Pudo ser una tórrida tarde en la que el sol se empeñó en devolvernos lo que nos había robado el resto del año, o de esas en que la lluvia llega desde el cielo a las baldosas. Podría preguntarlo, pero una historia sin misterio es como un beso de compromiso, carece de gracia. El Alameda será estrecho, pero es amplio en los relatos de la saga: Teo, Paco y Gabriel. Y con final feliz.
Pudo ser una tórrida tarde en la que el sol se empeñó en devolvernos lo que nos había robado el resto del año, o de esas en que la lluvia llega desde el cielo a las baldosas. Podría preguntarlo, pero una historia sin misterio es como un beso de compromiso, carece de gracia. El Alameda será estrecho, pero es amplio en los relatos de la saga: Teo, Paco y Gabriel. Y con final feliz.
Díganme ustedes cuánta gente revela sus fórmulas. Nadie. Salvo ellos. Hasta desvelaron el detalle que impedía copiar su manjar, el origen del picante. La fábrica de Nueva Orleans cerró y hacen lo mismo con el actual, nos lo desvelan. Hot Pepper Sauce Santa María, de origen sueco. El resto no ha variado, salvo el pan —que en el 77 pasó a ser de molde—, desde que Felipe entró por la puerta y decidió crear cierto bocado.
Hablamos de un triángulo isósceles más apetitoso y simpático que los del colegio. Dos lados de 10,5 y uno de 14,5. Grosor, 2 centímetros. Lo justo para repetir cuanto haga falta. Dentro, mayonesa, lechuga, antxoas y la mencionada salsa. Ese fue el bocado que creó aquel cliente. Parece inocentada, pero no. Y eso que el Alameda vino al mundo el 28 de diciembre de 1954. Lo de la Felipada llegó poco después, cuando Felipe Gayo sugirió a Teo, el primigenio dueño, elaborar un tentempié simple y sabroso. Pide Marta, la nieta del cliente, que escribamos el apellido con i griega. Lo hacemos. No obstante, hay que ser muy gallo para hacer algo así. A don Felipe lo que es de don Felipe. Un comercial del mundo de la peluquería capaz de venderle un acondicionador de pelo a un calvo. Y con una gracia natural de serie. Todo eso lo sabe Gabriel por boca ajena porque era bebé cuando el Alameda se abrió. Dio su primera bocanada en 1953, en Madrid. El padre, un navarro del Baztán, llamado Rafael Mañeru, había sido destinado al Banco de España. Pilar Ibarra, la madre, era de Bilbao. Ese destino al que acudían en verano y al que se trasladaron cuando cumplió los 15 años. Cursó estudios de abogado economista en Deusto. Si ahora luce, por entonces era como ser ministro. Empezó a trabajar en una empresa de vascos e italianos que elaboraban pasta italiana artesana, a lo que siguieron muchos años en una multinacional francesa. Desde entonces no paró, por cuenta ajena o propia, y recorrió medio mundo. No obstante, se cruzó en su vida la catedrática bilbaina Marian Olazabal y se casó, afianzando así su buzón en el Botxo. A los 44 años, volvía a empezar montando el Tentempié de Artea. Luego vinieron más. Hasta que su amigo Joseba Medrano le comentó que Paco se jubilaba. No concebía mejor futuro que un local que respetaba el pasado. En diciembre 2019, traspasaron negocio y receta, pero llegó la pandemia. Quedan para el recuerdo las Felipadas solidarias que regalaban a hospitales y a quienes estaban en primera línea. Alguna de esas crónicas pueden leerse hoy en sus paredes. Al fin y al cabo, cuentan hasta con club de lectura. Y todo acompañado por una banda sonora de 1000 temas elegidos con mimo. Todo tiene razón de ser. Como que cada verano presenten una nueva versión de la Felipada en la Aste Nagusia. De hecho, han creado Felican, Felipada destinada al can que aguarda paciente a la vera del cliente. Txula y Pistón dan fe de ello desde sus fotos colgadas en la barra, esa que llevan con maestría Vicente, Josu y Mertxe. Los mosqueteros de Gabriel. Sus hijos, Paula y Gabriel, comparten —y lo saben— una parte del cariño paterno con otra hija, la que adoptó su padre para convertirla en eterna. Habita en el número 40 de Alameda de Urquijo y se llama Felipada. No sabemos si nació en una tarde lluviosa o en un día soleado, pero tenemos clara una cosa, que lo hizo entre un lado y otro de la barra, y a la sombra del Alameda. Ahora cumple setenta años, gracias a los bilbainos que lo han apadrinado como un local de Bilbao de toda la vida.
Tel.: 944 435 008 • Alameda Urquijo, 40 – Bilbao • FB: @baralamedabilbao
Texto: Jon Uriarte • Foto: Hibai Agorria