Mujer levantando una piedra irregular en competición de Herri Kirolak

Indarrak. Mujeres en el Herri Kirolak

El sonido de la madera partiéndose, el eco metálico de una trontza que avanza sobre un tronco, el golpe seco de una aizkora sobre el roble, el esfuerzo contenido de un cuerpo que se arquea alzando una piedra de más de cien kilos. El Herri Kirolak, el deporte rural vasco, es una de las expresiones más puras de nuestra cultura.

Nació de las labores del caserío y del campo, convertido en espectáculo y competición. Durante generaciones, ha sido un espacio reservado casi exclusivamente a los hombres. Sin embargo, en los últimos años, las mujeres han irrumpido con fuerza en este terreno, reclamando su sitio en la plaza y demostrando que la tradición también se escribe en femenino.

Hoy, un grupo de mujeres vascas se abren paso en todas las disciplinas de este deporte ancestral, rompiendo estereotipos y conquistando el respeto del público y de sus propios compañeros de competición.

La trontza y la aizkora: precisión y resistencia

Uno de los iconos más reconocibles del Herri Kirolak es la aizkora, disciplina en la que los y las aizkolaris deben cortar un tronco con un hacha en el menor tiempo posible. El movimiento, repetido con ritmo y fuerza, es un espectáculo de potencia y técnica. Durante mucho tiempo, las mujeres que se atrevían a empuñar el hacha eran vistas como una rareza; hoy, sin embargo, su presencia es cada vez más habitual en plazas y exhibiciones.

Junto a la aizkora, la trontza, una sierra de gran tamaño que se maneja a dos manos, exige coordinación y resistencia. Las atletas que participan en esta prueba muestran una mezcla de fuerza y destreza.

Harrijasotzaileak: el arte de levantar piedras

Si el hacha es símbolo de precisión, la piedra lo es de poder. El harrijasotzea, o levantamiento de piedras, es quizá la modalidad más emblemática del Herri Kirolak. Consiste en abrazar una roca de gran tamaño y peso, levantarla desde el suelo hasta el hombro y mantenerla en equilibrio unos segundos. Parece simple, pero es un ejercicio que exige no solo fuerza física, sino también estrategia, equilibrio y concentración.

Tradicionalmente, los harrijasotzaileak eran hombres de físico imponente, casi mitológicos. La irrupción de mujeres en esta disciplina supuso, para muchos, un golpe a los prejuicios. ¿Cómo iba una mujer a levantar más de cien kilos de piedra? La respuesta ha sido contundente: con entrenamiento, disciplina y una voluntad férrea. Hoy, en plazas como las de Bilbao, Donostia o Azpeitia, no resulta extraño ver a mujeres abrazar piedras que duplican su propio peso corporal.

En esta disciplina, existen distintos tipos de piedra:

1. Piedra esférica (bola). Completamente redonda, como una gran esfera, entre 50 y 200 kg. Es la más común en competiciones actuales. Su forma permite abrazarla mejor con ambos brazos, aunque exige mucha fuerza de agarre. La dificultad está en que puede rodar si no se controla bien.

2. Piedra cúbica. Forma cuadrada, con aristas bien marcadas. Peso entre 100 y 200 kg. Muy complicada por las esquinas, que se clavan en brazos y hombros. La levantadora debe encontrar un punto de apoyo y equilibrio para llevarla hasta el hombro. Requiere no solo fuerza, sino también resistencia al dolor. Es muy vistosa en exhibiciones porque transmite dureza y espectacularidad.

3. Piedra cilíndrica. Forma alargada, como un tambor o rodillo. Peso habitual: 100–150 kg aprox. Muy difícil de controlar porque tiende a resbalar y girar en el agarre. El centro de gravedad cambia según cómo se sujete. Exige técnica, brazos fuertes y un gran trabajo de core. Se considera una de las más técnicas y menos agradecidas por el público, pero un verdadero reto para el harrijasotzaile.

4. Piedra rectangular/paralelepípedo. Parecida a un bloque de construcción con lados planos. Peso muy variado, desde 80 hasta más de 200 kg. Más “manejable” que la cúbica, pero exige la misma precisión. Se suele levantar apoyándola primero en la rodilla y luego subiéndola al hombro. Es bastante común en pruebas modernas, ya que facilita organizar competiciones con pesos concretos.

5. Piedras irregulares (naturales). Las piedras irregulares tienen un valor especial en la tradición vasca. No se diseñan para la competición, sino que proceden directamente del entorno natural. Dos de las más famosas son las piedras de Igeldo y Ulia, en la costa guipuzcoana. No tienen un peso exacto ni una forma cómoda para el levantador. Cada una es un desafío único. Abrazarlas es como enfrentarse a la propia naturaleza, sin concesiones.

Ver a una mujer harrijasotzaile levantar la piedra irregular de Igeldo, con sus aristas incómodas y su volumen imprevisible, es mucho más que un gesto deportivo: es un acto de rebeldía contra siglos de tradición que relegaban a las mujeres a las labores domésticas del caserío.

Fardo altxatzea: levantamiento de fardos

El Herri Kirolak no se limita solo a cortar o levantar. Disciplinas como el fardo altxatzea, donde se izan sacos pesados con ayuda de poleas, requieren tanto potencia como técnica. Escalar la cuerda mientras se eleva un gran fardo supone una de las pruebas más espectaculares y exigentes. En ellas, las mujeres han demostrado no solo la capacidad física, sino también la agilidad y la concentración necesarias para superar el reto.

Estas modalidades complementan la imagen de las jóvenes atletas, mostrando que su empoderamiento no es cuestión de un solo gesto de fuerza, sino de una versatilidad que abraza todas las facetas del deporte rural.

Más que deporte: empoderamiento y futuro

La incorporación de las mujeres al Herri Kirolak no es únicamente una cuestión deportiva. Supone un acto de empoderamiento, de reivindicación y de transformación social. En cada tronco cortado, en cada piedra levantada se abre también una grieta en los viejos prejuicios.

Las plazas de Euskadi, con su ambiente festivo, son testigos de este cambio. Allí donde antes solo se escuchaban nombres masculinos, ahora resuenan también los de mujeres que inspiran a nuevas generaciones. Para muchas niñas y jóvenes, ver a estas deportistas competir es una invitación a imaginarse a sí mismas como parte activa de la tradición.

El futuro del Herri Kirolak será, sin duda, compartido. Y en ese futuro, las mujeres son ya protagonistas. Su esfuerzo, disciplina y valentía no solo fortalecen sus músculos, sino que fortalecen también la cultura vasca, que se reinventa sin perder sus raíces.

El Herri Kirolak, nacido del trabajo duro del campo, vuelve a ser hoy un espejo de la sociedad vasca: diverso, inclusivo y orgulloso de sus tradiciones. Y en ese espejo, la imagen de las mujeres ocupa ya un lugar de honor.

Texto y fotos: Pedro Ajuriaguerra

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