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Manu Iturregi

Manu Iturregi. El hombre que quisiera ser rey de Escocia

Nació en junio de 1976, el año del dragón, según el horóscopo chino. ¿Fue una premonición? Porque Escocia es el país que habita en el corazón de Manu Iturregi. Escocia, la misma tierra que tiene por escudo heráldico un león rampante, algo que la mitología celta ha convertido, en las noches de whisky y cerveza, en un dragón alado.

Pie a tierra, la vida de Manu Iturregi, el hombre que ama la música y el whisky por encima de la todas las cosas y gasta “un bigote estilo emperador Francisco José” que tiene su historia, es trepidante. Pasen y lean.

“Estudiaba Ingeniería Industrial y estaba atascado en la carrera. Mientras colaboraba en clases de dibujo en la academia Ikastek, en 2001, junto a tres profesores, cogimos un local en el Casco Viejo, en la calle Esperanza, y me pidieron que les echase una mano. Pronto me gustó el rollo”, recuerda Manu, quien alternaba la barra con su presencia en la Orquesta de Acordeones de Bilbao. “De gira con ellos, paramos en un bar de Galicia. Pedí a los dueños que me dejasen poner algo de música y acabé poniendo copas. Para mi sorpresa, la parroquia comenzó a decir que tenía estilo detrás de la barra…”. Ya estaba prendida la mecha. Aquel fue un despegue que aún no conoce aterrizaje. “Mi idea ha sido y es la evolución constante, ir siempre un paso por delante del cliente y sus gustos, sin derramar las copas, preparándolas fijándome en Gorka, del Corto Maltés, aprendí mucho, tanto como en La Compañía del Ron, El Bandido… desde el otro lado de la barra”.

En esos lugares emblemáticos Manu cogió el son, el mismo que le corría por las venas desde pequeño. “En casa siempre oí que cuando pasaba cerca de una trikititxa me quedaba hipnotizado. Quise formarme en ese instrumento y pronto un buen amigo, Pablo Uriarte, me dijo que hiciese primero en solfeo. Hoy es el día en que no sé tocar la trikititxa y toco el acordeón cromático”. La pasión por la música fue in crescendo y Manu se enamoró de la música celta, “sobre todo por Mark Knopfler, de los Dire Straits. Empecé a escucharles y… Ya se sabe, Donostia mira hacia Francia y Bizkaia hacia las islas, a lo británico”.

De aquellas turbas del norte adquirió otra pasión, el whisky, destilado del que hoy Manu es todo un catedrático. A bordo de la máquina del tiempo, Manu cierra los ojos y evoca. “Mi primer trago de whisky supongo que fue de DYC, en el bar Gurugú de Algorta. Recuerdo que estaba junto al matadero y que yo era más cervecero: disfrutaba con una Guiness. Luego, probando, probando, descubrí otras cervezas artesanas y…”.

Con el whisky le pasó algo similar, hasta el punto en el que hoy arriesga con una sentencia atrevida: “Hay un whisky para cada persona, incluso uno para cada una de las personas a las que no les gusta el whisky”. No por nada, Manu Iturregi considera el dorado néctar como “el rey de los destilados” y aconseja beberlo en buena compañía. Él recuerda un viaje a Escocia “con mi chica Goizeder. Y allí, y con ella, el whisky era insuperable”.
Manu, un bartender hecho y derecho, ha ganado diversos premios de coctelería, más allá del whisky-Escocia-pareja. “¿El que más ilusión me hizo? El Key to the Albert Hall by No.3 London Dry Gin, que gané en 2013 y que iba más allá del viaje a Londres: fui como barman invitado al Royal Albert Hall y me convertí en el primer barman no residente en Gran Bretaña que sirvió allí. Fue mi momento cumbre”.

¿Otros hitos vitales? Refresquemos la historia del bigote que se ha convertido en santo y seña de este caballero andante de la hostelería. “No es nada planeada. En 2009, Hendricks nos daba un reconocimiento. Por aquel entonces llevaba una barba normal y decidí hacerme un corte victoriano. Me gustó cómo quedaba y me lo dejé una temporada. Para cuando me di cuenta, el bigote se había convertido en mi tarjeta de visita. En el último capítulo de Objetivo Euskadi, el programa de EiTB, aparecí en una sección que se llamaba “calvas, bigotes y nuevas tendencias capilares” y hasta hoy”.

Se diría que el bigote tiene vida propia, pese a que el propio Manu recuerda que “con 24 años” perdió la cabeza. “A esa edad se me cayó el pelo y aposté por la maquinilla. El bigote no quiería trabajarlo nadie. Sin embargo, en la barbería de la Plaza Nueva tenían un catálogo en barbas y bigotes. Me gustaban los modelos Raj o el de emperador Francisco José y ahora me lo arreglo yo”. Por un gesto casi irreverente, Manu Iturregi se lo ha afeitado dos veces, en 2014 y 2016, “con motivo de la campaña Movember, cuando los seguidores de este movimiento se dejaban mostachos. ¿Cómo me vi? Me dijeron que me había quitado 10 años de encima”.

“Si tengo que elegir, me quedo con papá”, asegura Manu Iturregi, si se le plantea que elija entre el whisky y los cócteles. “Doy clases de whisky en el Basque Culinary Center en el Curso de Barman experto y me muevo en ese mundo. No estoy anclado a la barra del Residence. No en vano, uno de los clásicos de mi vida es “pasé por tu local y no estabas”, como si fuese una obligación”. De todas formas, Manu encuentra cómo querer a las dos pasiones: un cóctel de su creación, con whisky como referencia. “Si me tengo que quedar con mi favorito, elijo un Old Fashioned. Pero si me pregunta cuál es mi favorito de cuantos he creado, me quedo con Farewell to Caledonia que llevaba whisky Talisker, vermú rojo, vermú blanco, miel de brezo, manzana verde y un toque de manzanilla. Está basado en la biografía del último pretendiente al trono de Escocia. Se crió en Italia y monta un ejército para invadir Escocia. Desde Francia llegó a la isla de Skye y allí prueba el whisky que le resulta muy rudo, muy de clanes. Y le ofrecieron un whisky rebajado con miel y eso le agradó. A la gente que no es acérrima del whisky, también le gusta”. En verdad, él quisiera ser el rey de Escocia.

A Manu Iturregi podrás encontrarle “en conciertos de música tradicional folk o de blues, rock e incluso en el programa de la ABAO con mi santa madre, que es mi pareja de ópera. Me gusta el txikiteo por el Casco Viejo y cada vez prefiero más el aperitivo que la noche, aunque no estoy off del todo todavía. En cuanto puedo escapo de viaje y ahí encuentro un punto de desconexión, aunque siempre acabo buscando un pub para probar cosas, para escuchar músicas…”. Su activa implicación en la vida social del Botxo le valió ser nombrado Farolín de los carnavales bilbaínos en 2013 y aparecer en los libros De Bilbao Ahivalaostia y Dónde está Patxi de Tomás Ondarra, así como ser la imagen de Movember Bilbao 2014. También, junto al propio Residence Café, aparece en la novela El Irlandés, Sombra de Hombre con Perro de Julio García LLopis, publicado y presentado en Residence Café en una de las Irish Session de los miércoles.

Texto: Jon Mugika • Fotos: Pablo Urkiola e Hibai Agorria

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