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rugby historicos

Rugby en estado puro

Bilbao será la capital europea del rugby durante el segundo fin de semana de mayo. Se espera una avalancha de aficionados sin precedente en la Villa, para presenciar los días 11 y 12 las dos finales de clubes por antonomasia. Hablamos de la Challenge Cup (equivalente a la Europa League de fútbol) y la Champions Cup, que corona al rey continental del amadísimo deporte.

Se podrían llenar tres o cuatro San Mamés con las peticiones de entradas. Muchos seguidores llegarán desde el extranjero para vivir el ambiente y soñar con conseguir un billete in extremis. La fan zone será única, en El Arenal. El tercer tiempo que hacen los jugadores tras los partidos, ese espacio para la amistad y la cerveza, no es sino una prolongación de lo que practican los aficionados. El deporte en estado puro.

No deja de ser un homenaje, una oportunidad única para aquellos jugadores que han engrandecido el rugby en Bizkaia, que ahora mantiene a dos clubes en la élite: Gernika y Getxo. Pese a que cada vez hay más chavales practicando con el balón oval, ambas escuadras luchan hoy por la supervivencia en la categoría, muy lejos del potencial de Valladolid, la única ciudad española en la que hay calor y potencial económico. Y bastante distanciados de lo que el propio Getxo logró en los años noventa, con un título liguero (1993) y cuatro Copas del Rey (1990, 1991, 1992 y 1997). La segunda de estas últimas supuso el cénit en la provincia. Getxo y Gernika se vieron las caras en el partido decisivo, que se disputó nada menos que en la localidad gaditana de Puerto de Santa María. Ganaron los amarillos (Getxo) por 32-15. Había diferencia de potencial, aunque dicen los forales que lo afrontaron con cara de viaje de estudios.

BAO reunió a cuatro de los integrantes de aquella final para un divertido tercer tiempo. Después de citarse en los aledaños del nuevo San Mamés, escenario de los partidazos que esperan, nos sentamos en torno a una mesa en el Restaurante Gure Kabi para recordar anécdotas, comer de fábula, reírnos a carcajadas y concluir sin disimulo que el gran beneficiario del evento será la ciudad. No habrá un antes y después para nuestro rugby.

La melé con Jon Etxebarria, Unai Aurrekoetxea, Fidel Castro y José Félix Urrutia fue espontánea. Aunque pudieron pitarnos golpe de castigo por hacer un tres contra uno al hoy directivo del Gernika y entonces rival de los getxotarras, Urrutia, como sucede con el propio rugby, no hubo color en las camisetas. Presumió de que el club foral se fundó dos años antes (1973) y que un puñado de sus jugadores, algorteños, cansados del ajetreo de viajes y enredos tras los partidos, se animó a crear el Getxo. “Iban hasta el bar Las Vegas, en Gernika, a ver la lista de convocados y de paso se liaban. Jugaban en Derio”, rememora.

Son personajes autorizados para desgranar el ayer y hoy de un deporte que tuvo en Jon Azkargorta y Jabitxin Diaz Paternain a sus máximas estrellas en Bizkaia. La mesa concluye que el primero ha sido el mejor de todos los tiempos, aunque sobre nuestra mesa hay un puñado de partidos internacionales.

Etxebarria, director de operaciones en Azkuna Zentroa, aún juega partidos de veteranos. Tiene una visión del evento que viene como uno de los grandes vividos en Bilbao: “Ha habido un Mundial de baloncesto, los saltos de Red Bull en el Guggenheim… No sé cuánto puede dejar esto para el rugby, pero hay un impacto asegurado para el turismo”.

Fidel Castro es, como su nombre y apellido dictan, el más revolucionario de la mesa. Se hizo famoso en la época de gloria porque era el enterrador del cementerio de Erandio. Aquello le dio muchas páginas en prensa, pero lo suyo era empujar, ganar metros. “Yo en cuanto me enteré de las finales compré ocho entradas. Y eso que estaba fuera. Será una auténtica fiesta. También digo que al rugby de nuestra provincia no le va a dejar nada”.

La Rochelle’s French flanker Mathieu Tanguy (C) is tackled by Harlequins’ English prior Phil Swainston (R) during the European Champions Cup rugby union match between La Rochelle and Harlequins on January 21, 2018, at the Marcel Deflandre Stadium in La Rochelle, western France. / AFP PHOTO / XAVIER LEOTY

Aurrekoetxea, al que le brillan los ojos por su pasión, confía en que influya en la gente. “Serán dos días magníficos de ambiente y creo que impactará en los ciudadanos. Es lo nunca visto. Hay gente que se ha desplazado a Anoeta a ver partidos o son típicas las excursiones a los partidos de Seis Naciones, pero esto será otra cosa. Hará reflexionar”. Quizás se refiera, sin citarlo, a que su hijo Kerman, internacional juvenil, se haya mudado a la localidad francesa de Mont de Marsan para proyectarse hacia la élite. “Mi mujer (también campeona copera con el Getxo) y yo cogemos la autocaravana los fines de semana para verle jugar, y si hay que parar por otro partido, lo hacemos”, explica.

Urrutia está encantado porque van a disfrutar de “las máximas figuras del rugby europeo, los clubes que jugarán en Bilbao son auténticas selecciones”. El componente del Gernika reconoce que la emoción de los jóvenes por su deporte es menor hoy. “Nosotros en el tercer tiempo recorríamos todos los bares, ahora hay chavales que a veces no se quedan”, desvela. Etxebarria, con un hijo portero en las categorías inferiores del Athletic, aporta un divertido apunte. “Nos venía de cine, sino tomabas tres cervezas después del partido, te dolía todo el cuerpo, ejercía de anestesia”, comenta. Era tal su pasión que trabajaba en Madrid, se entrenaba allí con el Arquitectura y venía los fines de semana a jugar pese a que en su empresa no les hiciera gracia. “Lo dejé a los cuarenta años”, dice con orgullo.

Fidel recuerda que aquel Getxo campeón entrenaba sin parar. “Si había que dar veinte vueltas en vez de diez, se daban. No fuimos del todo conscientes de lo que conseguimos”, dice desde la distancia. Aurrekoetxea comenta que los jugadores son hoy “más atletas, están más preparados. De alguna manera, ha llegado el profesionalismo”. Palabra maldita o bendita. Se habla del primero que cobró en Getxo. “¡Le pagaban los viajes!”, se exclama como si fuese un sacrilegio. Hay extranjeros que juegan en nuestros clubes por lo que les cuesta el día a día.

Se desgrana que el secreto de aquel Getxo campeón estaba en el colectivo: “Coincidimos una generación muy buena. Teníamos pasión por lo que hacíamos y no abandonamos al mínimo obstáculo. Ahora, el aliciente está en el profesionalismo. Tienen la suerte de que por jugar, por ejemplo en Valladolid, te pagan la carrera y hay quien gana 100.000 euros”. Aurrekoetxea recuerda que en su época solo cobraban las dietas de la selección española: “Eran diez mil pesetas, recuerdo que ganamos 70.000 por una medalla de bronce en unos Juegos del Mediterráneo”. Fidel recuerda la misión que tenían entonces antes de los partidos: “Pintar las rayas con cal y, algunas veces, cavar para recolocar los palos. Solamente te daban la camiseta; el pantalón, las medias y las botas te las pagabas tú. Éramos amateurs a muerte. Hace poco, le ofrecí a un chaval ir a jugar a Islas Caimán con todo pagado y no quiso”. El rugby en esencia, como son ellos. Alguno ya jugó en el viejo San Mamés. Ahora les toca ser aficionados de la Champions. Son igual de felices.

Texto: Nika Cuenca • Fotos: Hibai Agorria
Fotos antiguas por cortesía de Unai Aurrekoetxea

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