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Atardecer en Bagán

Final del día, aquí estamos, sentados en lo alto de uno de los miles de templos que componen este mágico lugar, Bagán, antigua capital del primer imperio birmano, también llamada La ciudad de las cuatro mil pagodas.

La luz comienza a ser cada vez más suave y los colores rojizos, ocres y dorados de los caminos de tierra, stupas, templos y pagodas, comienzan a teñirse con un velo de ensueño. En contra de lo que pudiera parecer a simple vista, no se trata de niebla, sino del polvo de los senderos que se extienden por esta llanura, recorridos cada día por cientos, quién sabe si miles, de pasos de turistas y lugareños, de monjes budistas y artistas, de vendedores ambulantes, de carros de caballos y bicicletas.

Una suave brisa nos refresca por fin después de un caluroso día. Y es que recorrer esta pequeña inmensidad bajo el intenso sol asiático puede resultar agotador, aunque increíblemente fascinante. Estamos ante uno de los conjuntos arqueológicos más grandes e impresionantes del mundo.

DEL CULTO AL ESPLENDOR

Hoy en día se trata de una ciudad religiosa abandonada, pero las paredes de ladrillo de sus templos nos hablan de un pasado de gran esplendor. Allá por el siglo XI, el rey Anawrahta, después de convertirse al budismo, quiso hacer el mayor honor que se hubiera hecho jamás a Buda y mandó construir este grandioso espectáculo para la vista. De entre la escasa vegetación selvática, salpicada en una meseta polvorienta, emergen infinidad de fascinantes construcciones. Se dice que llegaron a ser unas 13.000, cada una de ellas con su propia historia y leyenda.

Lugares de culto y meditación se entremezclan para hacer de la visita una aventura. Recorremos descalzos sus interiores para descubrir colosales esculturas de Buda que te observan desde las alturas, increíbles frescos que narran el camino a la Iluminación, ruinosas escalinatas que nos llevan hasta miradores olvidados o grupos de pequeños niños monjes orando entre nubes de incienso.

A finales del siglo XIII, la entonces llamada Pagán, fue invadida por los mongoles, comienzo de su deterioro y posterior abandono. A pesar del consecuente declive y los diversos desastres naturales, aún son alrededor de unos 2.200 monumentos budistas los que han sobrevivido al paso del tiempo, para dar fe de lo que un día fueron y seguir constituyendo una de las grandes maravillas asiáticas.

OCASO

El sonido tintineante de unas campanillas encaramadas en lo más alto de algún rincón de un templo cualquiera, y el lejano bullicio del acceso al lugar de culto, junto con el canto de los pájaros, nos acompañan mientras el sol se esconde, momento culmen de la jornada. Y es que no en vano, el atardecer en este punto de la antigua Birmania está considerado por muchos como uno de los mejores del planeta.

En este hermoso país, donde prima un color sobre todos los demás, su atardecer más emblemático no podía ser de otra manera, dorado. El dorado de las miles de esculturas de Buda que hay en cada pueblo, en cada ciudad, dorado de todas las stupas y pagodas o de las rocas sagradas que guardan equilibrios imposibles sobre acantilados, donde también la naturaleza aporta su matizada luz para no romper este bello encuadre.

Texto y fotografía: Macarena Riestra Ricca

ideandoazul.com

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