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Costa Oeste de Canadá

En ruta a la costa oeste de Canadá, al sobrevolar Islandia y ver un enorme paisaje de icebergs flotando en el mar desde las pequeñas ventanillas del avión, sentimos que nuestro viaje prometía.

Primer destino: Calgary, la capital del Cowboy, donde su parque y su río destacan sobre un fondo de gigantescos rascacielos que albergan en su mayoría oficinas y locales comerciales, con la particularidad de que se puede cruzar todo el centro de la ciudad sin salir al exterior. Debido a las bajas temperaturas que alcanzan sus inviernos, todos los edificios tienen las primeras plantas conectadas entre sí por túneles y puentes cubiertos, lo que protege al visitante de sufrir unas temperaturas difícilmente tolerables.

El Parque Nacional de Banff fue lo más maravilloso del viaje, inmensas montañas coronadas de nieve, rodeadas por interminables valles verdes que han servido como escenario a grandes películas como Leyendas de Pasión o Brokeback Mountain. Y qué decir de los lagos de aguas cristalinas en los que la mirada se pierde intentando diferenciar el paisaje del reflejo del agua. El increíble Lago Moraine, con sus tonos azules mágicos, el famoso Lago Louise, rodeado de árboles y con el glaciar Victoria de fondo, el Lago Esmeralda, que debe su nombre al color de su agua, y lugares menos referenciados pero no por ello menos hermosos como el Lago Minnewanka, las Cascadas Bow y, por supuesto, el acogedor pueblo de Banff. Es totalmente recomendable adentrarse en el corazón de las montañas en helicóptero al disfrutarse de un paisaje sin igual.

En el trayecto hasta el Parque Nacional de Jasper, disfrutamos de las vistas a los Lagos Bow y Peyto, y el Glaciar Pata de Cuervo. Culminamos el día subiendo a la superficie del glaciar Athabasca en un gran autobús de ruedas enormes llamado Ice Explorer. También fue toda una experiencia caminar por el hielo y coger agua de las mini-cascadas que se forman.

En la pequeña aldea alpina de Sun Peaks, a los pies de la montaña más alta de las Rocosas, sentarnos en una silla de madera enorme, en medio de la calle, nos hizo sentir muy pequeños ante el encanto exagerado de tan diminuto pueblecito y su entorno. Dejamos toda esta gran naturaleza atrás para descubrir la majestuosa Victoria, capital de la Columbia Británica, rodeada de pequeñas casas con souvenirs por doquier, y cuyo centro es un pequeño puerto lleno de barquitos y zodiacs que aprovechan su mayor tesoro, el avistamiento de orcas, ballenas, focas y demás fauna marina. Un paraíso para las personas enamoradas de la vida marina y sobretodo de las orcas.

Como colofón al viaje llegamos a Vancouver, ciudad con gran mezcla de ambientes y con todo lo que uno necesita para ser feliz. Paseamos por sus entrañables calles del Gastown y por los grandes rascacielos que hacen sombra a los ferrys que atracan en el puerto. Pateamos el barrio de Chinatown, el maravilloso mercado de Grandville Island y, por supuesto, no hay que perderse el Parque Stanley. La mejor idea que tuvimos fue alquilar una bici y bordearlo. Ocho kilómetros de recorrido rodeado en su mayor parte por costa y lleno de atracciones dignas de hacer parada y contemplar.

Son impresionantes las dimensiones de la Universidad de Vancouver y el enclave privilegiado en el que se encuentra, al estar rodeada de naturaleza, playas y largas calles decoradas con chalets de lujo, cochazos deportivos y yates. En el Norte de Vancouver, al que se accede por tierra o en barco, podemos descubrir el increíble Puente Colgante Capilano, entre tótems indios, lagos, miradores de vértigo y pasarelas de madera entre árboles milenarios, más de 100 metros de puente de madera suspendido a más de 70 metros de altura y que hace temblar las piernas del más valiente. Desde allí se puede acceder también a la Grouse Mountain, una amplia estación de esquí con bajadas en tirolinas, espectáculos y telesillas para admirar las vistas y los osos grizzlies. El paisaje avistado desde el teleférico, que sube y baja de manera incansable, causa un impacto único e irreversible. Canadá es un país de gente muy educada, servicial y respetuosa que apenas sufre la lacra de la delincuencia y que optimiza sus recursos; como ejemplo de ingenio, las pistas de esquí se convierten en pistas de bicicletas en verano. De repente, me pregunto: ¿en qué momento decidirán tener carriles de carretera exclusivos para coches que circulen con más de una persona dentro?

Texto y fotografías: Maitane de Andrés

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