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Galáctico Teatro Arriaga

Hace 125 años que al Teatro Arriaga la fuerza le acompaña y que llena de magia el universo cultural y artístico del Botxo. Un entrañable Teatro que tiene un gran poder de atracción y parece susurrar: “¡Bésame y verás las estrellas, ámame y te las daré!”

Hace mucho tiempo, en una galaxia muy, muy cercana llamada Bilbao, se alinearon todos los planetas y surgió un universo paralelo cultural llamado Teatro Arriaga cuya energía y fuerza siguen omnipresentes. Volemos en un viaje espacial en el tiempo para conocer su génesis.

El primer teatro que ocupó el mismo sitio que el actual, fue levantado en 1817 y duró hasta 1827. Era de fábrica de ladrillo y sin cimientos. En 1833 se construyó otro de estilo neoclásico, que se llamó Teatro de la Villa o Teatro Viejo. Funcionó hasta 1886, año en el que se derribó al no dar el aforo suficiente para la población de la Villa que se aproximaba a los 50.000 habitantes. En este Teatro Viejo se instaló gas para el alumbrado de la sala. Y en él se interpretaron 20 óperas consecutivas a cargo del tenor roncalés y cantante lírico Julián Gayarre.

En 1886 se inició la construcción de otro nuevo teatro, diseñado por Joaquín Rucoba, que alineó la fachada del edificio con la calle Bidebarrieta. Para su construcción, hubo que salvar primero la oposición de los vecinos del barrio de Bidebarrieta, que temían que la edificación bloqueara el paso de las corrientes de aire fresco a la calle y supusiera un obstáculo para el comercio y los muelles sobre la Ría. Iba a ser de corte neobarroco y planta de herradura. El 31 de mayo de 1890 se inauguró este Teatro Nuevo, con la representación de la ópera La Gioconda, de Ponchielli, aunque la iluminación eléctrica deslumbró a los bilbaínos más que la propia ópera. Había costado cinco años de obras y un millón de pesetas, pero conjugaba a la perfección su decoración clásica con los últimos adelantos tecnológicos del momento. Con peculiar sentido del humor, los bilbaínos denominaron al Teatro como “Casa de Maternidad”, una vez observados los generosos bustos que exhibían las muchas cariátides de sus cuatro fachadas, a la altura del primer piso. A partir de 1902, el Teatro Nuevo pasó a llamarse Juan Crisóstomo de Arriaga, en honor del malogrado “Mozart bilbaíno”, pues murió con 20 años de edad.

Pero como no hay teatro de prestigio que no haya sido devorado por las llamas, en 1914 un incendio lo calcinó. Fue reedificado, según el proyecto de Federico de Ugalde, sobre su misma estructura. El 5 de junio de 1919 fue inaugurado el edificio que hoy contemplamos, con la representación de la ópera Don Carlo.

En 1983 volvió a sufrir el lado oscuro de la Fuerza, se desbordaron las aguas de la Ría, que inundaron el Casco Viejo y otras zonas bilbaínas próximas a la Ría. Las nuevas obras fueron dirigidas por Francisco Hurtado de Saracho, que recuperaron el interior con una decoración de la época y en la línea de la Ópera de París. Se eliminaron locales comerciales y de recreo y se incorporó la nueva escalera central imperial. También desapareció la balconada de hierro colado. En 1986 el Teatro volvió a subir el telón sobre un escenario por el que han pasado auténticos extraterrestres de la danza, la ópera, la zarzuela, el teatro o la canción.

El Arriaga, como la vida, es un constante proceso, una continua transformación en el tiempo, un nacer, morir y renacer…y sabe, como el Maestro Yoda, que «siempre en movimiento está el futuro», por eso no para de generar espectáculos que brillan como estrellas. ¡Que la Fuerza y la magia te acompañen otros 125 años!

 

Texto e ilustraciones: Asier Sanz

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