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Eduardo Berizzo. Un Volcán en San Mamés

No es Marcelo Bielsa, pero sí tiene su sello. Presumió en su presentación de haber convencido al jefe de que fichase hace siete años por el Athletic, “un club de puta madre”. Eduardo Berizzo piensa en alto, es un entrenador atrevido, de los que les gusta mandar a sus tropas al asalto, sin mirar si el rival tiene cañones o flechas.

Después de un año pésimo, con la moral por los suelos, Josu Urrutia ha apostado por uno de los alumnos de El Loco. El ex preparador del Celta y del Sevilla conoce de sobra las virtudes y defectos del Athletic. Entrenarle supone un reto sin garantías. Se ha metido de lleno en la vida del club e incluso ha tomado decisiones estratégicas pensando en Ibaigane y no en su culo.

El Athletic ha seguido la vía marcada por Bielsa, el bendito loco que revolucionó San Mamés, para enderezar el rumbo, el declive en el que había entrado el equipo tras el deprimente año de Cuco Ziganda. Berizzo, uno de aquellos discípulos que el rosarino convirtió en entrenadores, ha llegado con su sello propio al club rojiblanco, aunque no puede, ni quiere, que le dejen de identificar con su maestro. Mauricio Pochettino, triunfador en el Tottenham, es su otro alumno aventajado. También está obsesionado con sentarse un día en el banquillo local de San Mamés.

Resulta curioso que el Athletic, al que jamás había entrenado un argentino, haya apostado por dos en el mandato de un presidente, Josu Urrutia, que culmina su obra en marzo tras notables resultados y varias fugas de importates futbolistas. El Toto, trabajador infatigable, un míster persuasivo y que no se casa con nadie, lleva la camiseta cosida a la piel. La plantilla no ha rechistado con sus maratonianas sesiones, algunas de más de tres horas, con las triangulaciones sin parar, con los vídeos a todas horas… Dicen los futbolistas que mira de frente, se anda sin rodeos. Es líder y eso gusta. Se necesita, más bien, en una caseta en la que los leones con más colmillo de la manada, Aduriz y Raúl García, empiezan a languidecer. A Berizzo no le importa cargar con el mochuelo de la reconstrucción.

En lugar de sacar los pañuelos para secarse las lágrimas cuando Kepa Arrizabalaga se marchó al Chelsea ejecutando su cláusula de ochenta millones, el técnico de Cruz Alta miró al frente. Allí se encontró al que debía ser su titular, Alex Remiro, toda vez que Iago Herrerín no renovaba. Ni corto ni perezoso, al ver que el primero quería sangrar al club con una renovación desproporcionada, deshizo una cesión de Unai Simón al Elche y le puso a jugar. Una dinámica arriesgada mezclar asuntos deportivos y económicos en el vestuario, pero la caseta parece haberlo entendido y trabaja sin rechistar. Quien no quiera seguir en el Athletic, que tome la puerta. Es lo que ha venido a decir. Por eso se atreve con Nolaskoain, mide las opciones del chaval Sancet e incluso pasea a los juveniles como sparrings por las sesiones del primer equipo.

A Bielsa le costó un mundo ganar el primer año en Bilbao y es que el alto ritmo físico, las persecuciones individuales a las que obliga su juego, hacen que al equipo se le vean las costuras al principio de verano. Pero nadie duda de que El Toto meterá al Athletic en la vía y firmará una campaña ilusionante. La presión va a estar en los futbolistas, que tienen mosca a San Mamés y no solo por temas deportivos. Falta lava volcánica en la grada y Berizzo ya echa leña a la caldera. Si no le ha derrotado el cáncer, mucho menos el miedo.

 

Texto: Nika Cuenca

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