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estacion de la concordia

Estación de la Concordia. Una mirada distinta

Una de las mayores cualidades que posee un edificio es su fuerza propagandística, por lo que un simple vistazo a la iconografía de la estación de ferrocarril de La Concordia nos permitirá descubrir sutiles mensajes que hacen alusión a la abundancia, la fortuna, la riqueza, la sabiduría, la prudencia, el comercio o el progreso.

Para el hombre del S. XIX, el progreso era la gran meta hacia donde la humanidad debía dirigir sus pasos. La palabra progreso empezó a estar en boca de los burgueses industriales, de los comerciantes y de los empresarios porque consideraban que con su trabajo, industria y comercio iban a ser capaces de transformar la sociedad. En Bilbao, exponente máximo de esa idea de progreso fue, sin lugar a dudas, la estación de ferrocarril por ser la puerta de acceso de unos viajeros y mercancías que transformarían la ciudad a una velocidad revolucionaria.

Caduceos en Bilbao

El progreso pasó a ser una religión y el dios que la iba a representar sería “Hermes/Mercurio”: minas, bancos, empresas, fábricas o comercios se pusieron bajo su protección, esculpiéndose su efigie, o sus atributos, en fachadas, puertas, columnas o capiteles, y las estaciones de ferrocarriles, como símbolos máximos de la victoria de la velocidad y el progreso, se llenaron de símbolos mitológicos. Si queremos descubrir en Bilbao unas sorprendentes muestras mitológicas, sólo deberemos acercarnos a la estación de La Concordia, elevar los ojos, mirar con atención y, al recorrer con nuestra mirada los capiteles, columnas y puertas, irán apareciendo ante nosotros, como por arte de magia, serpientes enroscadas, cabezas aladas y caduceos que nos hablan de los símbolos que la burguesía industrial y comercial bilbaína adoptó a finales del S. XIX y principios del XX.

“…serpientes enroscadas, cabezas aladas y caduceos que nos hablan de los símbolos que la burguesía industrial y comercial bilbaína adoptó a finales del S. XIX y principios del XX.”

El astuto dios de los comerciantes bilbaínos

A partir del siglo V a.C., el dios griego Hermes era representado como un viajero que vestía túnica corta, sombrero de ala ancha adornado con alas, botas también aladas y una vara o caduceo en su mano derecha. Según la mitología Hermes heredó de Zeus, su padre, enormes dosis de astucia, audacia y habilidad. La precocidad también fue una de sus características, por lo que nada más nacer no dudó en escaparse de la cuna para acudir hasta una pradera que se extendía al pie del Olimpo y robar las cincuenta vacas de los dioses que estaba guardando su hermano Apolo. El asalto lo perpetró sin emplear violencia alguna y, para ocultar su atrevimiento, llevó a las vacas de un sitio a otro, protegido por las sombras de la noche. Para confundir sus huellas se valió de todo tipo de tretas: puso ramas en la cola para que fueran menos visibles, hizo que las pezuñas de delante de las vacas marcharan hacia atrás y las de atrás hacia delante, e incluso él guió al rebaño andando de espaldas. Una vez de regreso a su cuna se colocó el pañal y se puso a juguetear. Apolo no tardó en descubrir dónde se escondía el ladrón, pero el jovencísimo dios negó con la mayor audacia su participación en los sucesos utilizando una elaborada y sutil oratoria. Zeus tuvo que intervenir y, pese a mostrarse muy satisfecho de la precocidad de su nuevo hijo, le obligó a devolver lo sustraído. Por esta y otras tretas, a Hermes se le empezó a considerar como un dios pícaro e inteligente. Si tenemos en cuenta que los comerciantes necesitan de la palabra para convencer en las transacciones y que para obtener un beneficio es indispensable el concurso de su ingenio, audacia e incluso de su rapacidad, no nos debe extrañar que desde la más remota antigüedad los griegos veneraran a Hermes como el dios de los comerciantes y protector del comercio, y que con la llegada de su culto a Roma este dios acabara por identificarse con Mercurio. En el nombre de este dios romano se encuentra la raíz merx, mercis de la que derivan numerosas palabras como: mercado, mercantil, mercadear, mercader, comercio o comerciante, y también el actual miércoles, del latín “Mercuri dies” o “día de Mercurio. Cuando nos acerquemos a mirar con detenimiento la fachada y el interior de la estación de La Concordia y descubramos en ella los atributos de este dios del comercio y los negocios, entenderemos que su presencia allí se debe a que la historia de Bilbao en la Edad Moderna, es la historia de su actividad comercial como nexo de unión entre el espacio Atlántico del norte de Europa y el interior del reino de Castilla.

Serpientes que miran a la Ría

Desde hace siglos el área metropolitana de Bilbao ha mostrado un gran dinamismo. De su puerto se exportaba a Inglaterra y al Mar del Norte las lanas y el grano de Castilla y los productos elaborados con el hierro vizcaíno. Pero el despegue industrial que experimentó Bilbao a finales del siglo XIX, fue posible gracias a que el capital vizcaíno se invirtió en la creación de unas infraestructuras ferroviarias que permitían enlazar las minas de carbón del interior con la nueva industria siderometalúrgica vizcaína. Cuando en 1894 se crea la Compañía de los Ferrocarriles de Santander a Bilbao, ésta eligió un solar que quedaba separado de la capital por la ría del Nervión a la altura del puente del Arenal para levantar allí una ostentosa estación de viajeros. Como estos terrenos se denominaban de la Concordia la nueva estación pasó a denominarse como “la Estación de La Concordia”, y al ser el arco triunfal por el que iba a entrar la prosperidad y el progreso, el edificio se construyó con una destacada monumentalidad en la que no podían faltar las referencias mitológicas al comercio. La estación fue inaugurada en 1902, y el inmueble se configuró longitudinalmente, quedando ocultas las vías mediante un edificio de dos alturas y articulaciones diferenciadas. En el piso bajo se ubicó el ingreso y las dependencias propias del servicio de atención a los viajeros, mientras que las vías se asentaron en la planta superior. Para romper con la horizontalidad del edificio, en la fachada principal se levantó un gran arco triunfal de medio punto que alojaba un reloj y el nombre de la compañía, alternando en ella la piedra, el hierro, el vidrio y la cerámica. En esta fachada, que queda articulada como el eje central del edificio, lógicamente los caduceos, como símbolos del dios Mercurio, aparecían como motivos principales adquiriendo la serpiente alada unos rasgos más parecidos a un dragón que a un reptil. Una vez atravesada la puerta principal, aparece ante nosotros un vestíbulo cuajado de columnas y vigas cuya función era sostener las vías que transcurrían por encima de las cabezas de los viajeros. Las múltiples columnas de hierro fundido tienen forma ochavada y su decoración, principalmente en el remate del fuste, está compuesta por una venera bajo la que se encuentra un sencillo caduceo, símbolo del dios del comercio y por extensión de los modernos medios de transporte.

“…unos espléndidos caduceos nos sorprenderán en la fachada de la Aduana. Cascos alados y caduceos descubriremos en el Banco de Bilbao de la plazuela de San Nicolás y sobre la puerta del Banco de España en la Gran Vía.”

 Todo lo que toca se transforma en oro

Entre los atributos de Mercurio debemos destacar la bolsa de dinero o marsupial, las sandalias aladas con las que corría velozmente los caminos llevando mensajes, el pétaso alado o sombrero de anchos bordes que utilizaban los caminantes y peregrinos para protegerse del sol y la lluvia, y el caduceo, símbolo por excelencia y atributo iconográfico esencial de Mercurio. Según la mitología, Apolo regaló a Mercurio un bastón de pastor que tenía la virtud de dormir o despertar a los mortales, de atraer las almas de los muertos y de transformar en oro todo lo que tocaba, de ahí que se le viera como un símbolo de abundancia y riqueza. Otra de sus cualidades era la de apaciguar y mediar entre los enemigos irreconciliables, por eso cuando Mercurio, errando un día por el bosque, observó a dos serpientes luchando entre ellas, no dudó en comprobar su eficacia interponiéndolo entre ambas. Al momento los ofidios dejaron de luchar, se separaron y se enrollaron en él, por eso el bastón alado de Mercurio con dos serpientes enrolladas y enfrentadas fue adoptado como símbolo de la paz, recibiendo el nombre de caduceo. Al pasar a ser este caduceo un símbolo de la paz entre dos intereses opuestos, fue lógicamente adoptado por los comerciantes porque sus negocios necesitan de paz y seguridad para poder llegar a buen término. Si hay alguna ciudad que destaque por su carácter comercial, esa es, sin lugar a dudas, Bilbao, por eso nuestros antepasados tuvieron muy presentes los símbolos del antiguo dios del comercio en toda la arquitectura bilbaína de los siglos XIX y XX. Y la estación de ferrocarril de La Concordia, como la principal puerta de acceso comercial a la ciudad, debía mostrar en su fachada principal y en las columnas de sus vestíbulos, unos espléndidos caduceos para recordar a todos los visitantes la laboriosidad y el espíritu emprendedor de los bilbaínos.

Un recorrido por Bilbao para los que levantan la cabeza

Una vez que conocemos los atributos con que se representaba a Mercurio, el próximo día que paseemos por Bilbao podremos descubrir por sus calles múltiples emblemas mercuriales. Cuando lleguemos al edificio de la Bolsa, aparecerán ante no-sotros unos espléndidos caduceos, y los mismos atributos nos sorprenderán en el centro de la fachada de la Aduana. Cascos alados y caduceos descubriremos en la fachada del Banco de Bilbao de la plazuela de San Nicolás y sobre la puerta del Banco de España en la Gran Vía. Si continuamos hacia el Casco Viejo, en la calle Barrenkale Barrena las serpientes aladas se dejarán observar en los capiteles de varias columnas de hierro que adornan las fachadas comerciales, apareciendo el mismo tema en los pilares situados en los bajos del nº 8 de la Plazuela de Santiago. Pero no sólo hay caduceos o cabezas aladas, las estatuas completas de Mercurio también se asoman a la ciudad desde lo alto del edificio del BBVA o en la plaza de San Francisco Javier. Hágame caso, salga de casa, levante la cabeza y se sorprenderá al descubrir un nuevo Bilbao.

 

BIBLIOGRAFÍA – La arquitectura del tren en Bilbao: estaciones y viviendas ferroviarias de una metrópoli industrial. Muñoz Fernández, J.M. – La arquitectura del hierro en Bilbao y su relación con la pervivencia clásica. Martínez Matia, A y Apraiz Sahagún, A. – Caduceos en Madrid. Balduque Álvarez, A. – La mitología clásica en Bilbao. El caduceo de Mercurio. Gómez Tejedor, J.

 Texto: Antonio Balduque – Fotografías: Hibai Agorria

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