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Nepal. El techo del mundo

Ha pasado ya un tiempo desde que recibimos con el corazón encogido las devastadoras noticias de los terremotos que barrieron parte de un pequeño país encajado entre el Tíbet y la India.

Resulta impensable ponerse en la piel de quien lo ha vivido y tiene que continuar su camino, reponiéndose de una u otra manera al desastre total que ha dejado tras de sí el paso de la fuerza de la naturaleza. Doloridos, con esa pena del que está a salvo en la distancia, pero que a su vez se siente de alguna manera conectado a esa pequeña nación, aceptamos nuestro papel: el de testigos. Testigos previos a la hecatombe. Testigos, para no dejar paso al olvido.

El Valle de Katmandú es una hermosa planicie, la zona más poblada del país, donde las altas y gélidas cumbres dan un respiro al desarrollo de la vida agrícola y donde siete conjuntos monumentales, declarados Patrimonio de la Humanidad, conviven en perfecta armonía con la multiculturalidad de sus habitantes. Hindúes, budistas y una rica historia milenaria dan un ejemplo al mundo.

Katmandú nos engancha a muchos. Y deja indiferente a pocos. Es una amalgama de etnias, templos, estupas, callejuelas polvorientas, momos (bolas de masa cocida rellenas, especialidad de la cocina nepalí y tibetana), monjes con túnicas azafrán, mujeres envueltas en saris multicolores, ojos perfilados de kohl, pintorescos tuctucs, sonrisas sin idiomas y namastés (saludo tradicional). Una ciudad donde en cada esquina te espera una sorpresa, donde los mercadillos diarios ocupan las escalinatas de sus templos, donde vida social y religión van de la mano y las puertas están abiertas al viajero en medio del constante ajetreo.

En la periferia de la capital del pueblo que vio nacer a Siddartha Gautama, Buda, dos lugares muy dispares han dejado huella en nosotros, Boudhanath y Pashupatinath. El primero es un barrio en torno a una de las estupas budistas más grandes del mundo. Un lugar donde la vida se detiene y se envuelve en nubes de incienso y velas de manteca, donde las multicolores banderas de oración lanzan plegarias al viento y se pueden escuchar las trompetas y los murmullos de los monjes a la hora de los rezos. Es uno de los pocos lugares del planeta donde la cultura tibetana es totalmente accesible gracias a una gran comunidad de refugiados afincada allí.

A pocos kilómetros nos encontramos el segundo lugar, uno de los templos hindúes al dios Shiva más importantes del mundo. Conocerlo resulta impactante, encoge el alma. Y es que, además de ser lugar de peregrinación, es un importante crematorio. En sus ghats, a orillas del río Bagmati, tiene lugar todo el ritual de forma pública. Desde el lavado del cuerpo hasta la propia incineración, con todas las escenas de dolor propias del momento, que no entienden de países ni idiomas. Una visita obligada, pero sin duda sobrecogedora. Como nota de color, los siempre presentes sadhus, monjes hindúes que buscan la iluminación a través de la austeridad, llevan sus cuerpos cubiertos de ceniza sagrada y visten tímidamente con una pequeña túnica mientras deambulan itinerantes entre lugares de culto y rincones naturales.

Ir a Nepal y no conocer sus montañas es impensable. No-sotros elegimos Pokhara como punto base para realizar nuestro primer trekking por el techo del mundo. Nos adentramos cerca del conocido circuito del Annapurna, pasando por pequeñas aldeas ancladas en las laderas, donde el único transporte son las piernas que recorren los empedrados caminos y los estrechos puentes colgantes que cruzan desfiladeros. Una ascensión que culmina en un amanecer único en el Poon Hill, a 3.210 metros de altitud. Esta pequeña cumbre se encuentra frente al mismísimo Annapurna, lo que la convierte en un estupendo mirador del grandioso macizo de seis picos para los que no encuentren la iniciativa suficiente para adentrarse más allá.

Este país no solo es el techo del mundo por su archiconocida cordillera del Himalaya, que rasca el cielo, sino también es un lugar único por la cultura y los monumentos ancestrales que rebosan sus vías sin asfalto hasta desbordar el lugar de magia. Pero, sobre todo y ante todo, es único por la humildad y amabilidad que emanan sus gentes. Icono de peregrinaciones religiosas y aventureras, es una nación diminuta pero inabarcable por la inaccesibilidad de sus infinitas montañas. Una primera visita nos llevó a los lugares imprescindibles. Y uno y mil viajes más nos dejan siempre con la sensación de tener mucho más por descubrir. No por casualidad un pueblo posee una bandera única en el mundo, diferente de la estándar forma rectangular.

Un velo de tristeza cubrirá Nepal durante años. Se llorarán ausencias, pero la vida se recuperará. Se levantarán nuevos edificios y reconstruirán templos. Sabemos que lo importante, la esencia, seguirá intacta: sus gentes, la paz que se respira, las tradiciones y la fuerza de un pueblo que, sin duda, conseguirá barrer sus escombros y redefinir su identidad única, mirando al mundo desde las alturas. Por eso, nunca se nos desvanecerán las ganas de volver y de ayudar a recuperar las vidas de quienes hacen que este mundo sea algo más puro, honrado y generoso, y redescubrir esa formidable cultura que nos dejó boquiabiertos.


HELPING NEPAL (Ayudando a Nepal)

Hoy, la tierra sigue temblando, al igual que los corazones de esos que no tienen nombre, que no existen más que en un registro perdido, en un número de más de 4 cifras. Se acerca el monzón y falta lo básico: agua potable, arroz para el Dhal Bhat, y sobre todo un techo donde cobijarse. El riesgo de enfermar es altísimo, sobre todo si como se teme vuelve el cólera a los núcleos urbanos, a las aldeas incomunicadas. Pero la vida continúa, y ellos y ellas son maestros de lo sencillo, poseedores de esa innata sabiduría enraizada en la aceptación del devenir de los acontecimientos sin caer ni en la resignación ni en la rabiosa desesperación.

Nuestro amigo Tenzing estaba en la montaña, trabajando, guiando a un grupo de amigos de nuestra tierra. Fue un milagro que todos sobrevivieran. Ahora trata de mantener otro grupo vivo y unido, esta vez mucho mayor en número, su pueblo. Si quieres colaborar en rehabilitar parte de una comunidad y, sobre todo, crear un techo para que se resguarden durante lo que aún esta por llegar, el dinero que aquí se reúna irá directo, sin intermediarios, sin proyectos marcados desde el origen y sin lucros gubernamentales.

Tenzing y su gente saben cómo distribuirlo, cómo aplicarlo. Ayúdanos a ayudarles. Este es el número de la cuenta; ES19 3035 0134 4113 4109 2804

(Concepto: helpingNepal). Si quieres más información llámanos al 946 169 100 ó escríbenos al email [email protected]

Texto y fotos: Macarena Riestra y Iagoba Domingo

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