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“Mask”. El anhelo de ocultar la identidad

Desde los albores de la civilización, la humanidad ha estado buscando lo sagrado y una conexión profunda con el mundo espiritual.

Para innumerables culturas tradicionales en todo el planeta, el baile de la máscara permite a los artistas y a su audiencia crear una relación poderosa con un sentido significativo de lo sagrado. Si bien se han colgado máscaras en los grandes museos del mundo, con demasiada frecuencia están separadas de su contexto y significado. La misión de Chris ha sido revivir las máscaras y mostrarlas en todo su esplendor.

El fotógrafo, que lleva más de treinta años viajando por todos los rincones del mundo documentando el inmenso patrimonio cultural que la humanidad ha generado durante generaciones, presenta su libro, “Mask”, en el que a través de 130 poderosas imágenes de gran belleza, documenta la gran diversidad de máscaras y uso que de ellas se hacen según culturas en el entorno en el que se veneran y se comprenden.

 

El primer contacto profesional de Rainier con la fotografía, a principios de la década de los años ochenta, fue como el último asistente nada menos que del famoso fotógrafo Ansel Adams, uno de los más destacados documentalistas del paisaje de los Estados Unidos. Una influencia que fue decisiva para su posicionamiento dentro de la fotografía basada en la idea de ampliar el uso de la fotografía artística como una herramienta social, ayudando a preservar las áreas silvestres amenazadas y los parques nacionales.
Muy implicado siempre en la protección de la diversidad cultural, en la actualidad dirige la Fundación de Santuarios Culturales, cuyo objetivo es crear zonas culturales protegidas legalmente en todo el mundo que salvaguarden tanto el conocimiento tradicional como la biodiversidad local.

La fascinación de Chris Rainier con las máscaras rituales comenzó a mediados de la década de 1980, cuando, durante un viaje fotográfico a Nueva Guinea, se encontró con un miembro de la tribu adornado con plumas de un ave del paraíso. Tras una primera impresión de mutua desconfianza, el encuentro con el hombre enmascarado terminó de forma amistosa y, de algún modo, fue el punto de inicio de una especie de obsesión por las máscaras que le llevó a viajar durante más de tres décadas buscando diferentes culturas, ritos y máscaras utilizadas para ello.

 

Una forma de trabajo nada intrusiva que le llevó a viajar varias veces al mismo lugar para ganarse la confianza de quienes quería retratar antes de tomar una sola imagen y llegando a participar en varios de los rituales, consiguiendo así fotografiar desde la empatía con respecto al retratado y sin caer en la condescendencia con que los occidentales solemos tratar las culturas ajenas y que de forma tan lamentable suele verse en muchos trabajos de temática antropológica.

Si bien el grueso del trabajo hace hincapié en culturas tribales de lugares remotos, también se incluyen otras que nos resultarán más familiares, como las utilizadas por los samuráis japoneses, las máscaras de calaveras utilizadas en la celebración en el Día de los Muertos de México. Documentos que dan cuenta también del uso de máscaras en países europeos, como, por ejemplo, Austria, donde, en la víspera de la fiesta de San Nicolás, los aldeanos alpinos combinan creencias cristianas y paganas al ponerse máscaras de «krampus«, mitad cabra, mitad demonio.

Máscaras imponentes, temibles y bellas, que engrandecen y cargan de misterio a quienes las portan y que en los retratos de Rainier aparecen poderosas, en una serie de un profundo efecto acumulativo que lleva al espectador a una fascinación probablemente parecida a la que llevó a Rainier a realizar este trabajo de documentación a nivel global.



Repasando las imágenes que componen el libro apreciamos, a pesar de las grandes diferencias estéticas y funcionales de este complemento, que hay un punto en común. De una u otra forma, la máscara hace referencia directa a la naturaleza, desde un sentido literal como podría ser la que recrean los osos en Canadá, los cuervos en Alaska y las mariposas en Burkina Faso hasta de un modo más espiritual, apreciamos un deseo de conectar con el entorno que habitamos, de mostrar respeto por la armonía de los ciclos de la naturaleza o de temor ante lo despiadado de sus fuerzas. Una conexión universal que entronca directamente con la esencia misma del ser humano, que es su intrínseco deseo de trascender, fusionarse con la naturaleza y elevarse sobre su propia condición de mortal o como el propio autor comenta, «Utilizan esos disfraces para conectarse con algo que está más allá de la Tierra».

Un trabajo de documentación hercúleo y hecho casi en una carrera contra el pulso implacable de un mundo cada vez más globalizado e uniforme que amenaza, en aras de una no siempre bien entendida modernidad, con llevarse por delante multitud de usos, costumbres y culturas, en definitiva, diferentes formas de ver la vida y de relacionarse con el entorno.

Texto: David Tijero, Fotos: Chris Rainier

 

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