BAO LOGO OK 2 e1391622790962
Alex Txikon

Alex Txikon

Jon Alexander Txikon Narváez, al que todo el mundo conoce como Alex Txikon, nació el 12 de diciembre de 1981. Aunque a él le gusta más ese Alex, el que de pequeño jugueteaba por Lemoa, donde todos se conocían y la naturalidad era lo habitual.

Texto: Jabier Calle • Fotos: Alex Txikon

Ahora ese chaval, el menor de trece hermanos, con sus más de cuarenta expediciones y once ochomiles ascendidos, ya no sueña con ser piloto de hidroaviones. Sigue marcándose nuevos retos, uno de ellos es dedicar tiempo a las personas que pueden aprovechar todo su potencial y experiencia.

¿Cómo te presentas cuando conoces a alguien nuevo?
Trato de pasar desapercibido. Cuando me siento observado, me siento incómodo. A mí me gusta que me traten de Alex, no de Alex Txikon. Cuando me llaman Alex Txikon, me cansa un poco. Me gusta que me traten de Alex. No me gusta tener un trato especial por ser y hacer lo que hago.

Alex, ¿por qué diferencias entre Alex y Alex Txikon?
Jon Alexander Txikon Narváez nació un 12 diciembre de 1981 y Alex Txikon un poco más tarde.

¿Fue el Gorbea el primer monte que ascendiste?
Piensa que salgo de casa, enfilo las escaleras y veo la cementera, y detrás, la Cruz del Gorbea. He visto ese monte toda mi vida, es el que más significa para mí y al que más cariño tengo.

¿Por qué la cumbre tiene que ser el punto más alto?
Tiene que serlo porque es cuando tú desciendes. En realidad, las montañas se escalan cuando bajas. Siempre lo digo y no me canso de decirlo, las montañas se ascienden cuando se bajan.

¿Qué es más fácil, subir una montaña o bajarla?
Bueno, hay ascensos que son muy complicados, te piden mucho físicamente. Tienes que entregarte un poco más. En el descenso, tienes que saber dosificar todo lo que has consumido al ascender. Hay que saber analizar cada situación, cada momento.

¿Cómo se forma un equipo?
Son años de experiencia, vas aprendiendo de los errores. No todas las expediciones son iguales, y vas buscando lo que más se adecua a lo que necesitas. Es complicado. Date cuenta de que son nueve meses de tu vida trabajando para estar luego dos meses ascendiendo, o quedarte esperando en el campo base, como nos ha pasado en más de una ocasión, pero son estas cosas las que nos motivan y apasionan.

¿Y por qué ascender montañas?
Ya te digo, es el acto más egoísta que puede haber. No buscamos fama, no buscamos dinero. Aquí no se gana lo que un futbolista. Tú subes ahí arriba, no has acabado y ya estás pensado en cómo organizar la siguiente. Pero, por otro lado, yo me siento útil. En la montaña, me siento a gusto, donde sale la mejor versión de Alex.

¿Las montañas se ascienden con la cabeza?
Por supuesto, hay que estar adelantándose a cada momento. Tienes que tener pensado qué debes hacer antes de llegar a una situación. Las reflexiones las tienes que hacer mucho antes. Para hacer determinadas reflexiones, antes te tienes que equivocar. Todo tiene que estar muy bien planificado. Todo tiene que estar en la cabeza.

¿Cómo se puede aplicar en la vida lo que aprendes en la montaña?
La expediciones, pese a lo que acabo de decirte de la planificación, tienen también mucho de improvisación, pero basada en esa planificación. Vivimos en sociedades más acomodadas, donde tenemos mucho hecho, donde nos quejamos y nos irritamos fácilmente. La montaña te enseña lo contrario. Te enseña a saber cómo reaccionar ante lo que te sucede.

¿Por qué las ascensiones en invierno?
Hay una evolución. Cuando acabamos las 14 ascensiones de Edurne Pasaban, decidimos abordar ascensiones invernales.

¿Esto te hace feliz?
Bueno, es el camino para poder acometer esos retos que me gusta tener. Y me llena, me satisface mucho, porque, de lo contrario, no lo estaría haciendo. A día de hoy, me compensa, pero tiene un desgaste altísimo en lo personal. Son muchos días fuera de casa y disgustos cuando las cosas no salen bien. Hay veces en que te lo replanteas todo.

¿Cuándo dejas de ser albañil con tu hermano y te dedicas plenamente a la montaña?
Albañil seré siempre, y sigo haciendo chapucillas. Sobre todo ahora, que cada vez hay menos mano de obra. Además, me apasiona la construcción, el crear, me parece un oficio muy bonito. Todos los años hago alguna cosilla suelta, porque me gusta hacerlo, pero la gente del Ganzabal Mendi Taldea de Lemona me decía: “Deja la obra y dedícate a la montaña”. Quizá tenía que haberlo dejado antes.

¿Qué recuerdos tienes de tu infancia?
Recuerdo la tranquilidad, mucha paz, mucha naturalidad, mucha cercanía. Recuerdo la tranquilidad de pequeño, ahora cada vez sonrío menos, no me río como lo hacía antes. Según me voy haciendo más mayor, va saliendo la dureza de los seres humanos. Y, a pesar de haber viajado por más de setenta países, me veo menos empático, mas desgastado. Añoro la naturalidad de esos niños que éramos.

¿Qué otras pasiones tienes?
Uff, me apasionan los hidroaviones y los helicópteros. Me hubiera gustado ser piloto de hidroaviones. Siempre que los veía, me llamaban la atención.

¿Qué es el peligro?
Hay mucha improvisación en el alpinismo, pero, sobre todo, hay que saber muy bien gestionar tus emociones. Esto va dictaminar el desarrollo de una expedición. Y esa determinación es clave.

¿Qué le pides a la vida?
Salud y tiempo para mí. Porque mañana nos puede cambiar la vida en un momento, en un instante. Salud y tiempo.

¿Y cuándo esto se acabe?
Pues volveré a la obra, aunque me gustaría poder poner todo ese potencial y experiencia que he adquirido en los últimos años al servicio de otros. Poner mi tiempo en los demás. Estar a disposición de los demás desinteresadamente. Y, aunque ya lo hago ahora, dedicar mucho tiempo a los demás, en otros lugares, en otros países.

Scroll al inicio