Infrasoinuak es el noveno disco del trío de rock alternativo, reflexivo e hiriente que comanda el vocalista y guitarrista Gorka Urbizu y que se completa con David González al bajo y Galder Izagirre a la batería. Berri Txarrak es, probablemente, la banda más importante del actual rock de Euskal Herria.
Un grupo que arrancó su carrera en Larraun (Navarra) en 1994 bajo el lema “la pasión es el mínimo exigible” y que ahora atesora más de mil conciertos en la mochila y los pasaportes de sus componentes estampados con sellos de medio mundo.
En este nuevo trabajo Berri Txarrak luce, como siempre, músculo punk-rock que sabe acariciar y corazón pop que sabe gritar, sin adentrarse tanto en la faceta experimental y sobrevolando en todo momento el concepto de los infrasonidos: aquellos sonidos que no percibimos a pesar de que estén entre nosotros. Entrevistamos a Gorka para que nos detalle la nueva entrega.
Infrasoinuak es un disco sencillo que llega tres años después del triple Denbora da poligrafo bakarra. Tras aquella exhibición de poderío, ¿había mucha presión para encarar este nuevo?
El artista siempre tiene esa auto-presión. Somos un grupo de mirar muy adelante, en el anterior decidimos celebrar nuestro 20 aniversario como grupo, pero sin tirar de catálogo o recopilatorio. Lo celebramos con 20 canciones nuevas, para festejar que el grupo está más vivo que nunca. Nosotros no miramos mucho hacia atrás, pero sí al último disco anterior, para no repetir fórmulas. Esta vez lo teníamos claro, queríamos hacer un disco sencillo, que el anterior fue triple. Pero la gira duró tres años, se alargó de manera natural y siempre estábamos retrasando el momento de ponernos con las nuevas canciones. Al final de la gira estuvimos tocando con Descendents en Brasil, Argentina y Chile, y el batería de Descendents, Bill Steveson, nos dijo que le encantaría grabarnos otra vez, pero a su manera y en su estudio. Él solo produce tres o cuatro discos al año y que uno de esos sería el nuestro. Fue cuando nos dijimos: “hay que ponerse a ello”. A mí me ayuda el tener una fecha de grabación, te pones a ello y compones el puzle con todas las ideas, frases y riffs que se han ido recopilando. Veníamos de un disco largo, de 20 canciones, y nos habíamos ganado la licencia de hacer un disco más convencional, simplemente con 10 canciones nuevas. Queríamos que fuese corto, en contraposición al anterior. A pesar de ser corto ocurren un montón de cosas, es bastante heterogéneo. Dura media hora, pero es como un viaje emocional, con sus subidas, sus bajadas, sus frenadas y sus acelerones. Se escucha de principio a fin y deja con ganas de más.
El rock, con lo que ha sido como referente cultural, es hoy en día un infrasonido.
En el disco hay esa reflexión cultural. En nuestros discos siempre hay canciones meta-musicales o meta-culturales. Es una especie de reflexión de lo que por ejemplo significa crear en estos tiempos y estar en una banda de rock. Está claro que esa cultura hoy en día no interesa a casi nadie, el rock es un infrasonido, es el mejor ejemplo de algo que esta ahí pero no interesa a nadie. Prima la imagen y el selfie, los referentes no son culturales. Pero hay que seguir dándole.
De ahí que “Beude” rinda pleitesía a la salas de rock.
Sobre todo a los gaztetxes, mi generación viene de ahí. Lugares que te dan la oportunidad de tocar mucho y por lo tanto de forjarte como banda. Es un homenaje, o mejor una reivindicación. Está muy bien la “festivalitis” y tiene que haber festivales, pero se me hace raro que se mida un festival musical con baremos que nada tienen que ver con lo musical. El festival es más famoso si los asistentes se han dejado no sé cuantos millones en hoteles o en pinchos o en lo que sea, y al final la música queda en una mera escusa, en un tercer o cuarto plano. El día a día del rock no se da ahí. Para que haya grupos en los festivales tiene que haber salas pequeñas que se batan el cobre cada fin de semana. Y a veces hay casi más oferta que demanda, está jodida la visibilidad en el rock. Es una manera de reivindicar lo importante de cuidar la base y el sustrato del que luego aflorará una serie de bandas que acabarán tocando en festivales o ante un público más grande.
Y “Katedral Bat” es un homenaje a la creación.
Esta pertenece a ese grupo de canciones meta-musicales, que hablan o reflexionan sobre el hecho de crear. Cuando compro una guitarra de segunda mano siempre me viene a la mente: a ver qué canciones contiene dentro, me gusta pensar que he de descubrir las canciones que tiene esa guitarra y para eso hay que menearla. Con esa imagen empieza esta canción.
¿Podría ser un infrasonido el lloro de un niño refugiado en una playa del Mediterráneo?
Podría ser. “Zuri” habla de eso. A veces uno tiene que explicarse los discos a posteriori, pues en el día a día vas tomando apuntes y no se hace de manera conceptual, así que jamás pensé que fuese a hacer una canción sobre el racismo, son cosas que hoy en día crees que están superadas y de pronto ahí te ves, en pleno 2017 haciendo una canción sobre esto. Es lo que nos ha tocado, y si hay que hablar de ello pues se habla.
En “Spoiler!” también habláis de algo que sería lo opuesto a un infrasonido: la corrupción política.
“Spoiler!” no es una canción que hable expresamente de eso. Tiene más de un significado. Aunque es verdad que la primera frase dice: “Jamás devolverán lo que han robado, porque saben que no tienen consecuencias”. La canción habla también de la dictadura del yo y de la imagen del yo, una cosa es cuidarse y otra es obsesión, olvidando otros aspectos. Y también gravita ese concepto de lo Infra, que aparece en esta canción, en la que da título al álbum y en alguna otra. En el disco está también esa vertiente personal que al final siempre aflora, donde hablo del día a día y de lo que me afecta, canciones más personales como “Zorionaren lobbya” o “Zaldi zauritua”.
Nos hablabas de Bill Stevenson, con el que habéis grabado ya dos discos, pero antes habíais trabajado con Steve Albini y Ross Robinson. ¿Qué os dan los guiris que no haya aquí?
Aquí se puede grabar muy bien. Hemos grabado muchos discos aquí. Pero hace una década tuvimos la oportunidad de empezar a grabar con estos productores, y eso era una ilusión y un reto. No somos un grupo obsesionado con el sonido, sino obsesionado con las canciones: el sonido no es el fin, es un medio para trasmitir más. Hay mil formas de sonar bien, hay que dar con la tecla. Aquí no se lleva tanto la labor del productor, de ese tercer oído que te dice y aconseja y que tú tienes que ir preparado para dejarte meter mano, tienes que fiarte y al final es un fifty/fifty donde nadie impone a nadie. Elegimos productores con mucha personalidad, básicos en nuestra educación musical: Albini que ha trabajado con Nirvana o The Pixies; Ross Robinson que grabó el Roots de Sepultura… Queríamos ver qué podían hacer con nuestras canciones. Stevenson por ejemplo toca punk rock pero a la hora de grabar es cero punk rock, es súper perfeccionista y súper melódico y en el fondo tiene un alma de pop con la que coincido. Y luego está también el punto mitómano, me encanta grabar con esta gente, es algo que les contaremos a los nietos.
Todo ello sin perder tu propio sonido.
Una vez Josh Stone de Queens of Stone Age dijo que era importante con el tiempo hacerse con un sonido propio, pero a la vez hay que luchar para que no se convierta en una cárcel, y terminar siendo preso de tu propio estilo. Es importante que tu sonido sea identificable, pero a la vez es importante mirar al disco anterior para no repetirse y es mejor dar un volantazo. En Infrasoinuak no hay tanta experimentación como en discos anteriores, nos hemos centrado en canciones que sean buenas para nosotros, más que un disco ultrapensado, es más de las tripas. Creo que nos habíamos ganado ese permiso y es lo que hemos perseguido.