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Laporte

Un francés vino a Bilbao

Laporte es el nuevo ídolo del Athletic gracias a la bilbainada de seguir en el club que le formó como hombre pese a la gran oferta del City de Guardiola. Todo un ejemplo de implicación la de este chaval nacido a 400 kilómetros de San Mamés. Aymeric sueña ahora con sacar la Gabarra.

Si una canción enorgullece a la Villa es la de “un inglés vino a Bilbao por ver la ría y el mar, pero al ver a las bilbainitas, ya no se quiso marchar”. El tema popular viene al pelo con Aymeric Laporte. Cambiemos el inglés por el francés y aquí le tienen. Ha valido más el Athletic que todo el caudal del Manchester City y la tentación de trabajar con Pep Guardiola, que le telefoneó para que se sumase a su proyecto en la Premier. El francés que vino a Bilbao con 14 años quiere seguir creciendo en San Mamés. Si antes era un ídolo incipiente, ahora la afición rojiblanca le sitúa como ejemplo ante los infieles Javi Martínez, Ander Herrera y Fernando Llorente.

Fue precisamente la atropellada salida de este último uno de los aspectos que marcó al jovencito Laporte, que por entonces era un recién llegado a la plantilla por idea de Marcelo Bielsa. “Me dolió ver salir así a Llorente del Athletic, donde había marcado más de cien goles”, refresca el central, que por lo visto aprendió la lección. Si algo gusta en Bilbao es que se vaya de cara. Así que cada vez que un club se ha puesto en contacto con él para ficharle (Barcelona, Chelsea, Bayern y ahora City), les haya señalado como interlocutor a Ibaigane.

Es curioso cómo Ayme (así le llaman sus compañeros) ha pasado de ser un producto de Lezama, discutido por su procedencia, a un nexo de orgullo. Y eso que escarbando en sus raíces dice haber encontrado sangre vasca en un bisabuelo. Nacido en Agen, a 380 kilómetros de Bilbao y lejos del territorio vascofrancés en el que el Athletic echa sus redes, el central zurdo está en Bilbao gracias al buen ojo de un ex realista, Julen Masach. Fue él, por entonces coordinador de Lezama y hoy ayudante de Emery en el PSG, quien apreció al diamante en un amistoso en Leioa de la selección de Aquitania contra Bizkaia.

Laporte tenía 14 años y había llegado a estar a prueba en el Marsella. La incorporación tenía sus pegas: no sabía castellano. Euskera menos, claro. Se decidió matricularle en el Colegio Francés. Hasta ahí perfecto. Mas sobrevino otro inconveniente: la Federación Vizcaína no le permitía jugar en sus competiciones. Así que se entrenaba entre semana en Lezama y competía los sábados con el Aviron de Baiona, club convenido del Athletic. El ir y venir duró un año.

Los Laporte no vivían en la abundancia. Su padre Leo regentaba un puesto de frutas. Fue quien le convenció para jugar a fútbol, ya que su madre le había apuntado a rugby. El Athletic era una gran salida para él, aunque Aymeric, tímido y cerrado, necesitaba adaptarse. La separación de sus progenitores no ayudó. Se apoyó entonces en un abogado bilbaíno dedicado a la representación de futbolistas, Josu Salgado, que le trajo de aquí para allá y ejerció de padre adoptivo. Su crecimiento no pasó por alto en la selección francesa y sonó que el PSG le quería. Lezama decidió poner de espía y barrera a Fernando Quintanilla, Txirri, que empezó a viajar con él a las concentraciones en París. Su padre tiró de un agente francés y el Athletic se echó a temblar. De ahí que se decidiese a blindarle. Aymeric fue creciendo y tomando decisiones propias. Recurrió a Kepa Cabareda, un reconocido trabajador de banca privada que vivió en primera persona la dolorosa salida de Bixente Lizarazu al Bayern. Mucho más tarde, con el aluvión de intereses por Laporte, su núcleo de apoyo creció con el abogado Guillermo Ibarrondo. Pese a los escarceos y mil ofrecimientos para acabar en sus agencias (Jorge Mendes, Pere Guardiola, Carles Puyol…), Laporte decidió no comprometerse con nadie. Tuvo un ligero vínculo con uno, Arturo Canales, presentado por Ander Herrera. Cuando se enteró que le ofrecía por media Europa, rompió su relación profesional.

Al Laporte futbolista no hay más que verle: atrevidísimo atrás, poderoso en el salto aéreo, un rayo en el cruce, diferente en la salida de balón, gran cambio de juego… Dicen los viejos socios del Basconia, el tercer equipo del Athletic, que no habían visto nunca a un central tan temerario. Sus chapuzas costaban goles. Aymeric estaba invirtiendo en él y para cuando llegó a la élite ya jugaba con un aplomo que asombró primero a Bielsa y luego a Valverde.

“¿Por qué marcharme de Bilbao cuando soy feliz?”, se preguntó el francés, con novia en la ciudad y una vida social calmada. Es un tipo tranquilo, como en el campo, al que le encanta visitar a su amigo Amancio en el Restaurante Kate Zaharra, en Artxanda, un remanso de paz para divisar la ciudad, con el magno San Mamés al fondo.

“Querían seguir viéndome aquí y yo estoy muy a gusto desde que vine a Bilbao. Estoy muy contento y agradecido al Athletic. Me ha formado como hombre”, agradece el francés de moda en la Villa. Con 22 años y casi cinco millones de ficha por campaña, Laporte tiene ahora un gran sueño por delante: sacar la gabarra. Y quiere que sea este mismo año. Ya está en ello.

Texto: Nika Cuenca

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