Triángulos del EME

El EME cumple 75 años

El EME, conocido por sus famosos sándwiches, llega a sus bodas de brillantes en su ubicación de General Concha, donde se forman colas en el exterior para degustar un clásico de la ciudad.

“Este local es una pequeña historia de Bilbao. Aquí estamos, sin ánimo de ofender a nadie, el Athletic, la Amatxu de Begoña y nosotros. El Guggenheim llegó después”. Esta divertida descripción de Óscar Morales Ara sobre el EME —emblemático local hostelero del que es regente, junto con sus hermanos Borja, Esther y Koldo— define a este local tan concurrido por bilbaínos y visitantes que cumple 75 años este mes de diciembre. La mayoría buscan ese sándwich que se ha hecho muy famoso y que traspasa fronteras. Dejamos que Óscar nos lo prepare en las siguientes líneas.

“Nuestro sándwich empieza con el pan artesanal. Luego, la lechuga que nos traen dos o tres veces al día, de la que utilizamos solo la parte interior, que es el cogollo (lo crujiente), bien lavada y fresquita. Después, jamón york artesanal de gran calidad, la famosa salsita picantilla que tenemos y una mayonesa casera hecha, lógicamente, con huevina. Nuestro triángulo sale de todos estos ingredientes mezclados. Posiblemente, con esos mismos ingredientes, si fuera otro pan u otra cosa, ya no sería lo mismo. Además, tenemos la torre, que va con anchoa del Cantábrico (más potente y fuerte), para otro tipo de paladares. El triángulo es más de diario, mientras que la torre tiene un punto brutal, más salado, más ‘picantón’. También está el pintxo de vigilia, un clásico de bonito Ortiz que hemos utilizado toda la vida en esta casa. Se desmenuza y lo mezclamos con la salsa del triángulo. Así, sale un pintxo al que llamamos la vigilia, que se denomina así porque antiguamente, en las épocas de Cuaresma, no se podía comer carne. Había gente que hasta comía el triángulo sin jamón, porque mis tías y mi abuela eran muy religiosas”, apunta Óscar, quien recuerda que a sus productos estrella antes se les llamaba metros (porque los hacían en una tabla de un metro) y rascacielos (en honor al primer edificio alto que hubo en la calle Bailén). “Luego, el nombre ha ‘degenerado’ con los años a triángulo, aunque todavía tenemos clientes mayores que los llaman metros y rascacielos”.

Hablando de clientes, Óscar nos enseña una fotografía en el comedor del EME en la que está con Maribel Verdú, una amiga de la casa. También han probado el sándwich otros muchos actores, actrices y artistas, como Miguel Bosé, además de políticos, deportistas y futbolistas del Athletic… “Hasta Valdano ha degustado el sándwich en una mesa del local. Y a AC/DC y Guns N’ Roses se los han llevado cuando han actuado aquí”, recuerda Óscar. Muchos bilbaínos —algunos adictos a estos triángulos—, personas de la provincia y cada vez más turistas guardan cola para degustar lo que aquí se sirve. Los secretos del triángulo del EME despiertan un misterio que ya nadie quiere conocer, solo saborear.

El bisabuelo Emeterio

Todo empezó con un visionario en 1950. Desde entonces, aquí priman el trabajo, la dedicación, el sacrificio, la pasión y la ilusión. “Mi bisabuelo tenía un bar chiquitín. Él se llamaba Emeterio. Le llamaban Eme, de ahí el nombre del local, por el apodo que tenía. Emeterio, antiguamente, ya se dedicaba a la hostelería. En aquel entonces, Bilbao se centraba más en el Casco Viejo. Toda esta zona —el local está en General Concha, 5— estaba muy nueva, por lo que Eme decidió instalarse aquí y crear el famoso invento de los triángulos que conocemos hoy en día. El padre de mi abuela era un cocinillas y, haciendo el pan con una mayonesa casera, la salsita con jamón y la lechuga, dijo: ‘¡Mira qué rico está! Vamos a ver si lo vendemos’. Todo esto se ha magnificado con los años. Tenemos colas todos los días”, explica Óscar.

En aquellos tiempos de la posguerra, Eme metió a trabajar a sus cuatro hijas. “Mi tía Charo, mi tía Pili, mi tía Juli y mi abuela Esther. Mi bisabuelo murió con sesenta y pocos años. Luego mi abuela se casó con un señor que se llamaba Luis y trabajaba en la Alhóndiga, cuando todavía era almacén de vinos. Entró en el bar y estuvo muchos años trabajando. Ya en 1973, se hizo una reforma para ampliar el local y entró a trabajar mi aita, Txomin, quien estuvo hasta el año 2000, cuando se jubiló (justo con la llegada del euro). Antes, en 1993, habíamos entrado a trabajar tres hermanos: Óscar, Borja y Esther [N. del A.: otro hermano, Koldo, vive en San Pedro de Alcántara]. Estuvimos con aita hasta el 2000 y luego, en 2012, empezamos a programar la nueva aventura del EME del siglo XXI. Hicimos la obra en 2014 y ahora, en 2025, estamos hipercontentos con todo”, se felicita. Esa preciosa aventura sigue con 19 empleados actualmente.

El de siempre, el único

El EME para ellos tiene un halo romántico, por ser un negocio familiar desde siempre. Por lo sentimental que predomina, nunca han pensado en montar ninguna franquicia, ni traspasarlo. Su lema lo deja claro: El de siempre, el único. No hay más. “No sabemos lo que puede pasar con el tiempo, pero montar algo más sería perder la esencia de lo que tiene este local”, explica. Y, en realidad, la tiene. De padres a hijos, el EME ha sido generacional con su clientela. “Tengo amigos que venían con sus hijas e hijos de pequeños y ahora vienen los chavales con 25 años, acompañados por sus novios y novias. Es algo generacional a todos los niveles y supone una gran satisfacción para mí. Es una maravilla”, dice Óscar con emoción.

Al EME le vino muy bien su reforma en 2014. “El bar era mucho más ‘encerrado’, por llamarlo de alguna manera, más antiguo. Estuvimos dos años con un despacho de arquitectos, unos chavales majísimos, para diseñar y adaptar el local a los tiempos modernos. Al final, salió como está ahora, porque la lonja es muy peculiar y estrecha, una especie de embudo por el pasillo que se abre hacia la cocina y el comedor. La gente que quiere consumir el triángulo o la torre dentro del local ya no se mezcla con la que viene para llevárselos. Lo hemos conseguido”.

“La pandemia nos hizo normalizar el asunto de la espera y las redes sociales han supuesto el acabose. Todo el mundo entra con el teléfono, graba, lo cuelga en YouTube, Instagram, TikTok… Vienen aquí instagramers, youtubers… Te hacen entrevistas, hablan con nosotros, comen el sándwich, les encanta y lo distribuyen a miles de seguidores. Lo que era una cosa a nivel bilbaíno, con el turismo que tenemos en esta bendita ciudad, se ha magnificado todo”.

“También damos un menú del día muy bueno de comida casera. En los fogones, está mi hermano pequeño, Borja, el alma de la cocina. Esther es la encargada general. Trabajamos comida tradicional de muy buena calidad. En la barra hay tortillas y pintxos, pero la atracción son los triángulos y las torres, que es lo que más vendemos al cabo del día. Una cosa, para que esté buena y rica, no tiene que llevar mil historias. Solo tiene que haber calidad, por ejemplo, un buen pan artesanal [N. del A.: nos lo enseñó y dio a probar en las entrañas del EME] que hacemos nosotros todos los días desde las ocho de la mañana. Tenemos horno de panadería, amasadora… Estamos continuamente haciendo un pan cuya levadura, harina y tiempo de cocción son especiales”. Así, la miga queda muy esponjosa y aguanta el peso de los ingredientes elegidos. El legado de Eme sigue en su máxima expresión, aunque “[…] el relevo generacional es difícil. Dependemos del factor humano”, concluye Óscar mientras los sándwiches vuelan y se devoran. El secreto sigue bien guardado.

Ya saben, el Athletic, la Amatxu y el EME.

Tel.: 944 434 298
Calle General Concha, 5 – Bilbao
www.baremebilbao.com

Texto: J. A. Pérez Capetillo • Fotos: Hibai Agorria

 

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