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Bernardo Atxaga

Los paseos de Bernardo

Son recorridos con un sin fin de detalles sugerentes o evocadores que él, Bernardo Atxaga, transforma en libros, canciones o reflexiones haciéndonos en cierto modo compañeros de sus pasos. 

Bernardo, disfrutas caminando. ¿Que es importante en la vida?

Creo que en la vida hay dos cosas muy importantes: tener aficiones y tener una postura ideológica consistente; da igual cuál, pero hay que ser consecuente con ella y con uno mismo. Eso caracteriza el pensamiento de una persona y le añade solidez.

¿Y qué ocurre en tus paseos?

Voy pensando en tono tranquilo y mi cabeza se llena de retazos. A veces llevo un cuaderno en el que escribo mis notas. Con el tiempo esas notas se convierten en palabras y las palabras en lo importante: el lenguaje. Si tienes un proyecto, todo te habla sobre ello y si no lo tienes, los itinerarios te regalan personajes y te hacen vivir experiencias. Cuando sales de casa, el mundo empieza a hablarte.

Precisamente tú has viajado mucho por el mundo. Habrán sido cientos de experiencias.

Muchas. Por ejemplo, hace ya años estando yo estudiando Filosofía en Barcelona se me ocurrió hacer un viaje largísimo que ahora no repetiría ni loco. Fueron unos nueve mil kilómetros en autobús; frontera tras frontera y aventura tras aventura. Suecia, Finlandia, Rusia, Ukrania… Por única vez en mi vida, a la vuelta tuve un lapsus absoluto, un vacío existencial, algo neurológico, como una cuestión de pérdida de identidad que me impedía tener claro quién era o dónde estaba. ¡Fue tremendo! Salí de aquella situación gracias a mi firma. La firma nunca se pierde. Mi firma me devolvió la identidad.

Otra que ocurrió en Francia: me propusieron junto a un traductor, un actor y el que organizaba aquello un asunto que consistía en visitar unas cárceles y desarrollar el plan «la prisión y la biblioteca». Cuando llegamos a la prisión, de repente nos dijo este hombre que era una prisión especial. Allí están todos los delincuentes sexuales de Francia. ¡Te puedes imaginar! Entramos en aquel sitio en el que aún siendo una prisión moderna se respiraba algo triste, casi inhumano. Ves a 300 hombres por ahí deambulando… hay un fondo como animal. No sabíamos ni de qué hablar con ellos. Uno nos contó que llevaba allí 18 años. ¡Qué habría hecho para llevar allí 18 años! Fue algo muy fuerte. Cuando se abre por fin la puerta de la prisión y sales, comprendes lo que es la libertad.

En Nevada, concretamente en Reno, pasaste casi un año. ¡Otra vivencia!

Una no, muchas en una. Fui con mi familia invitado por el Centro de Estudios Vascos de la Universidad de Nevada. Allí se fraguó mi último libro Días de Nevada. Vivimos una realidad muy distinta y tuve experiencias impagables que me daban miedo y me atrapaban al mismo tiempo.

Yo leía los periódicos locales para enterarme de lo que pasaba a nuestro alrededor y posicionarme en el espacio. Recuerdo que los titulares eran impactantes. Es una sociedad muy aprensiva, muy asustada y muy dirigida en ese sentido; a asustar. Había muy pocos titulares que no fueran alarmistas: «Terrible epidemia de gripe en Stockton”. “Masacre en…” “Secuestro y asesinato de una niña de ocho años…» En mi libro hablo de todo esto.

Hay una figura terrible que es el pederasta. Te sientes obligado a pensar en ello porque en todas partes, en la entrada de colegios, en los supermercados y en los parques hay fotografías de niños desaparecidos y referencias constantes a ese monstruo depredador en el que se dan características infernales: abuso de poder y falta absoluta de freno ético o moral. Piensas que esos individuos son gente muy agresiva, sujetos muy marginales y de repente, te encuentras con que un gobernante de Israel o un directivo del Fondo Monetario Internacional han sido acusados de pederastia. Son gente con privilegios, que pulula por ahí viviendo en las mejores condiciones, fuera de la ley y amparados por su situación de poder. ¡Es impactante!

Dejando aparte el tema de la pederastia, parte de esto se podría extrapolar simbólicamente a otras cosas. El abuso de poder nos lleva directamente al mundo de Kafka, donde se habla de él por parte de alguien que no tiene cara o un aspecto físico, pero que hace un gran daño al colectivo. Me parece que ahora se está dando esto en el mundo. En Francia, por ejemplo, el Primer Ministro que sabe que van a votar en contra de su reforma laboral, incluso los de su propio partido, decide directamente que no haya votación, no hay Parlamento que valga y se saca de la manga un decreto. Se va a aprobar por decreto. Es delirante. En esta sociedad hay cada vez más delincuentes y en el Parlamento se les llena la boca a los políticos con palabras como Democracia, Igualdad y Justicia. Nos venden paraísos y derechos que están lejos de la realidad. Yo tengo un poema… y ya acabamos con esto porque si no nadie te va a leer la entrevista, que se llama Las cebras. La imagen es que todas van en manada corriendo al río a beber. Están numeradas; la 1, la dos, la 5, la 20… Corren y corren a beber. A la vuelta faltan la 4 y la 20. Algunas de las cebras ya no están. Algunos de nosotros tendremos la suerte de tener bebida y comida y de poder seguir corriendo pero otros muchos no la tendrán, les pillará la «maquinaria». Esto lo vemos todos y mientras ocurre se predica lo contrario. La indefensión es un signo de los tiempos.

Con todo esto, poco aporta la prensa a la cultura…

Leo más revistas que periódicos, pero cuando los leo cambio de unos a otros. Todos destacan las noticias deportivas, principalmente el fútbol y pienso que ¡ya está bien! Todo lo que es cultura, todo, es americano. No entiendo lo que está pasando. Es algo raro. Políticamente se es cada vez más nacionalista y culturalmente todo es cada vez más ajeno. Necesitamos todos los estómagos posibles para digerir tanta cosa que nos viene de fuera. El estómago máximo sería el de la vaca (que son cuatro) y el mínimo el del erizo de mar. Una vez me dijo una bióloga que al estómago del erizo de mar lo que le entra, le sale. La cultura nos entra a chorro y sale de la misma manera. La cultura tiene estómago de erizo de mar.

La semana pasada acudí a un evento: Palabras con alas en el teatro Nuevo Apolo de Madrid en el que Paco Ibáñez, Luís García Montero, Joan Margarit, Antonio García Teijeiro y yo leíamos poesías en varias lenguas y Paco cantaba estupendamente y con un extra añadido, que es el triunfo de la voluntad. Tiene 80 años y sigue cantando de maravilla. Todo esto lo organiza él mismo, nadie se lo paga. El tea-tro estaba a reventar y había allí gente relevante como Garzón, por ejemplo. En fin, que el evento daba para mucho en las noticias y, sin embargo, apenas tuvo repercusión. No le dan repercusión por venganza, porque Paco no se calla. En algún sitio he leído que decir la verdad hoy en día es un acto casi revolucionario.

Entonces ¿cómo conciliar el pesimismo con el humor?

¡Jaja! Siempre hay que ser pesimista y siempre hay que tener presente el humor.

Buda vio a su alrededor enfermedad, muerte, vejez… y decidió retirarse para siempre a una montaña solitaria. Esto quizá es demasiado contundente. La realidad nos recuerda su importancia y hay que seguir aquí intentando no perder el humor. El humor no es incompatible con el pesimismo y nos ayuda a vivir.

Piensa por ejemplo en Castelao, el ilustrador, que era un hombre profundamente pesimista pero nos hacía reír. El humor es esencial, pero tiene un gran peligro y es que todo lo iguala. El chistoso hace de todo chiste. Hay una anécdota muy bonita de Caro Baroja en la que cuenta que en una visita por la vera del Bidasoa, Julio Camba, que va con ellos, les lleva por aquí y por allá haciendo chistes de todo y todo el rato.

Caro Baroja comenta después que a Julito Camba, en realidad, le da igual estar allí que en la Plaza Mayor de Madrid. No se puede aplicar el humor a todo. Le está pasando a Wyoming, que es un tipo con muy buenas vibraciones y que hace un programa con el que afortunadamente mucha gente respira; sin embargo, se ve obligado a hacer chistes de todo y a veces uno piensa que hay asuntos en los que el chiste no cabe.

¿A qué aspiras hoy para tus días cotidianos?

Desde que nacemos empieza a crecer a nuestro alrededor una cárcel y a mí me gustaría estar lo más cómodo posible dentro de la mía. Aspiro a dejar mis escritos para que mis hijas sepan cómo me he comportado en la vida. Aspiro a encontrar referencias que me traigan a casa esté donde esté, a pasar de lo extraño a lo familiar y a que todo tenga un núcleo poético. Aspiro a tener tiempo. La vida responde a todas las preguntas con el tiempo.

¿Qué implicaciones tiene escribir con pseudónimo?

Un pseudónimo es el equivalente a un hábito o a un uniforme. Cuando alguien me habla o me interpela como Bernardo Atxaga, yo ya sé que tienen en mente que escribo y entonces me posiciono en ese registro. Asocio mucho los nombres a los lugares. En Zalduondo, el pueblo en el que vivo, soy Joseba a todos los efectos, lo que supone para mí un enorme descanso. Zalduondo supone para mí un descanso enorme.

¿Estar descansado o de buen humor influye en el tono de tus escritos?

Si algo he aprendido yo en esta vida de escritor, es que no. Casi nunca escribes con el humor del momento. El estado de ánimo no interfiere en lo que uno escribe, hay un desdoblamiento. La persona es una cosa y el que dirige la escritura, el escritor, es una entidad aparte que necesita soledad y espacio mental para la introspección. Es una entidad diferente y que no tiene edad. Esta es una idea que me fascina.

¿Cómo ves el futuro de la literatura?

El mundo es cada vez más estrecho y más cerrado en la literatura también. Hay literatura en sentido fuerte y literatura en sentido débil. La primera afronta grandes dificultades de mercado y está siendo desplazada hacia la marginalidad. Hoy se publica mucha literatura abierta, muchos best sellers y no todos son Stephen King. No nos engañemos, a veces la gente no distingue los elefantes de los camellos y cree que todos los escritores somos iguales.

En España hay una gran empresa editorial que tiene la tercera parte del mercado, aunque atraviesa dificultades económicas como casi todos. También hay una zona intermedia, una zona desierta en la que las editoriales quieren sacar libros de calidad y que se vendan. Tienen grandísimos problemas. Y lo que ahora existe por otro lado, son editoriales pequeñas que luchan a muerte por los libros y que sobreviven y salen adelante. Tienen la complicidad de algunas librerías y ahí se crea otro mundo. ¡Menos mal!

El Apocalipsis de las editoriales afortunadamente no llega.

¡Vaya, me quedo sin espacio! Quería yo haber hablado de la sencillez, la tolerancia, la nobleza de la mirada, la honestidad, la cortesía y la sonrisa sincera…

Pensándolo bien, haber charlado con Bernardo Atxaga ha sido percibir y hablar de todo esto. Gracias por ello Bernardo y gracias por contribuir a que la ignorancia no sea obligatoria.

Texto: Gloria Esteban • Fotos: Hibai Agorria

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