En la madrugada del miércoles 28 de febrero del 2018, Bilbao vivió una de sus mayores nevadas de los últimos años. Tanto es así, que no se registraba una nevada similar desde hacía 33 años.
Me es fácil recordar aquella mañana, el despertador sonaba sin parar. En el silencio de la noche eran las 06:00 de la mañana, nada hacía presagiar que sería un día diferente del resto, con cierta desgana y sin mirar apagué el despertador, cogí las gafas de la mesilla y con la torpeza de un niño de 2 años golpeé el libro que reposaba junto a las lentes, cayó al suelo y se abrió justo en una página que decía “Nevada Silenciosa de Miguel de Unamuno”, cuan presagio de lo que iba a acontecer, me tomé unos minutos para leer.
Inmediatamente, levanté la persiana y mis pupilas se expandieron como hacía tiempo no lo hacían, los ojos me devolvieron el blanco de las calles, de los tejados, de las cercanas montañas. Las luces de una ciudad como Bilbao al despertar siempre me han resultado atractivas y con un cierto aire bucólico, pero aquel día, los destellos de las farolas, los focos de los coches sobre el manto blanco de la nieve aún virgen, realzaban aún más la singular belleza de nuestra Villa. El día anterior, los pronósticos meteorológicos hablaban de posibilidad de nieve a bajas cotas, pero nadie podía presagiar que un tupido velo blanco cubriría la ciudad.
Sin tiempo para nada más, cogí mi cámara de fotos, una Nikon D4S, bastante pesada y engorrosa, pero perfecta para captar la belleza de los copos cayendo sobre los lugares más emblemáticos de Bilbao.
Texto y fotos: Pedro Ajuriagerra
La Nevada es Silenciosa
La nevada es silenciosa,
cosa lenta;
poco a poco y con blancura
reposa sobre la tierra
y cobija a la llanura.
Posa la nieve callada,
blanca y leve
la nevada no hace ruido;
cae como cae el olvido,
copo a copo.
Abriga blanda a los campos
cuando el hielo los hostiga,
con sus campos de blancura;
cubre a todo con su capa,
pura, silenciosa,
no se le escapa en el suelo
cosa alguna.
Donde cae alli se queda,
leda y leve,
pues la nieve no resbala
como resbala la lluvia,
sino queda y cala.
Flores del cielo los copos,
blancos lirios de las nubes,
que en el suelo se ajan,
bajan floridos,
pero quedan pronto
derretidos;
florecen sólo en la cumbre,
sobre las montañas,
pesadumbre de la tierra,
y en sus entrañas perecen.
Nieve, blanda nieve,
la que cae tan leve,
sobre la cabeza,
sobre el corazón,
ven y abriga mi tristeza
la que descansa en razón.
Miguel de Unamuno
(Bilbao 1864 – Salamanca 1936)