BAO LOGO OK 2 e1391622790962
acordeones

La leyenda del “Extraordinarius”

La madre de quien fuera uno de los grandes artesanos de acordeones que ha conocido el mundo, Nazareno José María Anconetani, inventó un eslogan chévere, sin tener estudio de marketing alguno. Decía, si no me falla la memoria, algo así como “para violines, Stradivarius. Y para acordeones, Anconetani, porque son extraordinarius”.

Amagoia y Asier Loroño. Orquesta Sinfónica de Acordeones de Bilbao y Escuela de acordeón y música Loroño Musikaltegia.

Bien pudiera ser esa, extraordinarius, la palabra que mejor define a Josu Loroño (Larrabetzu, Bizkaia 1929) y su legado, la herencia que dejó el gran músico bilbaíno que marcó, al compás del acordeón, los ritmos de una armónica vida.

Fue el gran patriarca de la Orquesta Sinfónica de Acordeones de Bilbao y profesor de varias generaciones de músicos. Josu Loroño gastaba un porte semejante al de Abraham Lincoln y centenares de músicos de Bizkaia le recuerdan siempre que despliegan el fuelle de sus acordeones y dan las primeras notas. Desde mediados del siglo XX (fue fundada en Bilbao en 1950 por el citado maestro…) la escuela de acordeón y música Loroño Musikaltegia ha sido pionera en la enseñanza del acordeón. En su seno han aprendido cientos de alumnos y ahí siguen aprendiendo las nuevas generaciones, aprendiendo a disfrutar de la música.
El centro recuerda a un laberinto de botones, teclas y plásticos relucientes. Echándole imaginación, incluso puede respirarse la atmósfera de un viejo taller de almacén donde se lustran cueros, ajustan botoneras y martillean grampas, por decirlo en el argot. Acordeón, trikitixa y bandoneón, o “el fuelle”, para resumirlos, son responsables de los sonidos que esconden el misterio mismo de la música.

_A3A4641

¿Cómo empezó esta historia del acordeón? Asociado a instrumentos más antiguos, posiblemente nacidos en China, el acordeón encontró su son en las manos de Friedrich Buschmann, que en 1821 puso lengüetas de metal en el interior de la caja. Cyrill Demian tomó esas experiencias buscando un instrumento que conjugara la potencia sonora del órgano con la soltura del violín, incorporando lengüetas libres. Su evolución siguió camino hasta llegar al acordeón de teclado en la mano derecha, clasificado en función del número de bajos o botones de la botonera izquierda. Hermann Ulgh y Heinrich Band marcarían el despegue final del acordeón.

La pasión de Josu Loroño por el acordeón comenzó en la década de los cincuenta. Era un instrumento poco conocido entonces y más ligado a la música popular que a la sinfónica. Gracias a sus largas investigaciones, el 22 de noviembre de 1963, los desvelos y estudios desembocaron en el estreno de la Orquesta Sinfónica de Acordeones, un abracadabra que hizo de aquel sueño una gran realidad. Al frente de la orquesta interpretó las obras de los grandes maestros de la música; desde los clásicos como Mozart, Beethoven, Rossini, Chaikovski, Verdi, Schubert, Bizet o Strauss, pasando por distintos géneros y estilos muy diferentes, hasta zarzuela, música francesa, popular y sinfónica vasca -Guridi, Sorozábal-, logrando un sonido exclusivo y diferente.

Hoy son sus hijos, los hermanos Amagoia y Asier Loroño, quienes manejan aquel legado de un artista de fuerte carácter e independencia, gran amante de su pueblo y defensor de su idioma, el euskera; un idealista, enamorado del siglo XIX. De aquel hombre heredaron otra virtud complementaria al idealismo: un trabajo infatigable que no deja nada al azar.

_A3A0328

En el año 1980, le fue concedida la dispensa de titulación para la enseñanza del acordeón superior por el Ministerio de Educación. Apenas ocho años después, Josu Loroño fue homenajeado por la Diputación Foral de Vizcaya, y en el año 1998, el Ayuntamiento de Bilbao le rindió otro homenaje por su trayectoria artística en la Villa de Bilbao.

Hoy en día, el legado del patriarca perdura y sobrevive con fuerza, aún a sabiendas que no soplan buenos vientos para descollar por libre. La Escuela de Acordeón y Música Loroño Musikaltegia ha sido pionera en la enseñanza del acordeón y aún hoy sigue siendo el cenit de la referencia, con los hijos de Josu, Amagoia y Asier Loroño, quienes mantienen el espíritu del padre. Allí, en el número 27 de Hurtado de Amezaga, forjan a los acordeonistas del mañana, lejos de las escuelas oficiales de música y de los cánones reglados. Se diría que buscan al buen salvaje del oficio, puliendo a cada uno de los sus alumnos. Lo explica mejor Amagoia: “La música es la mejor maestra. En seguida le pone a uno en su sitio con continuas lecciones de humildad. Tienen que saber que no basta con ser brillante, hay que formarse continuamente. Y repetir, repetir y repetir…”

La memoria de Josu está congelada en bronce en el parque de Doña Casilda, donde Bilbao homenajea y recuerda a uno de sus hijos más capaces y brillantes en las tierras de la música. A Amagoia y a Asier se les humedecen los ojos al recordarle, pero saben que no tienen licencia por mucho tiempo para el recuerdo. La suya es otra hermosa batalla, repleta de sudores para captar alumnos, para buscar conciertos en la misma Bizkaia y allende los mares. “Es un trabajo ímprobo”, dice Asier. “Y no siempre reconocido”. Pide entonces, según lo dice, que no diga eso. “No, no. No lo ponga. No queremos ir con el cuento de la pena porque mientras nos quede aliento mantendremos viva la Escuela y la Orquesta”. ¿El relevo para el futuro? ¡Quién sabe! A ambos ya les ha dado algo extraordinario: toda una vida.

Texto: Jon Mujika • Fotos: Hibai Agorria

170927josu01

Scroll al inicio