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Andrés Calamaro

¡Qué bien conoce Andrés Calamaro el juego de abrirse el pecho! Al cantautor argentino, en este momento dulcemente maduro de su larga trayectoria, le sigue sobrando lo que hay que tener y pocos tienen. Resucitado en varias ocasiones de sus previas muertes -las artísticas, las humanas- refulge el personaje en la actualidad con un halo de enormidad, que favorablemente no oculta el brillo de sus propias canciones. Tampoco ellas se lo comen a él. Suenan los primeros acordes y sabes que es Calamaro. O un imitador. El Salmón, el tipo del millón de batallas, el que suena a arte, suda vicio y sabe de amistad. 

Ahí va una de arte: en un concierto en Quito deja al público descompuesto soltando un categórico “aquí faltan toros, porros y chochos”, para inmediatamente metérselos en el bolsillo arrodillándose para besar el suelo ecuatoriano. Una de vicio: en su época de perversión dura, años ha, picado por la necesidad, hace parar la ‘furgo’ en gira para que le pidan un bocadillo, luego tira el bocata a la basura y usa el papel de aluminio que lo envolvía para fumarse una plata. Una de casta: amigo de Morante de la Puebla y otros maestros, a cuyas fincas acude en ocasiones, muestra con orgullo sus videos (youtube es testigo) con capote y vaquilla. Una de genialidad: en un concierto peninsular sin teloneros, mientras la gente va entrando en la sala, Calamaro se sube al escenario, solo, y se pone a interpretar un repertorio de rarezas y versiones ¡haciendo de improvisado telonero de sí mismo! Efectivamente, mucho Calamaro. Anécdotas que circulan de boca a oreja de los fans sin saber dónde acaba la realidad y empieza la leyenda.

Más allá del chascarrillo está la estrella, esa que convoca a 3.000 personas en Madrid, 5.000 en Lima y 10.000 en Buenos Aires. La que ha de moverse en avión privado en las giras argentinas. Más allá del divo está el cantante que, sin dejar de hacer un rock tan negro como el de los Stones, resulta tan latino como José Alfredo Jiménez, Carlos Gardel o Atahualpa Yupanqui. Y por encima del intérprete, el compositor: el que hace hits para el mainstream y toneladas de material para eruditos. El hombre que introduce el ripio en el octavo arte de una buena canción, el de “La Flaca”, “Sin documentos”, “Mi enfermedad”, estándares que ya pertenecen al colectivo hispano, al alma del pueblo latinoamericano.

De manera que casi no parece necesario presentar a Andrés Calamaro, decir que nació en Buenos Aires en el 61, que a los 8 años ya tocaba el bandoneón, que de joven fue músico de sesión y que estuvo en diez mil proyectos como Elmer’s Band, Chorizo Colorado Blues Band, Proyecto Erekto, Los Almirantes, Ray Milland Band… donde se codearía con la crema de los músicos argentinos. Que su primer grupo serio fue como teclista de Los Abuelos de la Nada, con los que grabó cinco discos en el periodo de 1982 al 86. Que sus cuatro primeros discos en solitario pasaron desapercibidos y fue cuando emigró a Madrid y formó Los Rodríguez junto al ex Tequila Ariel Rot, entre 1991 y 1996, con los que obtuvo la titularidad en la primera división. Que en 1997 grabó su quinto disco en solitario, llamado a convertirse en un clásico “Alta suciedad”, que elevaría su estampa a idéntica categoría, y que con éste y el siguiente “Honestidad Brutal” (1999) impondría sus maneras como un estilo propio de hacer rock en castellano. Y, desde entonces, sobrevivir en esa cresta de la ola hasta el intachable “Bohemio” (2013). Entre medias discos quíntuples, trabajos de versiones y duetos, colaboraciones estelares (como el trabajo en directo a medias con Fito Cabrales), discos recopilatorios, de rarezas, directos, y los necesarios trabajos de estudio donde seguir abriendo el pecho.

¿Cuentas tu realidad en tus letras, hablas de ti siempre? Una radiografía de mi vida propia sería el conjunto de todas mis letras, incluso aquellas que yo no escribí, y las versiones que me encontraron cumpliendo mi papel de intérprete puro.

El disco está grabado en Mondomix, en Buenos Aires… ¿cómo fueron las sesiones? Cuando grabamos el disco también estábamos ensayando fuerte para estrenar una banda en directo. Parece más complicado de lo que realmente fue, pero ensayamos y grabamos al mismo tiempo. Tampoco estoy enamorado de encerrarme en un estudio doce horas como antaño. En el primer tercio de la grabación mi rol fue secundario, aunque asumí mi papel de ‘artista y cliente’, cantando voces de referencia y asociado en la definición del repertorio definitivo. Me repartí entre los ensayos (comprometidos) y los primeros compases de la grabación. Involucrar a mis compañeros de banda fue una formidable decisión en todo sentido, nos conjuntamos como personas y como círculo musical. Y ahora estamos tocando las canciones que grabamos juntos hace seis meses.

Sorprende escucharte decir que “ya no te gusta pasar la vida en el estudio”, con lo que tú has sido en ese sentido. Generalmente, grababa después del mediodía, una ‘media session’. Unas pocas horas en el estudio para colaborar con la producción y cantar las voces provisionales y definitivas. Ya no estoy en esas.

Parece que tu banda está muy asentada, habéis grabado juntos y ahora una gira latinoamericana y otra, en breve, por España. No grabamos en directo, ni respetamos el fetiche de las grabaciones analógicas. Pero sí grabamos con los mismos músicos que viajan conmigo en directo, tampoco es la primera vez. En los ochenta grabábamos todos juntos en sistemas analógicos y los discos sonaban como la mierda, el prensado del vinilo era un desastre, las grabaciones se sometían a un corte de graves y agudos, la impresión de las portadas nunca confortaba a los diseñadores.

¿Qué ha aportado Cachorro, el productor de Bohemio, a tus nuevas canciones? Cachorro convirtió mis canciones en un disco. Te confieso que no tenía mayor interés en grabar un disco (los grabo para sacármelos de encima). Pero Cachorro es un productor muy importante, graba con corazón y con inteligencia. Soy sincero si digo que este ‘disco-objeto’ superó mis expectativas, yo estaba bien grabando mis interminables cosas, no quería involucrarme con la distribución, la promoción, los contratos, la crítica…

Sin embargo, esa es tu misión como artista. Ahora estoy agradecido de haberlo hecho porque volví a generar ‘clásicos’ (aunque sea poco prudente anunciar un clásico antes de que pasen 25 años de la edición de un disco); una nueva generación bohemia va a seguirme y no estoy tocando conciertos de nostalgia de los años ochenta o de los años de los Rodríguez. Soy un artista contemporáneo, sigo generando interés discográfico y convocando nuevas masas de público en más países y hacia próximas generaciones. Un crítico solo puede salvar el orgullo criticando mi disco con acritud confesional. Yo no hago discos mejores que nadie, ni me importa competir. Estoy tratando de abandonar este oficio desde mediada la década del ochenta. Pero la música opina que tenemos que seguir juntos.

 

Discografía esencial: Hotel Calamaro (1984) • Vida cruel (1985) • Por mirarte (1988) • Nadie sale vivo de aquí (1989) • Completo (1997) • Alta Suciedad (1997) • Honestidad brutal (1999) • El salmón (2000) • Duetos (2001) • El álbum (2001) • El cantante (2004) • El regreso (2005) • Tinta roja (2006) • Made in Argentina – Made in Spain (2006) • El Palacio de las Flores (2006) • La lengua popular (2007) • On the rock (2010) • Bohemio (2013)

Website oficial: http://www.calamaro.com

 

Texto: Kike Babas & Kike Turrón • Fotos acreditadas por Warner Music

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