LA GABARRA DEL SUEÑO ETERNO
Tres sueños hay en la ría. Uno en una pared de Olabeaga. Otro en San Mamés. Y el tercero en la orilla, donde no hay agua, pero huele a ría. La Gabarra lleva mayúscula porque es nombre más que objeto. Sobre su metamorfosis de embarcación a canción y después a mito se ha escrito tanto que abruma. Mejor hablemos de su sueño. Quien diga que duró 40 años, confunde soñar con dormir. Lo segundo no lo pudo hacer hasta jubilarse de su quehacer diario. Fue en silencio. Sin abrazos. Tantas décadas de trabajo para acabar siendo pagada con triste moneda. Como una cenicienta que vive dos días de fiesta y termina sola y sin zapato. Su traslado a la actual ubicación no fue un premio para ella, sino un regalo para todos. Podíamos convertir el deseo en algo tangible. Y allí sigue. Aunque luce de otra manera. Sabe que la gente que la aplaudió el 11 de abril era la misma que la tachó de maldita. Como si pronunciar su nombre fuera la antesala de la derrota. Costó, pero se demostró que era falso. Por eso, cuando hasta la luna de Sevilla miraba inquieta los penaltis, ella siguió tranquila. Era la noche. La del sueño del Athletic. El que empezó recurrente y acabó en pesadilla. Esta vez parecía premonitorio. Pero, sobre todo, sanador y lúcido. Era un soñar despierto. Conscientes de lo que acontecía. O no. Desde que Berenguer lanzó, todo está borroso. Quedan retales del momento y con ellos revestimos la memoria, como el primer beso. El relato es lo de menos. Lo que importa es que existió. Igual que esta nueva Copa. Nada sabe tan dulce como el trago que se hace rogar. Todavía llevamos su sabor. Al fin y al cabo era felicidad, pero también alivio. Había sed de alegrías. Bien lo sabe la Gabarra. Cuando Iñaki Williams le gritó desde La Cartuja ¡Calienta, que sales!, ella sonrió. Lo hizo como acostumbran los habitantes de la ría. Sin aspavientos. Sabe que las aguas que se van acaban volviendo. Solo hace falta quedarse en la orilla, como ella. Ha vuelto a su sueño, ligero y expectante. Descansando a la espera de otra cita con la historia para seguir agrandando la leyenda. La de un equipo con espíritu de cuadrilla en un club con alma de pueblo. Ese que eligió la embarcación más humilde para celebrar las glorias. Por eso te queremos, hermana Gabarra. Porque solo tú puedes guardar nuestro hermoso sueño eterno.