BAO LOGO OK 2 e1391622790962
Principal Pedro

Pedro Luís Ajuriaguerra. El depredador de instantes.

“Si se trata de una fotografía, soy como un tiburón”. Lo dice, sin levantar la voz, el bilbaino Pedro Luís Ajuriaguerra. Ha ganado decenas de premios; muchos, internacionales; algunos, entre los más prestigiosos del mundo.

Es tímido, delgado, con la piel blanca y los ojos muy grandes, verdes, expresivos. Son unos ojos que lo captan todo; de repente, se concentran en una lámina del tiempo y empiezan a crear un cuadro. La cámara es solo el arpón que atrapa ese instante. Antes, Pedro Luís ha estudiado la zona de caza. Y, después, destazará el instante antes de mostrar el trofeo. Es un depredador.

Cuando no caza momentos, trabaja como biólogo en una gran depuradora. “La fotografía es tan extensa que, a medida que voy sabiendo, más me doy cuenta de lo mucho que me queda por conocer. Me pregunto cómo es posible que me presentara a certámenes antes, pero ¿por qué no? Pensé que prefería que fueran otros quienes me pusieran barreras y no yo mismo. Un poco de ingenuidad no está mal”, asegura.

A Pedro Luís Ajuriaguerra, su esposa le regaló una cámara hace menos de una década. Jamás se había interesado por esas cosas. Ni le habían atraído. Ni tenía idea. “Nunca imaginé que el camino de la fotografía me fuera a ser tan grato. Jamás he sido habilidoso para las artes plásticas ni pensé que hubiera una parte creativa en mí”, revela.

Pero resulta que sí. Desde entonces ha ganado decenas de premios. Muchos, internacionales. Algunos, entre los más prestigiosos del mundo. “A medida que he ido ganando concursos han ido valorando mi fotografía. Gente de L’Equipe o L’Parisien o de medios de Nueva York han alabado mis fotos. Y eso es increíble”.

Ha recibido propuestas para dedicarse a la caza de instantes de manera profesional. “Incluso un amigo malayo que imparte talleres de fotografía por todo el mundo me ha ofrecido colaborar con él. Pero esto es mi hobby, mi pasión, disfruto con ello. No lo veo como un oficio. Prefiero no dejar mi empleo y seguir con mi estilo de vida, tengo familia”, argumenta con una sonrisa.

Reinvierte lo que gana en los certámenes en la compra de equipo. Ahora usa una Sony Alfa 9 compacta. Antes era muy de Nikon; compró una D4S de segunda mano en Tokyo. Sin tener ni idea de japonés. Le salió muy buena. También posee un drone que conquistó en un concurso celebrado en Nueva York.

“No me obsesionan ni la luz, ni el color, ni el movimiento. Me atrae mucho la arquitectura. Busco un lugar y empiezo mi labor de investigación sobre qué se puede fotografiar, lo que se puede prolongar durante semanas. Luego, me dejo llevar”, explica. “Es fundamental contar historias con las fotos. Una buena fotografía debe relatar algo. Una foto es un cuento, un relato breve. Claro que no siempre es posible. Pero las fotos más impactantes siempre guardan una historia dentro”.

Insiste en que la pasión es el elemento descriptivo de su estilo fotográfico. “Es mi punto fuerte, me obliga a ir más allá”. Esa pasión se transmite a la foto “con mucho contraste, nitidez y negros llevados al límite; con sombras marcadas, la luz está ahí. Es un estilo cercano al cómic”.

La foto no existe aunque el instante ya sienta que lleva el arpón en el lomo. “Es preciso complementar dos procesos: una buena fotografía y una buena edición. Realizó mucho trabajo de edición”, aclara. Ahí es donde se destaza el momento.

“Una foto, una vez que la has hecho, las has trabajado, la tienes finalizada, pierde parte de su valor para mí. Es tremendo. Quizá se trate de algo subconsciente, pero una vez completado el proceso, pierde encanto. Y no paro de encontrarle defectos. También me sucede que cuanto más veo una foto, se devalúa, se desprende de la capacidad de sorprenderme”. Es la esencia del depredador. Necesita nueva sangre. Un rastro reciente. El estímulo de capturar presas que aún no ha visto.

Le encantaría realizar retratos. Pero, para eso, precisaría un estudio. Y le entusiasma la foto deportiva, porque obliga a improvisar en circunstancias cambiantes.

Ahora estará cazando otro instante. Y, en este tiempo, le habrán comunicado, de Pekín o San Francisco, que ha ganado otro premio.

“Las sombras no las mira nadie. Las luces se ven. Una buena foto en blanco y negro necesita muchas tonalidades de negro, muchas”, reflexiona el depredador de instantes fijando sus enormes ojos verdes.

 

@pedro_ajuriaguerra

Scroll al inicio