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India. País de sensaciones

País de misterios, de castas que marcan destinos. País de lujosos palacios y de la pobreza más cruel, de sabores, de idealizaciones y de miedoso respeto, país de ideas preconcebidas y prejuicios.

Decidir el recorrido no fue fácil, distancias infinitas, horas interminables de tren separan nuestros lugares elegidos. Por suerte, los trenes resultaron ser el lugar más interesante para empaparse de la realidad. En ellos puede ocurrir que un desconocido te ofrezca parte de su básica cena compuesta por chapati (pan) y dahl (lentejas), mientras decenas de vendedores ambulantes de té chai ocupan los estrechos pasillos o un niño tullido a conciencia por sus explotadores, para recibir más limosna, se pasea enseñándote su cruel muñón. Triste India. País de contrastes y extremos.

Tras un breve paso por Kochi, ciudad popular por el sistema de pesca único desarrollado en sus orillas, nos dirigimos a Goa, paraíso de hippies. Una auténtica sorpresa al llegar. Nada de la India que imaginábamos, ni rastro de los coloridos saris de sedas en medio de multitudes de comerciantes, o del tráfico aterrador de las grandes ciudades. Lejos de todo eso, Goa es un oasis, popular por sus playas y su ritmo de vida relajado, donde las reuniones para ver el atardecer al ritmo de los timbales son los acontecimientos más importantes del día. Allí, nos tomamos unos días de relax en bungalows multicolores situados frente a extensas playas en las que, bajo la escasa sombra de las barquitas de pescadores, se protegen del sofocante sol algunas vacas sagradas. Mientras, una mujer barre la arena con su escoba de paja. País curioso.

Udaipur, la llamada Ciudad Blanca, localizada en el estado de Rajastán, es nuestro siguiente paso. Es un lugar de ensueño, donde palacios reales y hermosos edificios de encaje blanco se asoman al lago Pichola, y sus ghats (o escalinatas que bajan al agua) están llenas de vida durante todo el día. Allí, grupos de mujeres haciendo la colada se mezclan con parejas de viajeros, que pasan el rato contemplando los reflejos de la luz cambiante sobre el lago. Tienen lugar pequeños rituales de culto y las vacas sagradas aprovechan para tomar un respiro de las congestionadas calles interiores. País de opulencia y marajás.

Jaisalmer, la Ciudad Dorada, pequeña ciudad de fuerte amurallada o grandiosa escultura de arena en el desierto de Thar, según los ojos que la miren. Esta alejada ciudad de Rajastán, cercana ya a Pakistán, es un lugar único. Su gran fuerte de callejuelas estrechas aglutina multitud de templos, mansiones y palacios, todos esculpidos con cuidado detalle en piedra dorada cual arena del propio desierto. Desde allí, puedes adentrarte en la profundidad de las dunas a lomos de un camello, conocer la dureza de la vida de sus pueblos, y pasar la noche al raso, cubierto tan solo con una gruesa manta, disfrutando de un cielo estrellado único, irreal incluso. País de sorpresas.

Rishikesh, capital mundial del yoga. Donde el sagrado río Ganges, joven aún, mantiene su pureza y transparencia. Donde enormes pero frágiles puentes que unen ambos litorales son cruzados cada día por miles de personas. Donde se divierten unos en su orilla y otros en su descenso. En nuestro retiro meditamos desde temprano, y nos cultivamos con comida vegana para llegar ágiles a las últimas sesiones de yoga del día. Mientras, entra la primavera, y locales y turistas celebran su llegada embadurnándose de amor y lanzando pinturas de vibrantes colores, como bien manda el Holi, antigua fiesta religiosa hindú. País de reflexión y color.

Nueva Delhi. Caos, ruido, olores, polvo, contaminación, lugar de oportunidades para comerciantes de todo el mundo. Capital donde nada está permitido pero todo se puede conseguir, donde es difícil llegar a tu destino sin que alguno de sus ciudadanos te intente despistar para entrar donde no ibas. Centro neurálgico de India, que comunica puntos en las antípodas de su exagerado territorio, unidos por interminables raíles que llegan a sus confines. Es éste nuestro punto de partida para ver una de las 7 maravillas del mundo, el Taj Mahal, colosal obra de arte al amor que siempre permanecerá entre nuestros grandes momentos viajeros. Delhi, donde comienza y acaba un viaje. India, país de grandeza.

 

Texto y fotos: Macarena Riestra y Iagoba Domingo

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