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Bilbao. Alma, vida y corazón del circo

En nuestra ciudad el alma del circo está representada por el sacerdote vasco Miguel Mendizábal, popularmente conocido como “El cura del circo”, ya que convirtió la carpa en templo y parroquia de la familia circense. La vida corresponde al bilbaíno Arturo Castilla, seguramente el empresario más importante y visionario de la historia del circo en España. Y el corazón… ¡oh, el corazón!… ese nos lo llenó de gozo uno de los más grandes payasos del siglo XX: Tonetti, bilbaíno de adopción, que cuenta con una famosa estatua-homenaje en el parque de Doña Casilda.

Tres ilustres personajes, pues, Miguel Mendizábal, Arturo Castilla y José Villa Tonetti, muy vinculados a Bilbao, que han protagonizado historias sin las cuales al circo le habría faltado algo importante en nuestro país.

 

Miguel Mendizábal

Empecemos por Miguel Mendizábal, quien de pequeño no se cansaba de ver actuar a su tío: el payaso “Carablanca”. Con él aprendió los primeros trucos del circo y, todavía niño, se lanzó a recorrer los pueblos de Euskadi en improvisados y destartalados circos.

Aunque su pasión era el circo, otra atracción más fuerte, más alta, le impulsó a los 20 años a cambiar la carpa por el seminario. Pero desde que fue ordenado sacerdote acompañó a los artistas del circo por todas las veredas, caminos y carreteras, utilizando una caravana como capilla ambulante, y pudo aunar así sus dos vocaciones.

En 1966, la Conferencia Episcopal le designó director nacional del apostolado en circos, ferias y espectáculos ambulantes. Él, además, compaginó esa labor pastoral con sus actuaciones como el payaso “Donmi” en hospitales y centros infantiles.

Antes de su muerte, en 2007, con 73 años recién cumplidos, confesó a un periodista: “La gente del circo es bastante más religiosa de lo que se cree, guarda valores que se están perdiendo… Mantienen la concepción familiar de la vida y el respeto a las tradiciones”.

Arturo Castilla

Pasamos ahora a un gran emprendedor. El bilbaíno Arturo Castilla era muy amigo de Manuel Feijoo (hijo del propietario del circo Feijoo) y ambos se casaron con sus respectivas hermanas e iniciaron una fecunda vida empresarial como productores de numerosos circos: directores del legendario Circo Price de Madrid y fundadores del espectacular Circo Americano, que durante la última parte del siglo XX triunfó en toda España.

Arturo Castilla fue un empresario que se adelantó a todos sus competidores e introdujo la estética teatral en los circos ambulantes utilizando aquellas facetas de las populares “Revistas teatrales” que entusiasmaban al público de la época: chicas bonitas de largas piernas, insinuantes movimientos de caderas y músicas pegadizas que servían para aderezar los principales números del circo. También modernizó las relaciones públicas y el marketing del circo multiplicando los contactos con la Prensa y los poderes públicos. Además, y sobre ello fundamentó su fama y su éxito, fue pionero en explotar sinergias transnacionales entre los mejores circos de Europa y estableció intercambios de malabaristas, trapecistas, domadores, payasos…

Tonetti

El excelente pintor y amante del circo Luis Larrinaga recibió en 1985 el encargo de hacer una estatua que sirviera de homenaje a Tonetti, quien nació en Santander, pero que tenía el corazón partío con Bilbao. La estatua es admirada diariamente por muchas personas en el parque de Doña Casilda. Los bilbaínos se tronchan de risa recordando al famoso payaso haciendo de sardinera de Santurce. Esa actuación tuvo lugar después de que uno de los dúos de payasos más importantes de la segunda mitad del siglo XX se partiera dramáticamente por la mitad.

José Villa del Río, el payaso tonto y desgarbado, que en el argot circense recibe el nombre de “Augusto” y su hermano Nolo, que interpretaba al clown de cara blanca, formaron el dúo mundialmente conocido como Hermanos Tonetti. Su éxito traspasó fronteras, pero se tornó en fracaso cuando los hermanos montaron su propio circo y Nolo se preocupó de la gerencia entre actuación y actuación.

La crisis de las cuentas sumió a Nolo en una profunda depresión, y el sábado 4 de diciembre de 1982, se suicidó en su casa del pueblo madrileño de Algete. Inmediatamente, todos los payasos del mundo, Augustos y Clowns, proclamaron al unísono que no se quitó la vida porque fuera payaso, sino porque era empresario.

Tonetti siguió actuando solo, pero cada vez más volcado en obras sociales. No en vano, se dice que la risa es una función social. Tonetti solía afirmar: “El payaso tiene en la cabeza una caja donde guarda sus tristezas, sus enfados y preocupaciones. Se la quita y la deja colgada en una percha de la roulotte. Sale a la pista, entrega todo su arte y, una vez acabada la función, se la vuelve a colocar”.

Desde 1996 se concede en Bilbao el Premio Tonetti a personas que destacan por su labor humanitaria. Los galardonados reciben, entre otros obsequios, una estatua de bronce del payaso de 16 kilos de peso. Nelson Mandela es una de las personalidades distinguidas con el Premio Tonetti.

Un mensaje para terminar, sacado de la pluma de Ramón Gómez de la Serna, quien solía decir: “quienes más noches de circo tengan en su haber serán los primeros en entrar en el Reino de los Cielos”. Eso lo predicaba Miguel Mendizábal, lo hacía posible Arturo Castilla y lo bordaba Tonetti.

 Texto: Juan Caño

Sobre el autor:
Juan Caño, autor de este reportaje, es periodista y payaso aficionado. Ha entrevistado a algunos de los mejores payasos españoles, incluido Charlie Rivel, y ha seguido cursillos de payaso. Al cumplir 60 años, logró hacer realidad su sueño actuando en el Circo Mundial, instalado en la plaza de las Ventas de Madrid. Después, ha hecho de payaso en diversos acontecimientos sociales. Algunas de las fotografías que ilustran este reportaje corresponden a sus actuaciones.

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