BAO LOGO OK 2 e1391622790962
21

Líbano. Renacer de la Suiza de Oriente

¿Qué tienen en común Shakira, Carlos Ghosn, Alain Manoukian, Amin Maalouf, Salma Hayek, Carlos Slim o Amal Clooney? Obviamente todos ellos son reconocidos personajes de éxito en diferentes ámbitos profesionales. Pero además todos son de origen libanés, representantes de una comunidad de más de quince millones de personas repartidas por el mundo y con un origen común fácilmente trazable hasta el Líbano, país con una historia tan convulsa como apasionante.

El excepcional fenómeno de la emigración del pueblo libanés es la excusa perfecta para sumergirse en la historia de este vibrante país. Cuentan que los primeros en salir del Líbano lo hicieron hacia finales del siglo XIX cuando el país estaba bajo dominio otomano. Salieron en barco y rumbo a Nueva York. A su llegada las autoridades locales les denegaron el permiso para desembarcar. Navegaron sin rumbo hasta llegar a Veracruz, en México, donde lograron desembarcar en 1878 con la bendición del presidente Porfirio Díaz, deseoso de conseguir mano de obra barata. A los recién llegados se les llamó turcos, ya que, como súbditos del imperio, viajaban con documentos otomanos. Lejos de su tierra los libaneses se agruparon en zonas comunes y pronto comenzaron a desa-rrollar sus habilidades comerciales para prosperar. Desde México algunos pusieron rumbo a Argentina, Colombia y, sobre todo, Brasil. En Latinoamérica los libaneses identificaron enormes oportunidades de negocio en el comercio y desplegando su espíritu fenicio supieron explorar mercados no atendidos, llevando a poblaciones remotas e incomunicadas mercancías necesarias y atractivas. Con el tiempo pasaron de suministrar producto a establecer sus propios puestos en los mercados locales. Supieron adaptarse a la cultura local gracias a su intensa vocación por el trabajo, a su capacidad de adaptación a escenarios adversos y a la facilidad para empatizar con diferentes gentes y culturas, fruto de la propia mezcla de su tierra de origen. Tras 150 años de presencia existen descendientes de libaneses en casi todos los rincones de Latinoamérica y muchos de ellos han destacado de una u otra forma en la historia del continente. En 1962 el presidente de México Adolfo López Mateos pronunció su famosa frase: “El que no tenga un amigo libanés, que se busque uno”.

En octubre de 2003, la comunidad libanesa de México instaló una escultura en la entrada al puerto de Beirut, el mismo lugar del que un siglo antes habían partido los primeros emigrantes. La obra representa a un emigrante libanés con la mirada fija en el mar, preparado para partir. El tiempo ha pasado, pero el espíritu aventurero del pueblo libanés sigue intacto. Basta dar un breve paseo por el hermoso malecón de Beirut para percibir el aire de nostalgia con el que muchos locales contemplan el horizonte, como con ansias de lanzarse a surcar el mar. Decía Spencer Abraham, senador por el estado de Michigan y de origen libanés, que de chaval siempre buscó inspiración en la historia del antiguo pueblo fenicio, ancestros de los libaneses modernos y reconocidos como hábiles navegantes y comerciantes. Los fenicios, dice Abraham, no inventaron el comercio, pero sí pueden ser considerados los padres de la estrategia comercial. Maestros de la innovación, seleccionaban mercados y productos nuevos o dotaban a los ya existentes de nuevas prestaciones. Así pues, se hicieron fuertes en el comercio de productos textiles de lana, algodón o incluso seda. Para diferenciarse se fijaron en el diseño. Crearon un tinte revolucionario de color púrpura, nunca antes visto, a partir de un molusco llamado Murex, pescado en la costa fenicia. Además, crearon bateas en todas sus colonias del mediterráneo para mejorar la producción y logística. Princesas y reinas de medio mundo pagaron fortunas por los tejidos fenicios color púrpura.

Otro ejemplo de I+D ancestral es el cristal, producto estrella del catálogo fenicio y con el que estos producían vasos, copas y perfumeros. Pero la competencia era grande, sobre todo con los egipcios, reconocidos fabricantes también. Así pues, los fenicios inventaron primero el cristal transparente, que permitía visualizar el contenido del recipiente, y por primera vez en la historia, los espejos. Después comenzaron a tintar el cristal, creando diseños únicos de vajillas y bisutería multicolor que, a juzgar por los hallazgos arqueológicos, se hicieron muy populares en toda la región. Los casos de estudio son interminables. Del árbol de cedro milenario de los montes del Líbano, cuya madera robusta y duradera fue utilizada en la construcción de palacios asirios, egipcios o persas, lograron extraer una resina aromática que se utilizó en rituales religiosos por todo Oriente. A los egipcios se la ofrecieron además para su uso en los tan populares procesos de momificación, por sus propiedades preservativas.

Los logros y riquezas del pueblo fenicio no pasaron desapercibidos para los nuevos poderes. Tampoco la posición estratégica de sus históricas ciudades; Byblos, Tiro y Sidón. Así persas, griegos y romanos las conquistaron. El legado de estos últimos quedó patente en la antigua ciudad de Heliópolis, Baalbek en lengua local cananea, cuyo conjunto de templos romanos es el mayor y más imponente jamás construido fuera de Roma. A estos les siguieron árabes, cruzados, selyúcidas, otomanos y franceses entre otros. Un famoso dicho popular afirma que cuando Dios creó el Líbano los ángeles le reprocharon que el ser humano no era merecedor de una creación tan perfecta. Dios contestó que la perfección no era tal pues esta tierra sería codiciada por tantos que el mismo hombre acabaría destruyéndola.

Para Robert Fisk, veterano periodista y corresponsal del Independent en Beirut, la realidad política del Líbano es tan compleja que su estudio debería ser obligado en todas las escuelas de política del mundo. No es fácil lograr que más de dieciocho comunidades religiosas y decenas de ideologías y corrientes de pensamiento convivan en un espacio del tamaño de la Comunidad Foral de Navarra. La armonía entre facciones es una utopía, pero tampoco es un requisito indispensable para convivir. En Líbano hay que echar mano de la imaginación y de soluciones poco ortodoxas. Pocos lo entendieron tan bien como la periodista Maruja Torres. Ella cayó rendida a los encantos de Beirut, desde donde escribía sus crónicas sobre la guerra civil que asoló el país desde mediados de los años setenta hasta comienzos de los noventa. Maruja solía decir que si Barcelona era su esposa, Beirut era su amante. No se la puede culpar porque Beirut es especial. Su ambiente nocturno, gastronomía, ganas de vivir, piedras antiguas, iglesias y mezquitas, edificios agujereados pendientes de reconstrucción, apartamentos de lujo diseñados por Versace, campamentos de refugiados palestinos, carteles políticos y pintadas… todo esto y mucho más se mezcla creando un escenario surrealista que te atrapa. Tras años de convulsión el Líbano, ahora blindado ante el caos generalizado que vive la región, parece volver a respirar. Los libaneses quieren olvidar las rencillas del pasado y no caer en los mismos errores. Así surge la oportunidad para el viajero culto y refinado de descubrir un pequeño rincón en el que es difícil entender cómo pueden caber tantas y tan viejas historias.

El artículo es obra de Ahmad Ezzedine, Director de Operaciones de la agencia de viajes Byblostours. Ahmad es además Ldo. en Farmacia por UNAV, MBA por la Universidad de Deusto y experto en la historia antigua y contemporánea de Oriente Medio.

www.byblostours.com

Scroll al inicio