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Carnaval de Venecia

Desde hace más de novecientos años, Venecia celebra su Carnaval en el período previo a la Cuaresma, una tradición que engalana la ciudad con eventos fascinantes que atraen la curiosidad de cualquiera.

El encanto de la ciudad, sin duda una de las más bellas del mundo, es ya suficientemente reconocido, tanto que hoy en día el turismo masivo ha llegado a suponer un verdadero problema para Venecia. Aún así, el Carnaval sigue representando uno de los momentos del año en que la llegada de visitantes se multiplica, curiosos por descubrir la extravagancia atemporal que conlleva esta colorida celebración. Del 16 de febrero al 5 de marzo de 2019 tendrá lugar la próxima edición, repleta de concursos de disfraces, espectáculos callejeros, desfiles enmascarados tanto en tierra como sobre el agua. No faltará el famoso Vuelo del Ángel, la bajada desde el campanario de Plaza San Marcos de la mujer ganadora en la temporada anterior del Desfile de las Marías. Se trata de una evocación del rapto y liberación, ocurridos en 1039, de doce jóvenes prometidas esposas, que durante los siglos se ha ido recordando el 2 de febrero, día de la purificación de la Virgen María.

El primer testimonio escrito de los festejos precursores del Carnaval remonta al año 1094 y el documento oficial que lo atesta como fiesta pública es de 1296, aunque el origen del culto se debe a épocas anteriores, cuando se veneraba la llegada de la primavera después del invierno.

El espíritu clave del Carnaval, que nunca se ha desvanecido, era la concesión por parte de las autoridades, antiguamente oligarquías y ilustres venecianos, hacia las clases más humildes, para que pudiesen elevarse a un estatus más noble e irreverente durante un breve período. Ocultando su identidad bajo las máscaras, todo el mundo podía burlarse de los gobernantes y de cualquiera que hubiese cometido algún hecho merecedor de reproche. Era un momento de desahogo por parte del pueblo y, a la vez, una estrategia de los gobernantes para controlar las tensiones sociales el resto del tiempo. Es justamente ese tiempo, especialmente su ausencia, el factor más presente en Venecia. La falta de coches, la belleza de los callejones y edificios antiguos, la típica bruma que se alza de los canales, generan un ambiente ilusorio que abstrae totalmente del ritmo frenético de otros lugares. Perderse por el maravilloso laberinto de las entrecalles y encontrarse a disfraces de lo más llamativo asomándose por los rincones, es una aventura que provoca la sensación de encontrarse en un universo paralelo. Pasear por la Plaza San Marcos y entrever desde las cristaleras a poderosas máscaras tomando café en vistosos locales barrocos, transporta hacia películas extravagantes y atrevidas -imposible no pensar en Kubrick-.

Contraste de estilos, opiniones, contradicciones. Intriga constante por identificar a los fantasmas bajo las pelucas, capuchones, antifaces. Zonas abarrotadas contra calles repentinamente desoladas. Buscando cobijo de tanto en tanto para templar el cuerpo frente al frío punzante, nadie puede alejarse de Venecia sin una vivencia clavada en el recuerdo.

Texto: Valentina Ridolfi • Fotos: Hibai Agorria

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