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La cascada se muestra en todo su esplendor tras unas lluvias intensas.

Bolintxu. El último río salvaje de Bilbao

Texto y fotos: Jon Benito

El río Bolintxu nace en la vertiente oriental del monte Pagasarri y, desde allí, se desliza en una cadena de saltos y remansos a través de un estrecho valle tan agreste como encantador.

 

El valle del arroyo Bolintxu
Con el nombre de Bolintxu se refiere la gente tanto al riachuelo como a la famosa presa que fue lugar de ocio y baño para las gentes de Bilbao, Basauri y Arrigorriaga en las décadas de los 60 y 70. Era tan importante el paraje que incluso contaba con un txakoli, pero hoy en día está derruido. Desgraciadamente, la presa desapareció al quedar cubierta por fango y piedras tras las inundaciones de 1983, aunque, por otra parte, aquel suceso permitió que en su lugar creciera un bonito bosque de ribera en el que habitan especies muy interesantes, como luego se mencionará.

El muro de la presa, hecho de mampostería, resistió la embestida y en él se ubica la joya de este entorno, una cascada, tan bella como visitada, que tras las tormentas se muestra en todo su esplendor.

Camino de la cascada
En un corto paseo de unos 25 minutos, partiendo de las cercanías del barrio de Buia, el sendero que nos lleva al salto es una delicia. Caminamos junto al agua por un bosque fluvial, formado por un mosaico de alisos, arces, fresnos y numerosos laureles. De sus altas ramas se descuelgan las lianas de clemátides y zarzaparrillas, mientras que en el suelo un tapiz de musgos y helechos lo cubre todo. Uno de estos últimos es Wodwardia radicans, fósil viviente de carácter tropical que surgió hace 50 millones de años, cuando la temperatura en Europa era más cálida. Es una especie protegida y Bolintxu es uno de los pocos refugios que le quedan en la franja cantábrica.

La gama de verdes es casi infinita, solo alterada por las numerosas flores silvestres que crecen al abrigo de la humedad: primaveras, geranios de San Roberto, anémonas, digitales…

Si la estación es la propicia, podremos ver algunos anfibios junto a las pequeñas pozas: la salamandra común, dos especies de tritones (el jaspeado y el palmeado), el sapo común y el partero, y, con un poco de suerte, la esquiva y escasísima ranita patilarga, que abandona las laderas del monte para acudir al agua a reproducirse. Reptiles como la culebra de Esculapio y la culebra viperina (o culebra de agua) también forman parte de este puzle biológico.

Tras llegar a la cascada y disfrutar del momento, seguimos cauce arriba por un sendero ceñido al arroyo. Pasamos bajo un acueducto que sirvió para abastecer de agua a Bilbao y disfrutamos de la colección de pequeños saltos y pedruscos cubiertos de musgo; micropaisajes de un lugar tan salvaje que cuesta imaginar que se encuentre a escasos kilómetros de la ciudad.

Según ascendemos, vemos que en las laderas cohabitan robles y encinas junto con pinos. Abundan las hozadas hechas por los jabalíes en busca de raíces y, si es verano, no será extraño oír un ladrido peculiar: se trata de un corzo macho que anda reclamando a la hembra. Si paramos la marcha, lo podremos ver sin problema, aunque desaparecerá tras dos saltos si se ve en peligro.

La marcha continúa hasta el área de Igertu, punto de partida principal para subir al monte Pagasarri, desde donde iniciaremos la vuelta.

 

El conflicto de Bolintxu
Los ciudadanos informados saben que en el valle del río Bolintxu se está construyendo una prolongación de la llamada Supersur, autopista que pretende aliviar el tráfico en el Gran Bilbao. Son unos 4 kilómetros que incluyen un viaducto de 160 metros de longitud a 40 metros de altura sobre el arroyo y que alterará para siempre la estética del entorno. Colectivos ecologistas y vecinales se han opuesto a esta obra argumentando que no resuelve los problemas previstos, que tiene un coste elevadísimo y que afecta a la ecología del lugar. La Diputación Foral de Bizkaia, impulsora del proyecto, argumenta que esa infraestructura es vital y que ha tomado medidas para que el impacto ambiental sea mínimo. El eterno conflicto entre desarrollo y protección del medioambiente se repite aquí y ahora. Las obras están en marcha y solo nos queda esperar que Bolintxu, el último río salvaje de Bilbao, mantenga la belleza que ha tenido desde que surgió, hace ya muchos miles de años.

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