BAO LOGO OK 2 e1391622790962
Helena Principal

Helena Taberna. El tiempo en el cine se está acabando

Valiente, inquieta, sin pelos en la lengua y buscadora incansable de historias que contar. Todo ello y más le ha valido a Helena Taberna para que la Filmoteca Vasca no solo le dedique su ciclo de este año, sino para que además inaugure la sede que tendrá a partir de ahora en el Museo de Bellas Artes de Bilbao. Repasamos con la cineasta todos sus largometrajes.

El ciclo inaugura la sede que la Filmoteca Vasca ha abierto en el Museo de Bellas Artes de Bilbao, ¿qué supone para ti?

Este ciclo es un programa que lleva la Filmoteca Vasca en el que cada año hace la filmografía de un cineasta. El año pasado fue Daniel Calparsoro, el anterior Enrique Urbizu y este me tocaba a mí. El concepto es el mismo, proyectar las películas, la edición de un libro, y en este caso lo que he tenido es la alegría y la suerte de que mi ciclo coincida con las primeras proyecciones en el Museo de Bellas Artes de Bilbao, que a partir de ahora será la sede de la Filmoteca Vasca en la ciudad. Para mí es un alago que Yoyes sea la primera película que se proyecte en este entorno tan interesante, que va a permitir a todos los bilbaínos poder disfrutar de toda la programación que antes solo estaba en la Tabakalera de Donosti.

El libro lo ha escrito Carlos Roldán, La luz de un sueño

Qué título más bonito, ¿verdad? El libro emana una verdad muy interesante. Conocía al autor, y eso ha permitido una entrevista de largo recorrido. Nos juntamos durante más de una semana a las tardes, aprovechando una estancia mía por aquí, e hicimos un recorrido por toda la cinefilia previa incluso a dedicarme al cine, que ya compartíamos afición, y después el análisis de toda mi filmografía, desde La mujer de Lot, que fue el primer corto, hasta Acantilado, que es lo último que he estrenado.

 

Repasemos tu filmografía empezando por Yoyes, que en el año 2000 abordó un tema tan peliagudo como ETA. ¿Tuviste algún problema a la hora de rodarlo o después de estrenarlo?

Los problemas fueron infinitos (risas). Ya es complicado hacer una película, imagínate empezar con una sobre Yoyes en el cambio de milenio, que era el momento más crudo. Sin embargo, la verdad es que la película funcionó muy bien en su momento. Una de las dificultades que teníamos era estrenarla aquí en el País Vasco, y alguien sugirió la idea de estrenar en el Museo Guggenheim Bilbao. Yo sabía de la fuerza de la película, que iba a poder controlar los prejuicios, y tuve la suerte de que así pasó. De alguna manera, se ha convertido en una película mítica dentro del cine sobre ETA, se sigue viendo en televisiones de todo el mundo.

 

Tres años después cambias al formato documental para hablar sobre Derechos humanos y migración con Extranjeras

En realidad yo nunca hago una película para hablar de Derechos Humanos o terrorismo, yo hablo para contar una buena historia. La historia de Yoyes me parecía que era magnífica, una tragedia griega con todos los ingredientes contemporáneos de análisis y de reflexión, que eso sí que me interesa, el contexto. Pero lo primero que me interesa a mí es la historia, y concretamente con el tema de Extranjeras me pasó esto. Para mí era un reto contar la historia de las mujeres inmigrantes recién llegadas del sur, y yo que me habían dicho que era tan valiente haciendo Yoyes dije “valientes son ellas, que vienen desde otros pueblos, otras culturas, dejan a sus hijos, se enfrentan a una nueva vida sin resortes intelectuales ni de otro tipo”. Fue una aventura muy bonita, como dar la vuelta al mundo sin salir de Lavapiés, que era donde me había instalado yo entonces, y quedó una película luminosa, y los avatares han querido que se expanda por todo el mundo, es un título de referencia entre el cine de inmigración.

En 2008 estrenas La buena nueva, sobre el apoyo de la Iglesia Católica al levantamiento contra la República en la Guerra Civil. ¿Es cierto que te inspiraste en la historia real de tu tío, Marino Ayerra?

Sí, totalmente cierto, y además es algo que en el ciclo se ha podido ver, que yo cuando decido hacer cine la primera historia que quiero contar es esa precisamente. En la sesión de mediometrajes se proyecta Alsalsúa 1936, que cuenta esta historia de ficción, como un documental sobre los personajes que vivieron aquel momento. Lo rodé en el 94 y tuvo una cierta repercusión, pero sabes que los mediometrajes y cortos no tienen salida comercial. Sí que estuvo nominado para los Goya, y a raíz de ahí un productor de Madrid quiso hacer un largometraje con esta historia. Pero en ese momento la Iglesia puso problemas y un pudimos hacerlo, y hacer Yoyes fue la segunda opción, porque la primera era La buena nueva. Es una historia enormemente poderosa, con un contexto que apenas se había tratado.

Nagore supone tu regreso al documental para hablar sobre la muerte violenta de una joven estudiante de enfermería en los Sanfermines de 2008. ¿Qué te llamó la atención de este caso?

Pues todo. Me impresionó en primer lugar que fuesen dos chavales jóvenes, atractivos, y en un entorno de libertad, que podrían haber ejercido el erotismo que les hubiese dado la gana, y por qué se transforma en eso, qué pasa ahí, eso me trastornó muchísimo. Me trastornó mucho también ver a esa madre herida, una madre coraje que no se resignaba no solamente a la muerte de su hija sino a que, por lo menos, no sirviese de algo esa muerte. Vi cómo la gente se acercaba a Asun Casasola a darle un abrazo, y yo pensé que lo mejor que podía hacer era una película sobre el caso.

 

Y en Acantilado (2016) adaptas el libro de Lucía Etxebarría El contenido del silencio, sobre el mundo de las sectas. Aunque esté inspirado en un hecho real, ¿se puede decir que es tu mayor acercamiento al mundo de la ficción?

No, yo creo que el mundo de la ficción está todo el rato. Fíjate si está todo el rato que uno de los cortos que hice, Busto de un poeta, habla sobre José Ángel Valente, premio nacional de poesía, y termino con una frase suya que dice “hablar de la propia vida es entrar de lleno en el territorio de la ficción”. Creo que las líneas entre la realidad y la ficción son cada vez más tenues, lo que he rodado ahora por ejemplo en Grecia (en actual fase de montaje bajo el título provisional de Varados), no sabemos cómo lo vamos a determinar, tal vez la diferencia es entre si es buen cine o no.

La historia de Acantilado es muy poderosa, visualmente he trabajado muchos aspectos para su proyección en pantalla grande, porque yo soy consciente de que el tiempo en la sala de cine se está acabando. Todas mis películas se han visto mucho más en otros formatos que en pantalla, y eso pasa cada vez más.

 

Texto: Jesús Casañas • Fotos: Archivo Helena Taberna

Scroll al inicio