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Principal Kirmen

Kirmen. El escritor necesario

Le veo acercarse con paso ligero y seguro, buscando con su mirada curiosa la sonrisa brillante y soleada de la ciudad que ama: Bilbao. Tras un breve saludo, sus manos se elevan en un gesto entre divertido y amable que sugiere un aplazamiento: “Necesito un café. Ya sabes, noche infantil del dormir reticente”.

“Me alegra que se trate de un asunto doméstico; por un momento he pensado que acababas de llegar de Nueva York”, le digo.

Se ríe y se sienta relajado. Tras el primer sorbo, reconfortado, me dirige una expresiva mirada que indica que podemos comenzar a charlar. Kirmen Uribe es un escritor poco convencional y me avengo a esa circunstancia.

Kirmen, ¿qué podemos saber sobre tu próximo libro? ¡Jaja! Se ríe de nuevo. Acepta la provocación y comienza la entrevista por el final.

Es una historia que he querido contar desde que tenía 14 años.

Hasta ahora no me he sentido con la capacidad intelectual o literaria para escribirla, pero ya me veo “apto”. Viene una novela larga, con muchos personajes y con muchos detalles en la que intento recoger la vida en su globalidad, en su complejidad. No será una novela convencional porque mi escritura tampoco lo es.

Voy a hacer una trilogía de la memoria. El primer libro trata sobre cómo funciona y de cómo ésta hace ficción. El segundo libro explica el proceso de cómo la memoria puede ayudarnos a sanar nuestras heridas, la manera en la que hacemos frente a la muerte de un ser querido a través de ella; y la tercera, también recorre el mundo de la memoria. Ya veremos…

Se habla mucho del “polen de ideas” en el que diferentes escritores en distintos lugares del mundo, escriben de la misma manera. Me gusta seguir ese movimiento de nueva novela ligada a la realidad y al mismo tiempo a la ficción o autoficción, (Karl Ove Knausgård con Mi lucha, por ejemplo).

Es una novela muy especial a la que voy a dedicarle el tiempo que requiere, no tengo prisa por terminarla. Voy a cuidarla mucho.

¿Aparecerá Bilbao de nuevo? Amo esta ciudad y siempre está presente en mis poemas, en Bilbao-Nueva York-Bilbao y en Lo que mueve el mundo.

Cuando uno hace literatura y proyecta la imagen de una ciudad, esa proyección llega a tener más relieve que la ciudad física en sí misma. Bilbao es mi centro literario, me baso mucho en esta urbe para escribir, me inspira desde que era pequeño. Antes era una ciudad con una estética “agresiva” que siempre me ha gustado y aunque ha cambiado mucho, me sigue apasionando.

Yo le pediría al nuevo alcalde que fuese valiente.

En el sentido de dibujar Bilbao fuera; que lo empujara, incluso más, hacia el exterior… Que no nos encasillemos, que no nos conformemos, que sea un referente, un faro que se vea desde Europa como Barcelona o Berlín y que recupere su esencia de ciudad de calle. Que rescate la noche. Bilbao siempre ha sido un poco canalla, alternativo. Todas las ciudades tienen diferentes pulmones y respiran con arte, bandas de música en la calle, bicis, vida nocturna… Quiero reivindicar que vuelva la noche a Bilbao, la noche que siempre ha existido: en la república, en la posguerra, en el XIX y en los ochenta.

El orden ha hecho que seamos espectadores, no creadores. Hemos de recuperar la forma de vivir la noche, los movimientos, las cosas que pasan.

El Madrid nocturno es incansable y me gusta. No todo tiene que ser institucional, echo de menos la permisividad, la espontaneidad. Bilbao tiene que salir a Europa y al mundo.

Fuiste un joven insumiso. ¿Sigues siendo un inconformista? Sí. Recibí mi primer premio en la cárcel.

En Euskadi y en todo el Estado había un movimiento muy fuerte contra el servicio militar obligatorio. En esa época el ejército aún permanecía muy ligado al franquismo y estábamos envueltos en el contexto de la guerra de Bosnia.

Yo había escrito junto a Jon Elordi un ensayo sobre Lizardi, el escritor, y lo habíamos presentado a un concurso. Gané y lo supe en la cárcel de Basauri. Se organizó un gran revuelo ante esta circunstancia y pacté con el director cuatro horas de libertad para recoger el premio con la condición sine qua non de no escapar. No escapé, no tenía sentido huir. Me habían juzgado y condenado a un año de prisión, aunque al final cumplí ocho meses.

No pude escribir en todo ese tiempo. Yo era joven, tenía 24 años y no me sentía a gusto, pero aprendí mucho de la vida, de los compañeros insumisos y del resto de presos sociales. Lo más importante es que se logró nuestra reivindicación: la abolición del servicio militar. Pienso que las luchas sociales son muy importantes y que se consiguen cosas. Nada es en vano.

¿Contra qué te rebelas hoy en día? Me rebelo contra muchas cosas. Contra la violencia sexista, el racismo, la homofobia, las malas condiciones laborales… También contra la autocomplacencia del escritor a la hora de escribir siempre lo mismo, de la misma manera.

Mi trayectoria como escritor es una rebeldía hacia lo que ya se ha hecho en la literatura. Mi primer libro de poemas Mientras tanto dame la mano ya era diferente. No era una poesía lírica y no buscaba el adorno ni las palabras bellas, buscaba contar historias, muchas veces urbanas. El libro recoge esa forma de concebir la poesía. Tuvo una gran acogida.

Tu primera novela, Bilbao-New York-Bilbao es Premio Nacional de Narrativa. ¿También forma parte de esa línea de inconformismo? Sí, Bilbao-New York-Bilbao es la anti-novela.

No hay una trama convencional ni orden ni protagonista principal. El autor, yo, aparece dentro de su propia novela como narrador y cuenta cosas e ideas inconexas; sin embargo, nada de lo que cuenta es casual, todos los detalles están perfectamente pensados y relacionados entre sí. Traté de romper con muchas reglas ya establecidas y asimiladas. Me dije: “No. Por qué he de escribir así”. Me planteé huir del halo costumbrista.

Hay dos ejes principales en la novela. El primero es que yo quería contar la historia de mi padre, que era pescador, y de cómo ese mundo de la pesca, que está unido a una cierta oralidad, ha ido desapareciendo. Transmito lo que contaban las mujeres de mi familia, el cómo lo recordaban ellas. Mi madre y mi abuela son las grandes narradoras. Los recuerdos también son ficción y la memoria tiende a la ficción.

El segundo eje de la novela es Internet. Vivimos una vida fragmentaria; vivimos diferentes vidas en el mismo momento. Las unidades narrativas de la novela son muy cortas, lo que las hace parecerse mucho a Internet. Se entrelazan, así, las redes de los pescadores y las de Internet. Si tienes Facebook, WhatsApp, Twitter, estás viviendo diferentes vidas al mismo tiempo, creando tu propia imagen.

Lo que proyectas no es lo que vives, sino lo que cuentas y cómo lo cuentas. Eso es una nueva oralidad aunque sea escrita. Eso también es ficción.

¿Qué esperas de los lectores? Espero mucho del lector.

El lector es inteligente, es autor y quiere participar, opinar y tener voz. Cualquier persona escribe sobre su vida en Internet, lo que hace que la sociedad hoy en día sea más democrática y menos seguidista. El lector tiene que ser activo.

Unamuno, en Cómo se hace una novela, experimenta con sus expectativas sobre el lector. Yo hago algo similar con Bilbao-New York-Bilbao. Pongo a disposición del lector todo el material que he utilizado para escribir la novela, pero ella en sí misma no aparece ni va a aparecer nunca. Es el lector el que debe imaginar cómo va a transcurrir la obra y cómo es la ficción que surge de todo este material de primera mano que le doy. Los dos estamos al mismo nivel, en relación horizontal. Es él quien tiene que fantasear y reconstruir la historia… O escribir la suya propia.

Dos preguntas que le harías a alguien que ha leído tus novelas: Si una novela te deja indiferente o no genera emociones, interrogantes, ganas de seguir leyendo, si no te hace pensar… Entonces esa novela no vale.

Creo que las dos grandes preguntas serían: “¿Es creíble? ¿Te ha llegado?”

Me gusta mucho escuchar opiniones de la gente, de cómo me ven desde fuera, de cómo me ven en el futuro. Si te alejas, si te haces inaccesible, puedes terminar perdiéndote. Siempre me ha gustado ser como los demás. No me he construido una imagen de escritor raro.

¿Qué mueve el mundo? Tenemos que reivindicar la paz como modo de vida.

Nietzsche sostenía que era el poder lo que movía el mundo; Marx opinaba que el dinero, el capital; y Freud pensaba que el amor. Yo estoy más en esta última línea. No el amor romántico, sino el deseo de querer y trabajar para que el mundo sea mejor.

Lo que mueve el mundo es una novela que me pidió uno de mis grandes amigos y que escribí tras su prematura desa-parición. Es la novela que le cuento a él post mortem.

Tras el bombardeo de Gernika, Robert Mussche, un escritor Belga, acoge en Gante a Carmen, una niña de Portugalete, y relato cómo ese hecho cambia la vida de ambos. Recorro aspectos de la psicología de los personajes, del heroísmo silencioso, de brillos y sombras de la persona que da una nueva oportunidad de vida a la niña, de amor y amistad.

¿Qué males cura la lectura? La lectura cura la ansiedad, la tristeza, la soledad, el desconocimiento…

Cada vez leemos menos. No tenemos tiempo para leer porque nuestro ritmo de vida es demasiado rápido. Esa inmediatez de las redes sociales, a veces es innecesaria y también nos quita tiempo para leer, nos quita tiempo para vivir.

Creo que los tiempos van a cambiar. En EE.UU. la gente está empezando a parar, y esa tendencia a ralentizar, a restaurar el equilibrio, llegará también a nosotros, sin duda.

Tu desayuno. Tu rutina tras despertarte. Cereales, fruta y café… Luego me siento al ordenador; siempre hay algo que hacer si en ese momento estás disperso o menos concentrado. He aprendido a tener disciplina, a ser metódico… antes no lo era. Me organizo el tiempo, me hago organigramas y trato de conseguir metas (aunque se retrasen), eso me da tranquilidad; si no me siento perdido.

¿Sin memoria no hay justicia? No, no la hay. Yo trato de rescatar historias de la muerte y del olvido.

Por poner un ejemplo: En Ondarroa, en los años cuarenta, había una cárcel de mujeres y de niños de la que no se hablaba. Era un tema tabú. El peso del miedo también influía imponiendo su silencio. Hasta hace bien poco mis amigos no habían oído hablar de ello, no les habían contado nada en casa. Silencio…

Mi abuela, que era una de las perdedoras de la guerra, sí hablaba de ello y me contaba que se les llevaba pescado y comida y que, incluso, algunas familias acogieron niños. Las mujeres de la guerra fueron valientes luchadoras. Se quedaron solas con niños y ancianos; los hombres se habían marchado por el temor a ser fusilados. Sutilmente, ellas intentaban dar voz a las injusticias y en el pueblo se cantaba una canción sobre un italiano que había violado a una mujer.

Ya no hay miedo. Soy optimista respecto al futuro. El mundo cambiará a mejor.

Terminamos la entrevista y Kirmen se aleja, pero a nosotros también nos ha hecho una promesa: seguirá siendo un escritor cercano.

Texto: Gloria Esteban • Imágenes: Hibai Agorria

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