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Hospital de Basurto

Ese es nuestro hospital, el Hospital Universitario de Basurto, el hospital de Bilbao. Y según cuenta la historia, construido sobre terrenos que miran al mar.

Personalmente, no creo que el mar esté en nuestro pensamiento cuando traspasamos la entrada, pero lo cierto es que sí nos encontraremos ante una estructura estéticamente alejada del concepto clásico de hospital y con un asombroso jardín arbolado que distrae eventualmente de cualquier inquietud.

Hace más de un siglo que Bilbao se convertía en una briosa ciudad industrial. La población aumentaba de manera extraordinaria y se necesitaba un hospital que sustituyera al de Atxuri, a esas alturas, claramente insuficiente. Así que en 1895 el arquitecto municipal Enrique Epalza y José Carrasco, médico y entonces director del mencionado hospital, recorrieron las principales ciudades europeas en busca de inspiración para construir un centro nuevo y moderno. La encontraron en Hamburgo, concretamente en el Hospital Eppendorf (1870), uno de los más modernos de la época.

Regresaron con esa misma idea: construir pabellones independientes a modo de “fronteras”, pero comunicados por el subsuelo para el traslado de enfermos, además de zonas ajardinadas que ayudaran a resolver los grandes riesgos de propagación de enfermedades infecciosas.

Entre estos edificios, tenemos la fortuna de disfrutar de un jardín colorido y poblado de árboles, un lugar de esparcimiento que reivindica su propio espacio y que con sus ejemplares magníficos y centenarios se ocupa, también, de los matices de la existencia humana. Es un entorno de calma donde mezclar tintes de realidad, encajar tiempos de espera, o negociar noticias favorables.

El proyecto de construcción del flamante hospital se inició en 1898 en los terrenos de Basurto, “una zona aireada y bien orientada hacia el mar”. Se llevó a cabo con las donaciones de los vecinos de la Villa, con cierta ayuda de la Administración, y con el imprescindible empuje económico de algunas familias acaudaladas: Gandarias, Revilla, Jado, Gurtybay, Iturrizar… Apellidos que dan nombre a algunos de los quince pabellones que conforman hoy el complejo hospitalario.

Pero, ¿por qué edificios aislados entre sí?

Aún en el siglo diecinueve, Europa seguía luchando contra terribles enfermedades infecciosas. En las Guerras Napoleónicas, al no tener donde alojar tantos heridos, se habían construido barracones independientes y se había observado que la mortalidad se reducía; lo mismo ocurría después en la Guerra de Secesión Americana. Tras examinar estos hechos y con la firme convicción de que un hospital no debería añadir quebranto a los enfermos, arquitectos, ingenieros, médicos y científicos, se unieron en la batalla contra el temido y atroz contagio.

El arquitecto Oswald Kuhn definió este tipo de construcción como “la forma más perfecta de arquitectura para hospitales”, idea que también defendió Gaudet.

El hospital nos recuerda a una construcción de modelo inglés. Historicismo y Modernismo combinan el ladrillo de los muros de los pabellones con adornos de cerámica en azul y blanco; molduras, zócalos, dovelas y una llamativa combinación de tejas de colores rojos anaranjados y marrones en sus cubiertas.

Ya en la entrada, nos reciben longevas Palmeras Canarias que resisten bien el frío y sin embargo, podrían traer a nuestro recuerdo días de sol y descanso.

Los Magnolios que crecen majestuosos entre Allende, Jado y Makua nos sorprenden con su porte elegante y el aroma de sus delicadas y blancas flores; su aceite esencial es muy apreciado en aromaterapia.

Veremos Tilos de más de veinte metros de altura entre Revilla y Aztarain. Sus hojas en forma de corazón y sus pequeñas flores amarillas ofrecen la que dicen es la miel más delicada del mundo, además de aliviar el estrés y las tensiones, los dolores de cabeza, el insomnio y los catarros.

Enormes Castaños de Indias custodian la bajada hasta Urgencias en Makua y desde primavera a verano, nos regalan racimos de flores blancas o rosadas. Es una especie con múltiples usos medicinales, pero con frutos tóxicos al mismo tiempo.

Las Jacarandas de Escuza exhiben desde primavera espectaculares flores azul violáceo. Su aporte ornamental es tan apreciado como su aromática madera. Hay Madroños acompañando los muros traseros de Iturrízar. Cuenta la leyenda que esta especie nació de la sangre de un gigante llamado Gerión que fue vencido por Hércules. Una Secuoya gigante, frente a Revilla, Aztarain y Gurtubay, contempla el paisaje desde sus más de veinticinco metros de altura. Dicen que pueden llegar a vivir más de tres mil años y quizá así, comprender el mundo. Robles, Plataneros, Avellanos, Arces, Laureles, Sauces, Fresnos, Abetos, Olivos, Rosales… ¡Tanto por descubrir!

El hospital bulle con el ajetreo de esta mañana de verano del año 2017. El vertiginoso avance de la tecnología desafía la biodiversidad del espacio verde, aunque todavía armoniza perfectamente con el sosegado crecimiento del jardín.

Texto: Gloria Esteban • Fotos: Hospital de Basurto

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