la visita a las iglesias, se oían ruidos bajo las tumbas, había emanaciones, luces extrañas y hasta sospechas de una relación con el mal y el infierno.
En el siglo XIX quedó establecido que Metrópolis y Necrópolis debían relacionarse, pero necesariamente separadas. La legislación de 1884 estableció que éstas últimas se construirían en espacios lejanos a la población y siempre acotadas por muros. El empuje de la arquitectura en los cementerios fue imparable desde entonces. A través de los años, cine, poesía, música, pintura, escultura… el Arte, en general, ha rendido homenajes constantes, recurrentes y en ocasiones llenos de tabúes a los cementerios. Góngora, Músorgski, Disney y hasta Mecano les dedicaron algunas de sus obras.

El cementerio de Getxo
Caminos, senderos de hierba, esculturas y evocadoras vistas provocan, ya desde la entrada, nuestra admiración. Fue creado en 1863 por el arquitecto Juan de Mentxaka. Accedemos a través de una puerta principal con pórtico en arco de medio punto coronado por una cruz. Además de los muros que guardan con celo los nichos y las sepulturas de tierra, magníficas capillas y soberbios panteones que parecen ignorar la Ley de las XII Tablas romanas se alzan a nuestros ojos. Uno de ellos, el más grande, está guardado celosamente por una extraordinaria puerta en forja de hierro, una de las dos únicas que existen en el mundo y que sirve de modelo de estudio en la Facultad de Bellas Artes. El suelo, decorado con un espléndido mosaico de Lucarini.

A izquierda y derecha de la entrada, en el eje principal, nos saludan dos capillas de estilos contrapuestos. La antítesis entre la tradición y la vanguardia, la simplicidad del diseño modernista y tradicional de Camiña frente a la profusión de ornamentos del neogótico de Iturria. Ambas, espectaculares muestras de estos arquitectos y del arte funerario. Esculturas de García Salazar, impresionantes ángeles, motivos pictóricos con el mismo efecto óptico y ambiguo que da Vinci empleó en su Gioconda, es decir, parecen cambiar en función del lugar desde donde miramos. Interesante, ¿verdad? Veremos además bajorrelieves en bronce, cerámicas de gran riqueza cromática y lo que la sensibilidad de cada uno quiera percibir.

Una suave brisa nos acompaña a la salida. Seguimos camino… Por la empinada y serpenteante calle Nagusia llegamos, jadeando, al precioso cementerio de Elantxobe que parece verterse directamente al mar. Se levanta sobre una loma escarpada rodeada de un espacio verde y boscoso. La inscripción Otoi bat eta gero-arte reza tallada sobre el dintel de la enorme puerta de piedra que franquea la entrada. El cementerio es pequeño, cuidado y amable. La capilla, en la parte central y más alta, domina todo el espacio y desde allí, el paisaje nos hechiza. Tumbas y panteones resisten la erosión del tiempo y el viento marino manteniendo sus tonos blancos y grises, al igual que las numerosas estelas discoidales con lauburus grabados.


Nuestro diálogo con este entorno termina, es momento de irse. “Orad y hasta entonces”, nos despide el camposanto. Nos alejamos con ese pensamiento y bajamos al pueblo del que dicen que es “un gran anfiteatro, un escenario con representaciones diarias de olas, viento, marejadas, barcos y horizonte con cambio de luces y sombras”.

Cementerio de Mundaka
Un lugar romántico, otra muestra insólita de arte escultórica erigida en un escenario privilegiado. Cada uno de sus rincones parece revelar el deseo íntimo de que algo nuestro se mantenga tras la muerte.

Una importante puerta que data de 1858, nos da acceso a un camino central que nos guía hasta la capilla y los paseos de césped nos llevan hacia los escasos pero contundentes panteones de principios del siglo XX. Imponentes piezas escultóricas del bermeano Anasagasti (uno de los padres de la arquitectura vanguardista), o de Basterra o de nuevo, García Salazar.


La figura femenina apoyada en los restos de una embarcación sobre una roca que simula el oleaje del mar, el ángel con los ojos vendados, las etapas de la vida representadas o la lápida que protege los huesos del antiguo cementerio. Todo un espacio lleno de fuerza expresiva.

Y desde aquí, en tan solo unos minutos llegamos al cementerio de Bermeo. Pueblo de gran tradición marinera. Como no podía ser de otra manera, el Cantábrico nos saluda de nuevo desde las avenidas asfaltadas de su cementerio. El muro perimetral, como frontera entre dos mundos, está hecho de piedra y data de 1812. Y de nuevo, destaca la puerta de entrada formada por tres cuerpos, en el centro de los cuales se posa una gran cruz de piedra. La capilla es obra de Arginzoniz y tiene un bello pórtico a sus pies. Sobre el arco de medio punto descansa una columna de estilo neoclásico, que tuvo gran desa-rrollo en Euskal Herria. Mausoleos, tumbas de tierra y nichos muestran las raíces más profundas del patrimonio de un pueblo marcado por la historia y el devenir de los hombres de mar.


Rendidos ya ante este clima emocional, por el otro lado de la ría de Urdaibai, llegamos al cementerio de Kanala, fechado en 1945. Reposa a los pies de la parroquia de Nuestra Señora de Legendika, de estilo renacentista y fundada en 1523. El impactante paisaje nos regala una vista única, su carácter íntimo y su sencillez, nos dejan sin palabras; se diría que nos encontramos en un jardín de recuerdos. Sus estelas discoidales orientadas hacia el este parecen querer proteger, con la luz del sol, el espíritu de quienes descansan bajo ellas.

Como guardianes respetuosos, directamente sobre el mar o bañados por sus vientos, nuestros cementerios esconden en sus rincones preciosas e insólitas obras de arte, arte ignorado que guarda con honra lo que fuimos y lo que seremos.

Plentzia, Portugalete, Bakio… Mucho por descubrir. La mitología griega nos habla de Tánatos e Hypnos, hermanos gemelos. El primero, personificación de la muerte, el segundo, personificación del sueño. Ambos discutían cada noche sobre quién se llevaría a cada hombre o mujer. Quizá sea buen momento para negociar…

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Texto: Gloria Esteban • Fotos: Hibai Agorria

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