A los seis años a Ainhoa Arteta (Tolosa, 1964) su padre la introdujo en María Callas y aquello le cambió la vida: la diva griega le abrió los ojos, no había vuelta atrás. Del coro de la localidad guipuzcoana pasó a realizar una completísima formación académica en San Sebastián, Mantua y Nueva York y debutó en Florida en 1990 en la ópera La Cenicienta, de Rossini. Después de ganar prestigiosos concursos internacionales y de ser apadrinada por Plácido Domingo, los años de incansable trabajo han convertido a la soprano en un referente mundial de las voces operísticas.Arteta ha sido la Desdémona del Otelo de Verdi, Mimí y Museta en La Boheme de Puccini, Micaela en la Carmen de Bizet, y así dos docenas más de personajes clásicos de óperas inmortales representadas en los teatros más importantes del mundo. Los reconocimientos y galardones acumulados por la tolosarra son innumerables.
A su brillante trayectoria como soprano, Arteta ha sumado una querencia natural por la música popular que le ha valido el reconocimiento del público menos familiarizado con la música clásica. En sus incursiones en el terreno del pop y el rock, ha versionado a Clapton, Nirvana, Joaquín Sabina y Los Secretos, legado que aparece en tres discos multi-vendedores: La vida, Don’t give up y Mayi. También se adentra con comodidad en el territorio de la música sefardita, en la zarzuela y en la poesía, donde últimamente nos deleita con su espectáculo La voz y el poeta, en el que adapta a Lorca.
Ajetreada mujer de su tiempo, Ainhoa Arteta ha reajustado varias veces su vida personal (tres matrimonios, dos hijos) y profesional (aprendió a reeducar su garganta y estuvo a punto de retirarse en el 2003) en un vitalista ejercicio de conciliación familiar y visionaria reconciliación de la música clásica y popular.
Hablamos con la soprano en una de sus paradas entre función y función en diferentes partes del mundo.
En tu espectáculo La voz y el poeta adaptas musicalmente a Lorca, el poeta lírico por excelencia.
Llevaba muchísimos años queriendo hacer un homenaje a Federico García Lorca, por eso, porque siempre he considerado que la poesía de Lorca está en otra dimensión con respecto a la generación en la que había nacido, e incluso ahora, era un ser que estaba en una dimensión mucho más elevada que la que podamos estar los seres mortales normales. Este homenaje a Lorca en mi carrera tenía que estar, soy una apasionada de su poesía.
Combinas el espectáculo de Lorca con la interpretación de diferentes óperas.
Vamos alternando, acabo de estar en Nápoles haciendo Falstaff. Llevo dos años haciendo el espectáculo de Lorca, no en directo, sino para mí, pero una vez que ya está hecho es ir y cantarlo. En ese sentido el recital te deja flexibilidad. Tras Nápoles, hago Falstaff en A Coruña, también un homenaje a los judíos sefardíes en España, y en Moscú en el Bolsoi hago el Manon Lescaut, ópera que ya hice en Bilbao pero que será distinta. Será igual porque la partitura es la que es, pero la concepción y la dirección de escena serán completamente distintas.
Homenajeas la música sefardí. Hay una frase tuya que dice: “tengo 32 apellidos vascos y un algo de sefardí”.
Hay una especie de teoría, que no sé si la investigarán más a fondo, que dice que en la expulsión de los judíos sefarditas de España hubo una parte importante que se movió hacia Francia y otra que se quedó escondida o refugiada en las montañas de la Guipúzcoa profunda, léase Ataun, cerca de Lazkano, un lugar recóndito y escondido, de difícil acceso. Siempre he oído que a los ataundarras les han llamado “los judíos del País Vasco”. Por parte de madre mi núcleo familiar es ataundarra y, no sé por qué, pero cantando el sefardí me siento bien, siento que mi voz está cómoda en ese repertorio… Explicación no te puedo dar, científicamente no lo sé, pero es posible que en aquel momento hubiera gente de acuerdo con la expulsión y gente que no y que acogió a los refugiados. Siempre me ha atraído la melodía sefardí y las tonalidades que se cantan me resultan fáciles.
Como vasca y ciudadana del mundo, ¿qué recuerdo te llevas de tu tierra cada vez que viajas?
El mar. Siempre. El mar, el olor del mar de Bilbao, del Atlántico Norte. El recuerdo de la fuerza del mar, que no la he visto en ningún lado y mira que he cruzado mares y he estado en mares bravíos… Pero es un mar, el de aquí… Un mar de yodo, como digo yo, un mar que huele muchísimo, y siempre llevo ese olor conmigo.
Para despedirnos y teniendo en cuenta que ésta es una revista de Bilbao, destácanos alguna gran noche en la capital vizcaína.
Para mí ha habido muchas grandes noches en Bilbao. La Abao (Asociación Bilbaína de Amigos de la Ópera) siempre ha apostado por mí y me ha apoyado. Recuerdo con cariño aquel día de mi cumpleaños que todo el auditorio del Euskalduna me cantó el cumpleaños feliz, fue el día que se grabó el Turandot. Imagínate… toda la orquesta y el público cantándome, ¡fue emocionante!